La colección de la artista Flor Carvajal Mendoza se puede ver en el centro comercial Ventura Plaza.
Santandereana diseñó el pesebre más pequeño
Para Flor Carvajal Mendoza, 46 años, nacida en San Andrés (Santander), pero criada en Bucaramanga, la vida está hecha de retos.
Cuando apenas era una niña vio cómo sus hermanos, más traviesos que ella, rompían las colecciones de poesía que todos los días ella declamaba al público.
Más grande, a pesar de que luchaba contra la corriente porque su familia, excepto su mamá, no creían en sus capacidades, logró pertenecer a varios grupos artísticos. Incluso, tuvo que volarse de la casa para ir a declamar y para hacer teatro.
Siempre supo que quería ser famosa. Por eso se inclinó por las artes. Y aunque su pasión es la actuación, dice ella que Dios le dio el talento de encapsular esculturas en diminutos espacios como el ojo de un alfiler o sobre un cabello. Algo que pocos hacen en el mundo.
Tiene una colección de al menos 500 microesculturas que recrean la colombianidad, la Semana Santa, la navidad y los festivales como el Carnaval de Barranquilla.
Precisamente, la colección de Navidad, es la que se presenta en el segundo piso del centro comercial Ventura Plaza. Allí hay 20 de estas obras de arte, que no se venden, ni por las que se cobra por verlas. El aporte es voluntario, dice.
Pero la historia de esta santandereana no empezó porque ella lo hubiera querido así. Precisamente fue uno de esos retos que se le cruzaron en el camino, el que le abrió las puertas a la fama, en el círculo de la escultura milimétrica.
“Lo que me sucedió fue muy curioso, porque realmente yo hacía teatro, actuaba, era poeta, declamadora, componía canciones, pero lo que menos me imaginé fue hacer esto, porque nunca estudié escultura”, señala.
Un día, cuando hacía una decoración navideña, vio cómo caían los restos del poliestireno en una hojita y, estas cayeron de tal forma, que asimiló que los pedazos se semejaban a la imagen del pesebre.
“Desde 1989 empecé a hacer pesebres con todos los materiales. Mis manos moldeaban cualquier material y se me hacía fácil hacer un pesebre”, narra Carvajal.
En 1998 se ideó varios pesebres en materiales reutilizados e invitó a un periodista de Vanguardia Liberal para que la entrevistara. No la atendió, y le dijo que solo la atendería si tenía el pesebre más pequeño del mundo.
Por coraje, porque el periodista le tiró el teléfono, Carvajal tomó el desafío como un reto y se fue a casa a ensayar con diferentes materiales, encontrando que con una resina sintética podía hacer el pesebre más diminuto, del tamaño de una aspirina.
Desde entonces la gente ha hecho filas para ver sus obras. Carvajal ahora agradece a ese periodista con quien guarda la reserva de su nombre porque gracias a su reto hoy es una reconocida y afamada artista y única mujer microescultora en el mundo.
*La Opinión
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