Asegura que fuera alcalde lo primero que haría es recuperar la paz y la tranquilidad de Cúcuta.
Salomón no es "el bobo que la gente cree"

Cuando se va a entrar a la Alcaldía de Cúcuta siempre hay un elemento que resalta, un hombre que se apropia de la palabra y quiere enterar a la ciudadanía de lo que ocurre dentro del palacio municipal. Él es Héctor Salomón Patiño Patiño.
Nació el 1 de enero de 1967, es el menor de una familia de cuatro hermanos, vive con sus hermanas y es graduado en primaria del colegio Sagrado Corazón de Jesús en la modalidad de validación, el bachillerato lo cursó de igual forma en el Salesiano, es titulado en mercadeo y ventas en el Sena, y aún espera el cartón de Compuestudio que lo acredite como técnico en administrador de empresas.
Salomón se levanta a las 5 de mañana y lo primero que hace es orar por la paz y la memoria de sus papás; desayuna mientras oye Vox Dei, la emisora que lo entera de los acontecimientos más relevantes de la ciudad. Camina desde el barrio El Páramo hasta la Alcaldía para vigilar el erario público y que no se desvíe de donde deben llegar los recursos.
En su hoja de vida están escritos los trabajos de suma importancia en reconocidas instituciones de Cúcuta: fue ayudante en la antigua Dacha, trabajó en el Palacio Rojo y Negro, y fue vendedor de chance. Trabajó con las administraciones municipales de Enrique Cuadros Corredor, Pauselino Camargo, Margarita Silva, Manuel Guillermo Mora, Ramiro Suárez, María Eugenia Riascos y señala con rabia que Donamaris Ramírez fue el único que no le dio la mano ni trabajo. Actualmente es veedor de todas las secretarías de la alcaldía.
Sociable con todos
Salomón se considera un ciudadano ejemplar, no tira la basura a las calles, respeta los semáforos como peatón, no pelea y es un fiel conciliador en todas las problemáticas de los cucuteños. Sueña con que todos los seres humanos sean pensantes respetuosos y así se pueden evitar todos los problemas del mundo.
Este hombre asegura que no es el bobo que la gente cree, y por el contrario se ubica en el rango de los colombianos preparados y educados con vocación de servicio social.
A Salomón Patiño no le molesta que los venezolanos vengan en busca de oportunidades, pero si le saca de contexto que vengan a ensuciar los parques, y lamenta profundamente que paguen tan mal a quienes les están tendiendo la mano en este mal momento por el que atraviesa.
El plato preferido es la sopa que preparan sus hermanas, se considera un mal cucuteño gastronómicamente hablando, pues el masato y el mute le hacen daño en el estómago, los pasteles de garbanzo lo hacen feliz y no debe preocuparse cuando los come.
Salomón a sus casi 52 años no sufre de nada ni le duele nada, lo más cercano a una enfermedad es un 'porrazo' que se dio a los 8 años y aun lo recuerda, sonríe mientras señala la cicatriz que le dejó el golpe en su cabeza. Patiño conversa de todo, su problema de habla no le impide desenvolverse fluidamente cuando se le pregunta por algo.
El tema que más lo entretiene es el de la corrupción que todavía se pregunta por qué Margarita Silva no terminó el estadio, y Pauselino que hizo con la plata de las casetas. También se pregunta qué pasó con la plaza de toros y sigue buscando donde construyó Donamaris Ramírez las 20 mil viviendas que prometió en campaña.
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Conocido por todos
Los zapatos de color café que lleva puestos están rotos, tiene varios pares, pero prefiere acabarlos por orden de llegada. Encima de la camisa verde oscuro de manga larga, lleva un polo blanco, roto, que algún día fue blanco, siempre anda bien atalajado y cuando finaliza su jornada laboral, recoge el maletín morado que tiene en el suelo, lo pone sobre su espalda, extiende la mano y se despide de la misma forma que llegó: sonriente, saludando a todo el que se le atraviese y citando a plenarias de concejo, ruedas de prensa del Alcalde o el Gobernador de turno; atraviesa la puerta del palacio municipal y se marcha sobre la calle 11 hasta perderse entre la gente.
Él es un personaje querido por todos, y odiado por otros, pues no tiene puyas en la lengua para decir las cosas.
*Por Geraldine García
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