Predicar la palabra de Dios, dar un abrazo, jugar con niños y adultos, u ofrecer un helado, como lo hicieron el viernes, es solo una parte de la gran misión social y humana que traen consigo 19 jóvenes del colegio El Camino Academy (Eca) de Bogotá, de visita en Cúcuta para compartir con migrantes venezolanos.

“Estamos felices”, dicen, pues la experiencia en la ciudad reconociendo la realidad de esta población resultó más reveladora de lo que esperaban.

Laura Orjuela, estudiante del grado 12, afirma que si bien su mensaje es de esperanza “más allá de lo que vemos, y de lo material, porque la relación con Dios no se acaba”, también le ha partido el corazón ver ver las necesidades de la gente, que debe cargar maletas a cuestas, sin saber dónde va a dormir, o cómo podrán preparar el alimento para sus bebés.

“Al enfrentarse con la realidad uno se siente impotente”, señala Vanessa Vives, también del grado 12, pero con gratitud al reconocer que lo que tienen debe ser valorado, incluida su familia, su fe, su alimento, y la vida misma.

A María Fernanda Díaz, del grado 10, desde que llegó no se le ha borrado la sonrisa, y relata que desde que llegó a Cúcuta “me empecé a sentir más feliz, y no quiero parar acá, sino seguir haciendo esto incluso en Bogotá, donde sé que hay mucha gente que necesita ayuda”, pues convivir con los migrantes “es una motivación para seguir”.

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Entre las actividades que han realizado se destacan los juegos, la entrega de algunas ayudas que pudieron traer consigo, y por encima de todo la difusión de la fe como buenos siervos líderes, habituados a llevar felicidad, como afirma Santiago Guatibonza, estudiante del grado 9.

Claudia Gamboa, docente cucuteña que dicta español en el colegio, se enorgullece al hablar de sus estudiantes, que son antes que nada humanitarios, y señala que nunca pensó volver a su ciudad de origen “a devolver lo que Dios me ha dado”, en compañía de una nueva generación motivada por el servicio a las comunidades que los necesiten.