Como hace 15 años, cuando los paramilitares mataron a Edwin Ariel López Granados y Gerson Gallardo Niño, estudiantes de la Universidad Francisco de Paula Santander, la institución estaba en época electoral y el asesinato de los jóvenes quedó opacado por pancartas, entregas de comida, y la deplorable forma de hacer política en la institución.

De eso cayó en cuenta Edwin de los Ríos, sociólogo y compañero de los muchachos, quien no ocultó el estremecimiento al notar la coincidencia de fechas, de hechos que lo ponen a temblar porque aún tiene miedo, y a considerar que incomodar al poder político instalado en la universidad, no era motivo para que Edwin y Gerson aparecieran torturados, a la orilla de una carretera de Tibú, tras dos meses de secuestro, en 2003.

La legitimación de su homicidio con acusaciones que los señalaron como guerrilleros, y un contexto social e institucional que los estigmatizó, nunca clamó por ellos, y solo al final se animó a velar sus cuerpos, fue lo que los mató, más que las balas, dice de los Ríos.

“Se generó un quiebre en el entorno artístico, cultural, e intelectual de aquella época”, cuenta, pues el periódico universitario, Museo, desapareció con el retiro forzado de los compañeros de los jóvenes, así como el clima intelectual que trató de instalarse.

“Aún no logramos dimensionar qué pasó”, dice. “Tenemos los dolores, los traumas que no hemos compartido... Nos juntamos y decidimos contar la historia, pero parecemos los únicos interesados en contarla”.

Este jueves, trataron de reivindicar la autocensura con un evento académico que continúa este viernes, un mural que adornaron momentáneamente con libros de Gabo, Germán Castro Caycedo, y otros, tratando de exorcizar los estigmas “que pesaron más que los delitos”, y la justificación de los señalamientos que, esperan, no se repitan y se protejan todas las expresiones sociales en el centro de pensamiento local.