Las garantías para su salida del espacio público dependen de una institucionalidad sólida.
Vendedores informales: un reto de todos
Hombres y mujeres, en un porcentaje muy similar –casi 50-50— ocupan cada día las calles del centro de Cúcuta, entre la avenida 9 y la avenida cero, desde la calle 14 a la 5, en un perímetro de 81 cuadras que, por fin, la Alcaldía tiene identificadas como el área de trabajo para recuperar el espacio público.
Es allí donde se concentran las operaciones de las autoridades para que surjan posibilidades viables y concretas para apoyarlos en la salida de las calles.
Al menos así lo considera la secretaría municipal de Gobierno, que ya caracterizó a quienes ejercen el comercio en el centro y buscan la garantía de sus derechos.
(Luis Enrique Pardo / La Opinión)
Para Jimmy Cárdenas, titular de la dependencia y con una cifra de 1.637 vendedores, “resolver el problema de recuperación de espacio público es sencillo y requiere es de un espíritu social de todos los intervinientes, pues no podemos dejarlo solamente en manos de una administración”.
El funcionario afirma que la responsabilidad sobre esta realidad social incluye empresas privadas, fuerza pública, ediles, veedores, “comprometidos a generar una cultura ciudadana, para generar respeto por los derechos colectivos”.
Esa parece ser la nueva filosofía de la dependencia, cuya meta inmediata es la creación de una política pública y estrategias que amparen a los informales, al tiempo que se recupere la transitabilidad, que solo este año ha representado una inversión de 226 millones de pesos.
Aunque voceros de los vendedores afirman que en la ciudad hay 7 mil de ellos, reconocerlo resulta incierto mientras no haya un censo real.
Mientras, se tiene la herramienta de la caracterización inicial que deja varias alertas por atender, entre ellas, el hallazgo de niños entre 11 y 17 años ejerciendo la actividad, que requieren atención del Icbf, las secretarías de Salud y Educación para que ingresen a la escuela, así como la identificación de un 52 por ciento de mujeres que laboran, pero no tienen viviendas ni acceso a programas sociales, en un entorno hostil, lleno de los famosos gota a gota.
En ocasiones son estos los que les dan la mercancía que deben vender a como dé lugar, mientras que en otras, son los vendedores formales los que abusan de esta población.
Para mitigar el problema, la secretaría se comprometió con el Concejo a elaborar un plan de acción para 2019 sobre el espacio público; realizar mesas de trabajo para avanzar en la conciliación con los informales, proyectar procesos de reinserción laboral y definir una política pública que permita llegar a acuerdos.
Entre ellos se propone la posibilidad de que, conociendo las comunas en las que habitan los informales, sean estas sus áreas de trabajo.
La fórmula es simple: si los compradores que llegan al centro provenientes de Atalaya, La Libertad, o Belén, pueden tenerlos a la mano, y se concretan mejores servicios en las comunas que les alivien los desplazamientos al centro, será más sencilla la descongestión.
También está la vinculación del Centro Tecnológico y las universidades, dado que ningún informal es profesional, desconoce las oportunidades existentes, y urge la unión de otras entidades que garanticen sus derechos.
Así mismo, estrategias como el mercado al barrio, afectado por falta de continuidad, permitirían la modernización de su trabajo, con una capacidad dada por la Alcaldía.
Aunque actualmente solo hay 20 personas comprometidas en el proceso, el cupo es para 60, según explica el secretario de Desarrollo Económico, Wilmar Cepeda, quien asegura que además de paciencia, los informales deben tomar la decisión de organizarse y unirse.
Por ello, la iniciativa será relanzada el 1 de diciembre, con las carpas, mesones y refrigeradores, para estar de martes a domingo en un nuevo circuito que incluirá La Libertad, El Trigal, Aeropuerto, Los Acacios y Motilones.
Adicionalmente se prevé otro circuito para 2019, y la ampliación del cupo, con lo cual se daría además una opción económica para los cucuteños de acceder a un mercado de calidad y cuyos proveedores ya conocen.
“Esto es como un negocio y hay que posicionarlo como ocurre con el mercado de Claret y Colsag, y la meta es alcanzar ese posicionamiento”, dice Cepeda, aunque reconoce que los informales aún no se acostumbran a ello, y se dispersan fácilmente.
Por eso la meta es consolidar el mercado en las zonas acordadas, con ventas permanentes que permitan trabajar día a día, pero organizados y amparados, como debe ser.
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