Ponerle la inyección letal a Mamut fue la decisión más dura que tomó Alonso Acosta. En cuestión de minutos le dijo adiós al que fue su mejor amigo durante nueve años. El cáncer que carcomía desde hace varios meses al perro pitbull lo obligó a practicarle la eutanasia.
Ese es el recuerdo más triste que tiene el veterinario y adiestrador caleño, en relación con estos canes.
Aseguró nunca haber sufrido percances con esa raza inglesa que lleva la etiqueta de ‘peligrosa’, por sus continuos ataques a los humanos.
Basado en su experiencia, Acosta, residente en el barrio San Martín, hace diez meses comenzó a escribir un libro en el que pretende mostrar que así los pitbull provengan de una raza asesina, se puede convivir con ellos sin problemas.
Aunque originalmente los ejemplares de american pitbull se empleaban para peleas, por su carácter agresivo, su agilidad y su fuerza en las mandíbulas, él pretende demostrar todo lo contrario.
A la vez quiere, con su trabajo, hacerle un homenaje a Mamut, su segundo pitbull, que se convirtió en un miembro más de la familia.
La primera vez que Acosta vio a Mamut, no dudó en bautizarlo con ese nombre. Era un cachorro muy grande para la edad que tenía.
El perro negro de manchas blancas llegó en el momento preciso. El adiestrador se recuperaba de la pérdida de Sleyser, otro pitbull, con el cual había ganado una docena de campeonatos de adiestramiento y exhibición canina en Bucaramanga, Bogotá, Ocaña y Cúcuta.
Como Mamut era descendiente de Sleyser, el veterinario se apegó al animal. En cuestión de meses, el ejemplar lo obedecía, por lo que empezó a recorrer junto a su dueño diferentes instituciones educativas de la ciudad dando a conocer su obediencia y destrezas.
Mamut venía de una línea de sangre ganadora. Empezó a destacarse en campeonatos locales de exhibición, y durante 7 años consecutivos se llevó el primer lugar, hasta que lo declararon fuera de concurso.
Durante un año, llegó a ser la imagen de una reconocida marca de comida para perros.
Mamut, quien llegó a pesar 80 kilos, atendía 48 órdenes distintas. Sentarse, hacerse el muerto, cuidar, abrir los grifos para tomar agua, saltar y llevar objetos en el hocico, eran algunas de las indicaciones que cumplía.
“En alguna ocasión llegué tarde a la casa y la mujer no me quiso abrir”, recordó Alonso en medio de risas. “Al día siguiente empecé a entrenar a Mamut para que me abriera la puerta y él aprendió a hacerlo; desde entonces nunca más me volvieron a dejar por fuera”.
“A Mamut solo le faltaba hablar”, agregó el adiestrador, quien pasó un gran luto luego de la muerte del canino.
El año pasado, luego de la muerte de Mamut, Acosta cayó en depresión profunda: no quería saber nada de perros, y mucho menos pensaba en tener otro.
Al poco tiempo, un amigo le llevó un cachorro que era nieto de Mamut, al que se parecía mucho, por lo que Acosta no dudó en recibirlo. “Si tiene la misma sangre que mi Mamut, tráigalo de una”, le dijo al amigo.
Desde entonces se ha encargado de adiestrar al cachorro, que ya cumplió 10 meses, y con el que pretende terminar la historia de su libro.
Hasta la fecha, Mamut Bulsay, como fue bautizado, entiende 18 órdenes básicas.
Alonso Acosta empezó a adiestrar perros a los siete años, luego de que su abuelo le enseñó y le regaló un libro sobre este sistema.
Tony, un perro criollo negro, fue el primero en ser entrenado por el pequeño, que siempre soñó con ser veterinario.
De acuerdo con su experiencia, las indicaciones se les deben dan a los perros en alemán, porque es un idioma de pronunciación fuerte y corta.
“Los perros pueden empezar el procedimiento a los ocho meses; antes es imposible porque son muy juguetones y no atienden”, reveló el caleño.
“Es más fácil enseñarles que sit es sentarse a decirles que se sienten; el animal siempre se va a grabar la frase más corta”, agregó.
Para Acosta, las claves del adiestramiento son: la paciencia, el buen trato con el animal, y la recompensa por sus acciones.
“Un pitbull ataca cuando se siente atacado, o cuando se le ha enseñado a eso”, sostuvo Alonso. “El animal responde de acuerdo a como se le haya tratado en la casa”.
“En muchas ocasiones la gente dice que son peligrosos, porque muerden y no sueltan, sino tiran, pero eso tiene una explicación científica”, dijo. “Al morder con fuerza alguna superficie, el maxilar inferior del pitbull se desencaja, por lo que debe halar para soltar”.
“Con mi trabajo, pretendo mostrar que estos perros pueden ser utilizados como mascotas al igual que cualquier otro, como yo y muchos otros colegas lo hemos hecho”, resaltó.
Alonso no es la única persona con esta convicción en Colombia. A principios de este mes, más de 200 dueños de pitbull terrier se reunieron en Bogotá para manifestar su rechazo a la creencia de que este es un perro “potencialmente peligroso”.
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