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Domingo, 15 Noviembre 2015 - 1:00am

Piloto de hogar cucuteño, As de la I Guerra Mundial

Carlos Otto Meyer Baldó se destacó por su valentía, hijo del alemán Jhohannes Ludwing Meyer y la cucuteña María Amalia Baldó Jara.

Cortesía
El comerciante experto en café Jhohannes Ludwing Meyer llegó a Cúcuta, en donde se enamoró. Hogar en el que nació Carlos Otto Meyer Baldó.
/ Foto: Cortesía
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La Primera Guerra Mundial fue ocasión para la trasformación de las tecnologías de los equipos de guerra. Pasar de la caballería a la aviación con toda su tecnología, fue un paso inmenso. Esta transformación la debieron afrontar los integrantes de los distintos cuerpos de combate, “chapados a la antigua”. Este paso lo debió vencer nuestro héroe.

Corrían los primeros años del siglo pasado y Cúcuta era una ciudad con características seculares y vivía aislada por las dificultades de comunicación que hacían casi imposible el contacto con el centro del país y para sobrevivir debió buscar acercarse a su vecino hacia donde logró abrir actividades comerciales y culturales que no solo generaron fuertes lasos de amistad, sino importante actividad de los negocios.

Usar las más avanzadas vías de Venezuela era la única, la más económica y fácil forma de salir al mar y la oportunidad de impulsar los mutuos negocios. Tal situación fue sin duda la razón de embarcarse en la titánica empresa de construir el Ferrocarril de Cúcuta y con él, lograr abrir vías para activar exportaciones, participando en el incipiente comercio internacional.

Tal relación de cercanía permitió además que se estrecharan lazos de amistad y fue generador fácil de uniones y fuertes relaciones familiares. Estas son las circunstancias en las que se gestó la familia del As de la aviación germana Carlos Otto Meyer Baldó, como lo veremos.

Hacia los años 1890, el café de América logró imponer su prestancia en Europa y el originario de Venezuela tuvo gran aceptación. Vastas regiones de Norte de Santander producían deliciosos granos del afamado producto, que hasta la Reina Victoria de Inglaterra reclamaba con deleite. La presencia del ferrocarril de Cúcuta, que pronto conectó con el del Táchira, fue el medio moderno para poder trasladar junto con muchos otros productos el aromático café, situándolo en el puerto de Maracaibo para su exportación a Europa.

Tal situación, que generó nuevos negocios y gran actividad, fue el motor que abrió activos horizontes comerciales y que generó fuerte interés a las grandes firmas comerciales europeas a establecerse aquí, y poder atender con eficiencia y cercanía los nuevas y las importantes transacciones.

Pronto se establecieron en Cúcuta casas comerciales como Bulton Jr. & Cia, Steinvorh & Cia, etc. La presencia de recién llegados hombres de negocios, que con sus atractivas figuras y sus extraños apellidos, pronto entablaron relaciones sociales con familias lugareñas.

Tal el caso del comerciante experto en café, Jhohannes Ludwing Meyer, quien se dejó atrapar por los encantos de la linda cucuteña María Amalia Baldó Jara, con quien casó y de cuyo matrimonio nacieron 8 hijos. El quinto Carlos Otto, quien vivió por poco tiempo aquí, dada una nueva inesperada circunstancia, ya que hacia 1899 el negocio de exportación de café a Alemania decayó bruscamente, al sumirse ese país en una fuerte crisis económica que vino a poner cortapisas a sus importaciones.

Como consecuencia, las oficinas de Cúcuta fueron reducidas de tamaño y sus negocios concentrados en Maracaibo. Hacia allá debió trasladarse la familia Meyer Baldó, y poco después, por órdenes de la oficina principal debieron mudarse a Hamburgo. Allí, Carlos Otto debió terminar sus estudios en 1914, en plena Primera Guerra Mundial. Atraído por las milicias, solicitó entrar en la escuela de caballería del Ejército de Wandbeck siendo trasferido al Escuadrón del Regimiento Dragonas No.9 y enviado al frente oriental contra los rusos, donde permaneció hasta 1916, ascendiendo a teniente y condecorado con la Cruz Hanseática por su gran valor en combate.

Sin embargo, la caballería había perdido su importancia para el combate, ante la reciente e imponente presencia de una nueva y al parecer muy prometedora arma, la aviación cuyas primeras actuaciones mostraron gran eficacia y versatilidad, por lo que de inmediato es adoptada como remplazante de la caballería. A Meyer le entusiasma la nueva carrera y solicita su traslado, siendo aceptado en la Luftstreitkrafte, a la que se incorpora con entusiasmo. La aviación de combate aún no existía, pero se le vislumbra gran desempeño.

