Diálogo con Jesús Abad Colorado en la Fiesta del Libro.
‘La verdad es como un espejo roto’
La sensibilidad con la que habla de la guerra en Colombia, cautiva. Su mensaje de esperanza, no de odio, despierta lágrimas entre quienes se dejan atrapar por sus vivencias, esas mismas que a lomo de mula y a pie, ha construido desde hace más de 25 años, cuando empezó a recorrer las montañas del país para fotografiar las huellas de un conflicto sin tregua.
Jesús Abad Colorado, de 51 años, y natural de Medellín, ha sido ganador tres veces del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar y recientemente se hizo acreedor al Premio Nacional de Fotografía del Ministerio de Cultura, el más cotizado que se entrega en Colombia a los reporteros gráficos.
Invitado por la Fiesta del Libro, les habló a jóvenes, a docentes y a ciudadanía en general, sobre sus aventuras como reportero y narró gráficamente la realidad de miles de colombianos como consecuencia del conflicto. Su voz se quebró cuando recordó la tragedia de Bojayá.
El auditorio poco a poco se fue llenando y terminó completo, la gente no se quería mover de sus asientos y al final, compartió con jóvenes y profesoras que se acercaron a darle un abrazo por su labor.
De su trabajo, su vida y sus anhelos, dialogó con La Opinión.
¿Sus raíces están ligadas a la guerra?
Soy el menor de siete hermanos. Mi familia, en los años 60, salió huyendo de la violencia en el municipio de San Carlos y se radicó en Medellín. Soy hijo de una familia desplazada, pero por fortuna mi padre consiguió un trabajo en la Universidad Nacional y acompañándolo aprendí a leer y a escribir.
¿Valores que le inculcaron y conserva?
El año pasado mientras trabajaba en el campo, recibí la noticia de la muerte de mi padre. De mi familia recibí valores como el respeto, la solidaridad y la ética. Siendo periodista entendí que uno como ciudadano debe aprender a ponerse en la piel de los demás.
¿Cómo resume 25 años de cubrir la guerra?
Soy lo que otros no pudieron ser.
¿Por qué la fotografía son las pulsaciones del alma?
Las fotos no las hace una cámara, la fotografía como el periodismo es subjetiva y lo que hago es tratar de ponerme en la piel del otro para entender lo que está viviendo, porque mi trabajo debe estar al servicio de la sociedad y con ello aporto a la construcción de memoria.
¿Su compromiso es con las víctimas?
Como periodista he sido testigo y tengo la responsabilidad de dejar unos testimonios acordes con la realidad que vive el país, no con la que han vivido políticos, comandantes o empresarios. Mi compromiso es con las víctimas.
¿Qué es lo más satisfactorio de su labor?
La cantidad de gente amiga que tengo en todos los rincones de Colombia. Ellos son mis protectores, los maestros, los líderes de derechos humanos. No tengo compromisos políticos ni ideológicos con ningún grupo. Creo que el periodismo es acercarse a la verdad y entender que la verdad es como un espejo roto. Nuestro papel es juntar esos fragmentos para mirarnos en un espejo reconstruido que permita entender que además de ser un país maravilloso somos multicultural. Eso debe hacernos sentirnos orgullosos.
¿Qué historias lo han marcado conociendo de frente a la guerra?
No puedo olvidar muchos hechos dolorosos y fuertes que he documentado, como la historia de una pareja que se casó en medio de la guerra en el municipio de Granada (Antioquia), hablo de Beatriz García y Óscar Giraldo. Las personas me han enseñado que por encima de la violencia está el respeto, la vida, el amor y la esperanza; eso no me deja caer en la tentación del olvido.
¿En su visión de país, cuáles son los retos en materia de paz?
El país a las primeras personas que tiene que darles respeto, además de las víctimas, es a los campesinos. Son hombres y mujeres que están tratando de salir de situaciones de violencia, especialmente en zonas de frontera con Ecuador y Venezuela, donde persisten factores de violencia fuertes. Hay que respetar a las comunidades negras e indígenas y entender que la educación es la que nos da un mínimo de libertad y nos ayuda a ser políticamente mejores seres.
¿La guerra preservó zonas naturales que hoy se destruyen?
La naturaleza es parte prioritaria de la vida y como humanos no hemos entendido la misión que tenemos con las nuevas generaciones. La guerra preservó zonas y ahora que la guerrilla salió de esos territorios se está acabando con bosques y ríos.
¿Colombia estaba preparada para un proceso de paz?
No. El país, el Ejército y los dirigentes han sido mezquinos con el proceso. Tampoco la iglesia, ha dividido y ojalá la de Norte de Santander entienda la responsabilidad que tiene en trabajar por un país distinto, en memoria de los ausentes y pensando en las nuevas generaciones.
¿Qué experiencia le deja venir a Cúcuta?
Es maravilloso haber conocido a las maestras que se me acercaron, las palabras de María Fernanda, una joven que me habló de arte y de paz, a Karime, a Freeman… todas esas voces que se me acercaron a decirme gracias y que me invitaron a volver. Me alegró ver un auditorio que terminó lleno.
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