Ana Cely llegó a Cúcuta junto con su hijo, desplazados por grupos guerrilleros de Tame.
Víctor Manuel no tiene quién le enseñe
El 11 de enero de 2011, Ana Cely llegó a Cúcuta junto con su hijo Víctor Manuel, desplazados por grupos guerrilleros de Tame (Arauca), en donde trabajaban como agricultores.
Su esposo, César Villamizar, se encontraba en la capital de Norte de Santander desde antes, acompañando a su primo en el hospital Erasmo Meoz, que perdió los brazos como consecuencia de la explosión de una mina antipersonal.
Llegaron a Las Américas, en donde, gracias a que varias personas en el centro asistencial les regalaron ropa, cama y otros utensilios, pudieron vivir por un tiempo.
“Conseguir trabajo fue muy difícil porque aquí nadie lo conocía y uno lo único que sabe hacer es cultivar”, cuenta Ana Cely, sin que la sonrisa de optimismo se borre nunca de su cara.
Luego, su esposo conseguiría trabajo como constructor, con el que la familia logró ir levantando la vivienda. “Todos los domingos le metía de a poquito a la casa”, relata Ana.
El techo que les asegurara un mejor futuro quedó listo en noviembre de 2010 en el barrio Los Olivos.
Un profesor para Víctor Manuel
El hijo mayor de Ana Cely Vargas, Víctor Manuel, tiene nueve años, y debido a que pasó mucho tiempo en la placenta, no le llegó oxígeno al cerebro sufre de parálisis cerebral mixta.
“Yo no me vine a dar cuenta que él estaba enfermo sino más adelante cuando comenzó a gatear”, expone Ana al recordar aquél doloroso pasaje de su vida.
Sentado en una silla, lo trae cargado, saluda a todos con gran entusiasmo y con un apretón de manos. Es Víctor Manuel.
En un principio, debido a su condición de desplazados, la atención médica que recibía Víctor era oportuna. Pero más adelante no pudieron seguirlo llevando a los tratamientos por falta de dinero para los pasajes.
Posteriormente, las terapias las recibiría a domicilio, “El primer doctor que vino, en 60 sesiones lo puso a gatear, fue maravilloso”, cuenta emocionada la madre del menor.
Aún sigue recibiendo las terapias en su propia casa, Víctor ha mostrado una mejoría, y esperan que pueda volver a caminar.
Pero a pesar de todo esto, Víctor Manuel no ha podido acceder al derecho a la educación.
“Él nunca ha asistido a la escuela por falta de maestros especializados y atención para su enseñanza”, cuenta Ana Cely, que también relata que en una ocasión fue por 3 semanas, pero por miedo a que niños mayores lastimaran a Víctor, lo retiró.
Cuando ha intentado matricularlo a un colegio, pero a pesar de que no lo han rechazado, le han puesto muchos problemas, “me dicen que si el niño tiene ganas de ir al baño quién lo va a llevar, porque el profesor no puede porque tiene que quedarse cuidando el salón”, afirma.
Actualmente Víctor aprende lo que su mamá le enseña en la casa. De la familia, el único que puede trabajar es el papá, César Islamizar, pues Ana debe ocupar la totalidad de su tiempo a los cuidados de Víctor, que sigue esperando una oportunidad para aprender.
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