Se llama Natali Urbina Galvis y vive como cualquier niña de su edad.
Sin manos ni pies, tiene un enorme espíritu de superación

Nacer sin manos ni pies no han sido un obstáculo para Jessica Natalia Urbina Galvis pueda vivir como cualquier niña de su edad. Tiene 9 años y va al colegio, canta y baila las canciones de su serie de televisión favorita ‘Soy Luna’, y juega futbol y baloncesto con sus hermanos y vecinos.
Desde que tiene uso de razón su mamá, Olga Urbina, su mamá le ha inculcado que ella es una niña igual a las demás y que aunque no tiene manos de carne y hueso tiene manos espirituales que le permiten cumplir sus sueños, y así ha sucedido hasta ahora.
La pequeña sueña con ser pediatra para ayudar a los niños que tienen sus mismas condiciones a sanarse, y para estar pendientes de su evolución desde la gestación, pues su madre le ha contado que en las ecografías que se hizo durante su embarazo todo salía normal.
“Antes de que mi niña naciera me habían hecho tres ecografías y en ninguna se mostraba ninguna anomalía. Cuando tenía ocho meses tuve unas complicaciones y me hicieron cesárea. En medio de la anestesia me enteré de las condiciones en las que había nacido Natalia”, explicó Urbina.
Cuando los médicos le dieron pocas esperanzas de vida a su pequeña cuando le diagnosticaron focomelia, una rara enfermedad que causa un desarrollo deficiente de los huesos largos de las extremidades, haciendo que éstas sean más cortas de lo normal, y que se presenta en 1 de cada 20 mil niños, Urbina dudó de su fe y de la existencia de un Dios, sin embargo, hoy asegura que Natalia es su mayor motor e inspiración, pues es que quién la alienta en las dificultades.
“A Natalia siempre la tratamos por igual que sus hermanitos. Ella aprendió a vestirse sola, a dibujar y a caminar, incluso cuando yo pensé que nunca iba a lograrlo”, confesó conmovida su progenitora.
Y es que Natalia caminó por primera vez a los dos años. Antes se arrastraba por el suelo.
“Un día mi papá vio como la niña se levantó del piso y empezó a caminar sosteniéndose de la pared. Todos lloramos de la emoción”, agregó la madre, “Mi niña siempre ha sido una luchadora”.
Días después a la pequeña le recetaron unas prótesis para sus pies, las cuales le permitían moverse con mayor facilidad.
Cada año Natalia debe cambiar de prótesis porque su cuerpo va creciendo y aunque ha tenido que entutelar a la ARS a la que está afiliada para que se las proporcione.
Además, Urbina debe mandarle a fabricar unos zapatos que encajen las prótesis. Cada par le cuesta alrededor de 80 mil pesos, por lo que este año solo ha ido en uniforme de educación física al colegio porque no ha tenido quién le haga unos para el uniforme de diario.
“Encontrarle zapatos a Natalia es muy difícil. Deben hacerlos con una plataforma similar a la de las zapatillas por recomendación del ortopedista. Si ella utiliza un zapato plano puede tener complicaciones en las caderas”, explicó Urbina.
Un camino difícil
Aunque al principio Urbina tuvo que luchar para que aceptaran a su hija en el colegio, porque el coordinador escolar creía que la niña sería una carga para los profesores, la pequeña se encargó de demostrarles que sus sueños eran más fuertes que sus limitaciones.
Con tan solo 4 años, le mostró al coordinador que aunque no tenía manos podía empuñar un lápiz juntando sus dos extremidades superiores y pintó un enorme corazón. A los directivos no les quedó de otra que aceptarla.
Como Urbina llevaba frecuentemente a Natalia al colegio a recoger a sus hermanos, los estudiantes del Colegio Manuel Antonio Jara de Villa del Rosario, se acostumbraron a ver todos los días a la niña en el colegio y cuando entró no la miraban ni la trataban diferente.
“Los compañeros de mi hija siempre fueron muy respetuosos con ella. Cuando había uno que otro que quería hacerla sentir mal, los profesores nos ayudaban y nosotros le repetíamos muchas veces que ella no era diferente y así debía sentirse y no tenía por qué esconderse de nadie”, explicó Urbina, quién sueña que su hija pueda conseguir unas prótesis para los brazos de la Natalia.
“Aunque Natalia se sabe defender con sus extremidades superiores hay algunas cosas que se le limitan porque son muy cortas. Nosotras soñamos con el día en que pueda tener unas prótesis”, dijo la esperanzada madre.
Mientras posa ante la cámara con una gran sonrisa Natalia asegura que no se ha sentido discriminada por sus compañeros y les dice a los niños que al igual que ella sufren de alguna limitación física, que sigan adelante luchando por sus sueños.
La Opinión
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