Antes de montar en un trapecio o hacer rutinas de payasos, los 12 soldados que conforman el Circo Militar Risas por la Paz, trabajaban y vivían en el campo.

Cada año, el circo hace convocatoria de artistas militares, y se hace una selección de las brigadas que conforman la Segunda División del Ejército, en Boyacá, sur del Cesar, Norte de Santander, sur de Bolívar y Santander.

Luis Thiler Pino Quiroz es el encargado de preparar al personal y encontrar los perfiles de cada artista: los más robustos para actos de tragafuego, y los delgados para trapecio y malabares.

Así que mientras el resto de sus compañeros patrulla por los pueblos o está inmerso en zonas de conflicto, este grupo de militares artistas practican los números circenses que presentarán en  el show nocturno.

Pino no solo es el instructor artístico sino es el que lleva más años debajo de al carpa circense. Está desde los inicios de esta estrategia de acercamiento social del Ejército. Prestó su servicio militar en el circo y luego se incorporó al espectáculo como soldado profesional.

El hombre, que le ha dado vida los últimos años al  payaso Chistorete, se pensionó como soldado en medio del espectáculo artístico; hace tres años está vinculado al circo como miembro civil.

“Llevo toda mi vida debajo de la carpa, y cuando me pensioné el Ministerio de Justicia me permitió seguir en el circo, para que siguiera cultivando los nuevos talentos y llegáramos con risas y alegrías a las comunidades más vulnerables”, explica.

Para Pino, lo más difícil de dirigir a los artistas es que no cuentan con el tiempo suficiente para perfeccionar los números, pues los soldados regulares se unen al circo cuando llevan junos seis meses en filas, y tardan otros cuatro en aprender las rutinas.

“Cuando los muchachos están listos solo nos acompañan un par de funciones porque ya cumplieron su tiempo de servicio, por eso vivimos pidiendo que nos asignen soldados profesionales para tener continuidad”, agregó Pino. 

La Opinión