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Lunes, 13 Abril 2020 - 12:00pm

‘La lotería de la COVID-19, me la gané yo’

El primer recuperado del coronavirus en Cúcuta le contó a La Opinión el calvario que le ha tocado vivir.

Archivo La Opinión
Día tras día, las cifras de contagiados, fallecidos y recuperados, aumentan en Colombia aumentan. Por eso el Gobierno mantendrá el aislamiento social hasta el 27 de abril.
/ Foto: Archivo La Opinión
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“Uno qué se va a imaginar que ese virus le va a caer. Más aún cuando no ha viajado al exterior y cree que se está cuidando de no tener contacto con gente que haya estado en China o Europa, o que pudiera estar contagiada. Pero eso no es tan así, pues por más que usted haga todo lo que le indican para cuidarse, hay personas que no se toman en serio esto y terminan perjudicándonos, como me pasó a mí”.

Esta es la reflexión que José Barrera* hace sobre el calvario que le ha tocado vivir, luego de haber sido contagiado con la COVID-19, pasando las dos peores semanas de su vida internado bajo aislamiento total en una clínica de Cúcuta y posteriormente en su residencia.

Hoy, gracias a la atención médica que recibió en el centro asistencial y a las oraciones que él y sus familiares hicieron, como él mismo lo asegura, se encuentra súper bien, aunque debe permanecer encerrado, solo, en una habitación de la casa donde vive con su esposa e hija, a la espera de que el Instituto Departamental de Salud (IDS) de Norte de Santander le notifique que su segunda prueba, que le hicieron antes de salir de la clínica, salió negativa.

Y precisamente, sentado en una enorme cama, donde permanece gran parte del día viendo televisión, leyendo uno que otro libro y contestando los mensajes y las llamadas que le hacen, José le narró a La Opinión paso a paso cómo ha sido todo desde que comenzó a sentir que estaba padeciendo el virus.

Las primeras señales

“Hoy, después de más de una semana de haber salido de la clínica y de superar todos los problemas de salud, me he puesto a pensar cómo me contagié y creo que fue durante un partido de básquet que jugamos en el club, donde hay un campeonato de veteranos”, señaló.

Agregó: “eso fue el sábado 14 de marzo. Recordando con mi hermano y hablando con unos amigos, creo que dos personas que estaban el día del partido, una de ellas jugó contra mí, habían visitado Estados Unidos y Alemania, donde podrían haber sido contagiadas. Pero no quiero que piensen que estoy buscando un culpable, porque en estos momentos saber quién tiene la COVID-19 es muy jodido, pues muchas personas son asintomáticas y andan tranquilamente por ahí”.

Barrera sostiene que ha preguntado por esas dos personas y le dicen que no han tenido ningún problema de salud, a pesar de que son de más edad que él. “Por eso no quiero señalar que fueron ellos, porque además no sé si fue que toqué algo en el club que tenía el virus, pues como allá entra tanta gente y después del partido me quedé tomándome unas cervezas; además, días antes estuve en otros sitios de la ciudad. En fin, es muy difícil saber con precisión dónde y cómo me contagié”.

Sin embargo, ¿por qué José cree que fue ese sábado? Porque al otro día, el domingo 15 de marzo, comenzó a sentir un pequeño malestar, al que no le prestó mucha atención. De hecho, hizo algunas cosas con su esposa e hija, y también fue a visitar a sus papás, sin ningún problema.

Recordó que el lunes se levantó, se alistó y se fue a trabajar a su oficina, aunque el malestar ya era un poco más fuerte. “En la noche, cuando llegué a la casa, le dije a mi esposa que tenía como síntomas de una gripe, pero como no era nada fuerte, nos acostamos a dormir. El martes ya me sentía más enfermo, entonces decidí ir a la IPS de la medicina prepagada que tengo”.

Cuando José fue atendido, la doctora le preguntó que si tenía tos, fiebre, carraspera en la garganta, cansancio o cualquier otro síntoma; además, que si había viajado al exterior o entrado en contacto con alguien que hubiese estado en otro país, pues algunas de esas señales le podrían indicar que tenía coronavirus. Él, sin embargo, le respondió que no a todo, pues estaba seguro que se venía cuidando y tomando las prevenciones que le habían indicado por todas partes.

