Desplazado por la violencia en el Cauca, Martín Alonso Caicedo Carabalí llegó al corregimiento Buena Esperanza (Cúcuta) -cuando era joven- en donde cursó primaria y parte del bachillerato. 

Hoy, a pesar de haber soportado las heridas de la discriminación racial durante gran parte de su vida, es abogado especialista en Finanzas Públicas con maestría en Derechos Humanos, orgullosamente amante de su color de piel, de su historia, su cultura y de lo que es como persona.

Lo apasiona trabajar en la defensa de las comunidades negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras. No litiga en los juzgados, pero sí ante las instituciones donde hace reclamación de los derechos de su pueblo.

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Y, como muchos afrocolombianos en la ciudad, se enfrenta día a día ante lo que él considera el mayor desafío: la ignorancia, pues asegura que esta ha puesto entre los hombres un muro más grande que cualquier otra muralla física creada.

Manifiesta que esta barrera oculta una cruel verdad, en la que la invisibiliza el aporte tan grande que le ha dado la población afrodescendiente a la construcción del país, contra sol, agua y todas las dificultades que vivieron sus ancestros.

“Les hace creer que son más grandes que nosotros y tienen más poder. Nosotros debemos destruirla con conocimiento y educación. Sobre todo, entiendo que, aun en medio de la igualdad, aún tenemos una diferencia: nuestro color de piel”, relata.

Las experiencias 

En el transcurrir de su vida, Caicedo expresa no haberse librado de la mirada inquisitoria del que se cree superior por su color de piel. Desde el colegio, era víctima de racismo, situación que se intensificó cuando se convirtió en líder social.

Pero el que más lo marcó, fue en medio de una protesta pacífica por la garantía de sus derechos, cuando era universitario.

“Ella me dijo: usted, negro esclavo, ¿qué pretende? Váyase para África. Sin embargo, por saber quién soy, de dónde vengo y para dónde voy, no me afectó. Ella lo dijo para fusilarme con sus palabras, pero cuando tú sabes quién eres realmente y cuánto vales, decides qué te hace daño y qué cosas solamente rebotan en lo que eres”.

Frente casos como estos, solo le ha quedado ser fuerte y continuar luchando con mayor vehemencia tanto en el aula como en la protesta social, instruyéndose y preparándose para ser más profesional.

Y así, avanzar con pasos agigantados en el trabajo por su comunidad, fortalecidos para combatir con educación al “inquisidor”.

Ser negro es más sabroso

En 2012, Caicedo, en compañía de sus matronas y mayores, lograron darle visibilidad a las comunidades afrocolombianas de la ciudad, al juntarse por primera vez oriundos de una misma región, con unas mismas costumbres y ritmos.

Tras unas reuniones informales, nació en ellos el deseo de oficializar las actividades con regularidad mediante la libre asociación, para tener mayor peso jurídico y legal. Así nació la Asociación Afrocolombiana Ser Negro Es Más Sabroso, en la que es fundador. 

“De esa manera, ya no hubo golondrinas dispersas, sino que muchas golondrinas se juntaron para poder llamar el verano y apostarle a la reivindicación de sus derechos”.

Hoy, esta se ha convertido en motivo de orgullo para nortesantandereanos que vibran por la igualdad, la reivindicación y la equidad, al saber que en el departamento existe una asociación preparada para defender al pueblo afrocolombiano.

Allí, Caicedo lidera proyectos de liderazgo, ancestralidad y autorreconocimiento. Sus mejores experiencias las ha encontrado en las sonrisas de los jóvenes al haber gestionado becas para que puedan estudiar una carrera profesional de manera gratuita mediante créditos condonables con el ICETEX.

“Eso me hace sentir que vale la pena, y una vez Dios permita que deje esta tierra, pueda haber una forma en que recuerden a este negro que hizo algo por ayudar a sus pares”.