La inhumación en tierra sigue siendo elegida por muchos a la hora de enterrar a sus muertos.
Los velorios ahora son más cortos, por los costos
No ha pasado mucho tiempo desde que las despedidas de los muertos estaban acompañadas de carismáticos personajes y de ritos particulares que le daban un toque más que eclesial al último adiós del difunto en su viaje hacia el descanso eterno.
Eran conocidos como rezanderos y lloronas, y eran contratados para acompañar al difunto mientras se encontrara en velación. Lo hacían de tal manera y con tanto fervor que cualquiera que estuviera presente quedaba convencido de que el muerto era de ellos.
Pero no solo eso, le sabían imprimir angustia y entusiasmo a los dolientes durante tres y hasta cinco días. El difunto había que enviarlo limpio de pecado a la gloria eterna. El rito terminaba en el cementerio.
Esos fueron tiempos pasados, porque hoy el velorio, o mejor, los servicios fúnebres, se cumplen en salas frías, austeras, en las que el tiempo, entre más corto, mejor, por aquello de los costos.
La evolución del arte
Las reglas y el protocolo cambiaron, y no porque se extinguieran las lloronas y los rezanderos, ni porque se haya perdido la esencia para despedir a los muertos, “no, en Cúcuta todo evolucionó jalonado por los costos”, aseguró el experto en servicios funerarios Jairo Alberto Sánchez.
Hasta hace apenas una década, enterrar un muerto no sobrepasaba los $400 mil. Hoy el velorio, incluidos los servicios de cafetería, preparación del cadáver, maquillaje, vestido, ataúd, bóveda, misa, los avisos, flores y transporte al cementerio, puede llegar a costar hasta siete millones de pesos.
El negocio varía dependiendo de las exi+gencias y gustos de los dolientes, porque mientras hay quienes prefieren la última morada en tierra para sus seres queridos, otros eligen las bóvedas, y algunos las cremaciones, dice Sánchez.
En Cúcuta, según el gremio de notarías, mueren cada mes 400 personas, cifra, que multiplicada por los costos del velorio para cada una, da luces de lo atractivo y lucrativo que representa el negocio para la industria funeraria.
El costo de un velorio hoy en las funerarias que funcionan en Cúcuta oscila entre $900 mil y $7 millones.
El servicio se presta por 24 horas y si se pasa de ese límite, los dolientes deben asumir un excedente de $60 mil por hora adicional.
La gente pobre prefiere llevar a sus muertos a la casa y velarlos allí para sacar el quite a las salas de velación y, por supuesto, a los altos costos. No obstante, en las viviendas las funerarias también ofrecen servicios más cómodos, como por ejemplo el kit de cafetería, la misa y el transporte al cementerio.
La bóveda es la preferida
El valor del velorio depende del cajón y de dónde quiera el doliente que se entierre a su ser querido, dice Sánchez. (Ver recuadro).
La oferta más barata sale costando $500 mil y no dura más de cinco horas. Hay funerarias que dan crédito para pagar a plazos el velorio.
Algunos lugares, en particular las iglesias, ofrecen servicio para depositar las cenizas, con placa y urna biodegradable.
Olegario Rincón, ejecutivo de ventas en una funeraria local, recuerda que anteriormente valía más la preparación del cuerpo que el cajón: $400 mil frente a $120 mil.
Esto cambió desde que el gremio funerario estableció parámetros y tarifas a los servicios, en un gesto de comodidad para el bolsillo de los dolientes.
La última velación
En la ciudad, muy por encima de ser una opción más barata, sólo un 25 por ciento de los deudos elige la cremación para sus seres queridos, señala Mauricio Lozano, administrador de la Funeraria Los Ángeles; otro 25% se decide por inhumación en tierra y el 50% los lleva a la bóveda.
En muy pocos casos los velorios se extienden por más de 24 horas, “los que pasan de ese límite tienen un recargo”, asegura Yolanda Peña, administradora de la Funeraria San Gregorio.
En Cúcuta hay un notable cambio de percepción respecto de la muerte. Ahora, según los funerarios, se buscan soluciones de corto plazo, rápidas y de bajo costo: entre más rápido se libre de la pena, mucho mejor.
Peña dice que en la capital nortesantandereana aún se conserva la tradición de llevar el muerto a la casa para velarlo allá.
La cuestión es brindarle comodidades a los dolientes, señala Lozano.
Juana Agámez, de 35 años, y quien el mes pasado perdió a su mamá, admitió que haberla velado en casa no fue por ahorrar costos “sino porque queríamos sentirla cerca, que descansara un momento al lado de sus hijos, nietos y demás familiares antes de llevarla a la sepultura”.
Las novedades
Aunque la velación de los muertos no ha variado en la última década en Cúcuta, las funerarias se han esforzado por innovar en la prestación de este servicio.
Algunas casas fúnebres de la ciudad acudieron a las nuevas tecnologías para facilitar que los familiares de los muertos puedan tener cercanía con su ser querido, así se encuentren en otra ciudad o lejos de la sala de velación: velorios virtuales.
Esto se hace realidad por intermedio de la Internet. Las funerarias que tienen esta opción facilitan a los dolientes una clave y una contraseña.
Una vez establecida la conexión con la dirección que suministra la funeraria e ingresado a la plataforma de velación virtual es posible escuchar, ver y observar el funeral en vivo y en directo. También puede grabar la velación desde su computador y tomar fotografías.
En algunos casos, en especial cuando los muertos son jóvenes, sus familiares ordenan vestirlo y maquillarlo de una manera particular para guardar un recuerdo natural y agradable de su ser querido.
“Hay casos en que nos traen la ropa que más le gustaba en vida y en otras ocasiones hay que elaborar o buscar el vestido en las tiendas locales”, explica Yolanda Peña, administradora de la funeraria San Gregorio.
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