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Domingo, 8 Septiembre 2019 - 3:20pm

Las últimas bordadoras de La Libertad

Un noble oficio que se va quedando en el olvido.

César Obando
En La Libertad existió un grupo de amas de casa que bordaban las mantas que vendían los tunebos en Cúcuta.
/ Foto: César Obando
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En las calurosas tardes del barrio La Libertad de antaño decenas de amas de casa sacaban los taburetes al porche de sus casas una vez terminaban los quehaceres del hogar y se sentaban en amena plática con sus vecinas a bordar.

De esas telas tensadas en un tambor de madera iban brotando como por encanto coloridos pájaros y mariposas, fragantes ramos de flores y toda una gama de figuras que servirían después para adornar vaporosas batas  que usaban las damas de Cúcuta. 

"Los tunebos era quienes vendían esas obras de nuestras abuelas y madres artesanas por las calles y puerta a puerta, prendas que ellos daban a las mujeres de La Libertad mediante sistema de maquila para que las bordaran y el resultado eran piezas muy hermosas y únicas"

Quien así se expresa es Marta Santamaría Guerrero, una de las últimas bordadoras de esa ciudadela de Cúcuta, quien aprendió el bordado de niña mirando a su mamá, Gricelia Guerrero, natural de San Andrés (Santander), fallecida hace seis meses a la edad de 81 años y que también le trabajó a los tunebos.

"Eso se perdió porque los vestidos que ellos venden ahora son bordados en máquinas industriales, quitándole trabajo a las mujeres que se ayudaban con el bordado desde el hogar para generar ingresos".  

Marta dice que su mamá aunque no sabía leer ni escribir, aprendió también de su progenitora, porque el bordado y su técnica es algo que se va aprendiendo de generación en generación.  "Ella pintaba sus propios dibujos y trabajaba muy bonito y en su tierra le encargaban trabajos y de eso se sostenía". 

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Negocio de familia
 
Marta quien vive en Aguas Calientes y trabaja en el taller de su hermana Liliana Santamaría en la calle 12 de Vallesther,
recuerda que cuando Gricelia estaba bordando ella se entretenía viendo cómo iban surgiendo flores, vegetación, animales y otras figuras muy coloridas. 

"Me llamó tanto la atención que le decía a mi mamá que me enseñara y ella me acondicionó un tambor con un pedazo de tela, hizo un dibujo a mano, enhebró la aguja con lana y me dejó dar mis primeras puntadas". 

Al tiempo asistió a varios cursos que dictaban en  el Centro de Atención a la Familia de La Libertad, donde perfeccionó la técnica con puntadas tales como el cordoncillo, puntada rellena, punto de cruz que se trabaja con hilo de madeja, punto atrás y puntada de ojal.

Aprendió también a tejer por enseñanzas de su tía Rosa María Pinto, que confeccionaba mediante esa técnica vestidos, trajes de baño, manteles para mesa, carpetas y otras prendas para comercializar. 

Ese oficio le ha dado para obtener algún ingresos, sin embargo el fuerte del negocio que comparte con su hermana es la muñequería, porque el bordado es exquisito para gente que conoce y sabe valorar el trabajo hecho a mano de manera artesanal, según dice.

"Queda la satisfacción de hacer unas bonitas obras, que perdurarán en el tiempo, caso de los  vestidos que bordé para mi hija y que heredaron sus primas más pequeñas", explica.

Las puntadas 

El punto relleno es para darle cuerpo a las figuras,  los tallos y algunas líneas se hacen con puntada atrás, otras son puntadas de ojal y puntada continua.

Se usan agujas punta roma finita o gruesa, aguja delgada y aguja con ojal grande para el bordado español que se logra con hilo perlé, mientras que el bordado normal se trabaja con hilo de lana.

Un noble oficio 

El bordado era menester de damas nobles y de religiosas conventuales, que pasó a ser oficio de mujeres de toda condición que bordaban o labraban los ornamentos para el oficio religioso, túnicas, capas y camisas.

Se atribuye la invención y el primer desarrollo de este arte a los babilonios ya que de Mesopotamia procedían los más famosos bordados en la Edad Antigua.

En la historia del bordado la civilización bizantina ocupa el primer lugar durante la Edad Media y las Cruzadas fueron el vehículo de este arte para el Occidente, pero en la Edad Moderna el bordado alcanzó una gran distinción al usar  en abundancia el hilo de oro o de plata (o canutillo) aplicado por manos expertas que ensartaban gemas, perlasy otros abalorios.

Eduardo Bautista

eduardo.bautista@laopinion.com.co

Periodista local de Q'hubo.

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