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Sábado, 27 Abril 2013 - 8:57pm

“Escribir para que no te lean: lo difícil que es ser escritor en Norte de Santander”

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Jorge Gaitán, Eduardo Cote Lamus y algunos otros que pueden contarse con una mano, son, por kilómetros literarios, los escritores nortesantandereanos más reconocidos.
Sus publicaciones más importantes se hicieron en el exterior; por ellas, pagaron ellos mismos.
Otras lo fueron por el Ministerio de Cultura, o salieron a la luz en Mito, una de las revistas literarias más importantes del continente, fundada por ellos.
Desde entonces las publicaciones de nortesantandereanos, a pesar de haber aumentado en número y de ser en su mayoría publicadas por sus propios medios, no han tenido el impacto nacional deseado.
Libros escritos, editados, diagramados y pagados por el mismo autor, abundan en el Fondo Regional de Autores Nortesantandereanos, de la Biblioteca Pública Julio Pérez Ferrero.
Nueve estantes de dos metros de alto, llenos por lado y lado, componen este fondo. El número de libros no es exacto, según un inventario en marcha, hay aproximadamente 2 mil títulos.
Si se toma la tarea de revisarlos, la mayoría de estos libros son sobre historia y geografía del departamento. Un porcentaje menor pertenece a literatura.
Mensualmente son prestados unos 60 libros, casi todos de historia de Norte Santander, pedidos por estudiantes para trabajos escolares.
Igual sucede en las ventas de libros de segunda, atestados estantes que se alzan hasta el techo. Al preguntar por autores nortesantandereanos los vendedores no dan con nombres precisos, pero aseguran que los únicos que se han vendido son de historia.
Los que llegan de poesía se venden máximo en 3 mil pesos, si es que se venden.

Nadie es profeta en su tierra


Norte de Santander sí tiene escritores vivos de renombre, pero todos tienen algo en común: se fueron muy temprano de acá.
Quizás uno de los más importantes es el hijo de Cote Lamus, el poeta  Ramón Cote Baraibar, ganador de los premios Casa de América de poesía en 2003, y premio de Poesía Unicaja en 2009.
Sus estudios los realizó en España, donde fue publicado su primer libro. Una vez volvió al país, se instaló en Bogotá.
Así como él, varios representantes vivos de las letras de Norte de Santander viven en Bogotá. Jorge Cadavid siguió la que parece ser una ruta efectiva, también estudió en España y se instaló en Bogotá.
Pero antes que ellos, otros escritores tuvieron que salir para encontrar el éxito. Miguel Méndez Camacho es uno de los ejemplos. Sin salir del país, se radicó desde que comenzó sus estudios universitarios en Bogotá.
Es él quizás el único escritor vivo del departamento que ha publicado con una editorial importante como Alfaguara, con su novela Malena.
Pero uno de los que más ofrendó su obra a Cúcuta, fue el fallecido Carlos Perozzo, quien dedicó su novela más conocida Hasta el sol de los venados (publicada por Oveja Negra), a su ciudad natal.
Otras obras suyas también fueron publicadas por grandes editoriales, como Villegas y Planeta. Y una de sus obras de teatro, Atreverse a luchar, ganó el premio Casa de las Américas en 1973.

Una generación escasa


Van seis versiones desde que los concursos de cuento y poesía Jorge Gaitán Durán y Eduardo Cote Lamus, respectivamente, se realizan de forma consecutiva en el departamento.
De esas versiones, solo tres han sido ganadas por nortesantandereanos; una en cuento y dos en poesía.
De esos ganadores del concurso de poesía sale acaso uno de los representantes más importantes de las letras contemporáneas de Norte de Santander: Manuel Iván Urbina.
Con doce libros publicados (seis con editoriales nacionales y seis por cuenta propia), comenzó su recorrido con una publicación de la Cámara de Comercio de Cúcuta, un libro de poemas llamado Para que tú los entiendas.
“No hay manera fácil de publicar en Cúcuta, porque no hay editores”, es el lamento de este escritor, reflejo de la realidad.
Pero a pesar de que estos premios organizados por la Gobernación y la Secretaría de Cultura departamental otorgan premios en efectivo, la promoción de los libros que se publican no es eficiente.
La Secretaría subcontrata con la Asociación de Escritores de Norte de Santander, en la que ningún miembro ha logrado publicar por fuera de sus propios medios.
Una vez impreso el libro con los textos ganadores, se reparten a las bibliotecas y escuelas del departamento. Los restantes, van al estand de Norte de Santander en la Feria del Libro de Bogotá y la Fiesta del Libro de Cúcuta.
Los ganadores se quedan con otro tanto. La promoción de las obras para que se presenten queda a cargo del autor. Esto, sumado a que el único termómetro de la calidad literaria en el departamento son los concursos, que no siempre sirven como trampolín, o en los que difícilmente han salido premiados autores que vivan en la región.
La Cámara de Comercio ha sido otro mecenas. Más de 20 años lleva esta entidad publicando entre dos y tres libros al año.
Pero a pesar de la buena intención de impulsar la cultura por medio de publicaciones, el proceso editorial no es el mejor, puesto que los textos no pasan por la lupa de un profesional que haga las correcciones y sugerencias pertinentes de un editor.

Una tercera vía


La autopublicación resulta siendo el método más rápido, aunque no el más fácil, de ver un texto publicado.
José Donado es un ejemplo de esto. Desde el 2004 viene publicando sus propios textos. Poesía y fábula son sus especialidades.
De cada título imprime (que edita él mismo) 2 mil ejemplares que logra vender a $20.000 entre los profesores “que son mis clientes”, dice.
Otro caso de esta autogestión, es la editorial Hederieta, que nació hace cinco años con el libro Alicia del pamplonés Eduardo González y De la musa mercenaria & Co., de Juan Carvajal Franklin.
“Si pagas al autor o a los artistas el precio real de su trabajo, no habría cómo editar. Así que editar es producto de la generosidad de todos, del amor por las cosas bien hechas y la necesidad de registrar para las generaciones un legado al que puedan asirse para avanzar con paso más seguro”, comenta Carvajal, fundador de la editorial.
Escribir, o mejor, publicar un libro en Norte de Santander, resulta ser más un acto de estoicismo, fe, o mejor, un acto de amor por la escritura.

 

 

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