El maquinista del Teatro Jáuregui recuerda con nostalgia lo que vivió en 58 años en ese espacio.
El pamplonés José Parra lleva el cine en la sangre
José Ramón Parra Capacho tuvo la dicha de pasar los mejores años de su vida, disfrutando de las grandes películas filmadas a partir de la segunda mitad del siglo XX.
Con el pasar de las décadas, y al entrar en decadencia el séptimo arte, como se le conoce a la producción cinematográfica, recuerda con nostalgia la infancia, la adolescencia, juventud y la madurez.
Esas épocas que para él fueron las más maravillosas las vivió en el Teatro Jáuregui. Esa edificación que por su altura e imponencia, espacios y sala amplia, entre 1922 y 1982, era el sitio obligado a visitar por parte de los cinéfilos.
No se resiste a dejar un momento los carretes, las largas cintas con fotogramas y consentir las dos viejas máquinas RCA, en donde se proyectaban las películas, primero en blanco y negro y después a color, a partir de 1965.
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Frecuentemente se le ve subir por las escaleras que dan al segundo piso en donde está el cuarto de proyección o por instinto toma otros escalones más para llegar a platea, balcón y galería.
Desde esos elevados lugares recuerda con nostalgia los mejores años vividos; esos de los grandes filmes como ‘El Doctor Zhivago’, ‘Lo que el viento se llevó’, ‘El bebé de Rosmery’, ‘Casablanca’, ‘Ben Hur’, ‘El mártir del calvario’, ‘Sansón y Dalila’, ‘Un hombre llamado caballo’, y todas las mexicanas que evocaban el ambiente del salvaje oeste.
En su mente aún retumban las balas, los trotes de los caballos, golpes, puños, rancheras, carcajadas de los actores, el murmullo del agua y el mismo público.
Y también los gritos insultantes cuando la cinta se partía y tenía que cambiarla en cuestión de segundos.
De estos últimos imprevistos no se quiere acordar, sobre todo porque en las funciones en las que se presentaban problemas le recordaban a su progenitora.
El actor
José Ramón Parra Capacho, nacido el 26 de agosto de 1952 en Pamplona, más que un personaje, es un gran actor de la vida. Tiene en su mente la historia del Teatro Jáuregui y todo lo que aconteció en torno a él en los últimos 58 años.
La historia la cuenta con lujo de detalles, recordando fechas, acontecimientos y los filmes más taquilleros que llegaban para el disfrute de los 1.800 espectadores, que era la capacidad del lugar.
Cuando tenía siete años, un día llegó a la puerta del teatro y como no contaba con dinero para pagar la entrada, le dijo al portero que le permitiera ver la película (El Santo), y que él se comprometía a hacerle aseo a las salas cuando terminara la función.
El ofrecimiento fue aceptado y desde ese momento no se apartó más del “amor de su vida”, el teatro, hasta cuando cesaron las funciones al entrar en decadencia el auge del buen cine.
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Pasó por todos los cargos, desde barrendero, vendedor de golosinas, portero, anunciador y terminó siendo un versado maquinista que en segundos cambiaba los carreteles para que el público no percibiera los cortes. Esta función la empezó a ejercer cuando ya tenía diez años.
Tuvo la oportunidad de combinar las actividades laborales con el estudio, y alcanzó a graduarse de bachiller en el Colegio Provincial y hasta cursar dos semestres de Sociales en la Universidad de Pamplona.
Al fallecer su padre, José Ramón Parra Hernández, un reconocido comerciante, tuvo que abandonar sus estudios por falta de dinero.
En la actualidad está vinculado laboralmente con la Universidad de Pamplona, entidad que tiene en comodato el Teatro.
Parra Capacho recuerda que el cine entró en decadencia desde el momento en que aparecieron las películas en formato Betamax, después VHS y últimamente DVD. La estocada final llegó con la masificación del acceso al internet.
“Me da mucha nostalgia cuando a las 6:00 de la tarde veo la sala vacía. Es una lástima que esta cultura poco a poco se hubiese ido acabando”, dijo.
El Teatro fue diseñado y construido en 1922. Fueron sus propietarios los distinguidos ciudadanos Alejandro Jáuregui, Luis Villa y Cleotilde Pérez.
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