Carlos logra la trasferencia y concluye su nueva carrera con éxito. Pronto alcanzó alto prestigio y se hizo a un historial de valor al servicio de la nueva fuerza. Para entonces, con solo aparatos de madera los que no superaban los 100 kilómetros por hora y a los que  inicialmente solo se les instalaron ametralladoras como arma de guerra, dieron resonantes éxitos.

Allí, por sus excelentes servicios en la fuerza, se le concedió la Cruz de Hierro.

Para 1917, el capitán Richthofen (el conocido Barón Rojo), busca candidatos para integrar su grupo de pilotos avezados y jóvenes, a su flotilla conocida como el  Escuadrón Jasta No.11, el que al mando del capitán Reinhardt rápidamente obtiene contundentes triunfos y quien al terminar la guerra, había acumulado 350 triunfos en el derribo de aeronaves enemigas.

Al año siguiente, Meyer calificado por sus actuaciones como piloto es trasferido al escuadrón conocido como ‘El Circo Volante de Richthofen’, en el que entró a codearse con los pilotos alemanes más famosos del mundo, como lo eran los hermanos Richthofen, Ernst Udet y Herman Goering.

El señalado honor de hacer parte de este cuerpo élite se ganaba por el número de aeronaves enemigas derribadas. Meyer logra su primer derribo a sus 22 años en la batalla aérea sobre el cielo de Flandern, Bélgica, al mando de un Albatros D.V. y en dura batalla enfrentando al biplano inglés RE.8, pilotado por el teniente Longton. Así inicia su ascenso al título de As de la aviación para el cual tiene que lograr al menos, 5 derribos demostrados.

Casi simultáneamente a su hazaña, cae derribado su jefe, Von Richthofen, quien con solo 25 años y una carrera brillantísima fue tristemente abatido dejando una dolorosa huella en Meyer y en sus compañeros. Debió reponerse pronto y buscar vengarlo, lo que casi de inmediato se le dio en el enfrentamiento con el biplano SPAD S.X111 francés, el que ganó prontamente.

Al final de la guerra, Meyer Baldó había logrado siete derribos de naves enemigas, lo que lo catapultó a su título de ‘AS de la Guerra Mundial’ al mando de los distintos aviones que tuvo asignados en las fuerzas germanas. Como su impronta personal siempre utilizó la figura de un hambriento perro babeante, en desafiante actitud frente a sus enemigos.

En noviembre de 1918, se firma el armisticio de Rethondes y se acuerda la victoria de los aliados en el conflicto que duró cuatro años, y que obliga a Alemania a la disolución de sus fuerzas militares.

Meyer se encuentra desempleado y sin un futuro inmediato, lo que lo impulsa a regresar Venezuela su país de origen.

Había tratado de desempeñar algunas actividades comerciales y empresariales en Europa sin éxito, ante la crisis económica que se generó al terminar la guerra.

Ante esta circunstancia y la opción de su ciudadanía venezolana, regresó al país y gracias a su prestigio como aviador buscó ser admitido en la Aviación Militar Venezolana y así, a mas de tener necesarios ingresos, calmar sus ansias de seguir volando. El gobierno lo aceptó pero lo asignó a volar solamente aviones no militares con el rango de teniente y además, buscó destacarlo como ejemplo y estímulo a las nuevas promociones de aviadores.

El 27 de noviembre de 1933, volando un biplano Stearman C-3B, lo hizo practicando maniobras de acrobacia altamente riesgosas, al punto de quebrar  un ala, precipitándose a tierra y falleciendo en el accidente. Meyer contaba en ese momento con 38 años.

La noticia de su muerte llegó a Alemania, ya gobernada por Hitler, y fungiendo en la comandancia de la aviación su antiguo compañero y último comandante del “Circo Volante”, Hermann Goering, quien enterado de la lamentable pérdida, ordenó enviar una comisión presidida por el Barón Wilhem von Birtner a sus exequias.  Hoy los restos de Meyer Baldó reposan en el Cementerio General del Sur, en Caracas y, en homenaje a su memoria, una calle de esa ciudad lleva su nombre y en la Base Aérea de Maracay, el Museo Aeronáutico fue bautizado igualmente con su nombre.

Esta es la historia gallarda de este valiente coterráneo quien dejó huella de valentía y arrojo.

*Alvaro Riascos | Especial para La Opinión

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