“La doctora me revisó y me encontró una inflamación del oído izquierdo, pero como tenía dolor en la cara, por lo que sufro de sinusitis, decidió mandarme un antibiótico, un dolex y otra cosas porque ella pensaba que tenía dengue. Una vez terminé la consulta, regresé a mi casa, me tomé las pastillas y descansé, pues sentía mucho cansancio; en la tarde me levanté y fui un rato a la oficina, cuando volví a la casa, me dormí”, sostuvo.

El miércoles, cuando se despertó, se sentía un poco mejor y por eso decidió ir a la oficina, para volver rápido a la casa, y seguir descansando. Como el jueves y el viernes seguía con el malestar, José decidió volver a visitar a la doctora e insistirle que no veía mejoría con los medicamentos que le había mandado; además, que sentía un ruido raro al respirar. La doctora decidió entonces mandarle a hacer una radiografía de tórax.

“El viernes, una vez salí del consultorio, me fui para la clínica y me hice la radiografía; cuando me la entregaron, me devolví para donde la doctora, ella y una prima que trabaja allá la revisaron, y me dijeron que todo estaba bien, por lo que me pidieron que siguiera con el tratamiento”, manifestó Barrera.

Añadió: “sin embargo, yo no me sentía bien. El sábado y el domingo los síntomas aumentaron, pues ya no solo era malestar general, sino que comencé con algo de fiebre y tos. Mi esposa, preocupada, se comunicó con mi prima, que es doctora, y ella le dijo que hiciéramos varias cosas, a ver si sentía alivio; así pasó el fin de semana, y llegó el lunes, cuando todo empeoró”.

Preocupado por lo que le sucedía, José, que no sobrepasa los 45 años, decidió comunicarse telefónicamente con su medicina prepagada para pedirle que le prestaran atención a lo que estaba sintiendo; allí le dieron una línea telefónica donde podrían atenderlo. “Y así lo hice, pero resulta que de un teléfono me mandaban a otro y así me tuvieron preguntándome la misma cosa, una y otra vez, y nadie me daba una solución, es más, les pedí que vinieran a mi casa o mandaran una ambulancia para que me llevaran a la clínica porque casi no podía respirar y me decían que no podían porque eso le correspondía al Instituto Departamental de Salud (IDS). Al final me pasaron a un médico y él me dijo que me tomara dos dolex cada seis horas; así lo hice y la fiebre me comenzó a bajar”.

Este virus se propaga muy rápido y es por eso que se deben mantener los cuidados preventivos que las autoridades y los médicos indican.

Días difíciles

Las horas pasaron y José pudo dormir, pero el martes, cuando despertó, los síntomas comenzaron a empeorar, al punto de que su esposa le dijo que lo sentía respirando muy mal y le insistió en que debía ir a la clínica para que lo revisaran de urgencia, pues estaba segura de que había sido infectado con el coranavirus. Él, sin embargo, decidió darle más tiempo a todo y continuar con los medicamentos.

Hacia las 9:00 de la noche de ese martes 24 de marzo, ante los problemas respiratorios, sumados a la fiebre que no le bajaba con nada, y para evitar que en su conjunto residencial, donde viven varios adultos mayores, lo estigmatizaran porque podría estar contagiado con la COVID-19, su esposa decidió llamar al hermano de José y entre los dos lo trasladaron a un centro asistencial.

“Cuando llegué a la clínica me recibieron en una carpa que tienen afuera en el parqueadero, me pedían que me pusiera el tapabocas, pero con eso yo no podía respirar. Ahí me hicieron los protocolos de rigor y me tomaron unas pruebas para saber si tenía la COVID-19; en ese lugar me tuvieron como hasta las 4:00 de la madrugada y luego me llevaron a una habitación”, comentó.

Barrera recordó que le sacaron sangre y por la nariz le introdujeron un largo hisopo, que le resultó muy molesto, pero al que no pudo negarse, pues así se toma la muestra para el coronavirus. Desde que llegó al centro clínico, aseguró que se sintió como si tuviera la peor de las enfermedades, pues los médicos y enfermeras que lo atendían debían usar trajes especiales, mascarillas y guantes; además, no se le podían acercar mucho.

En la habitación de la clínica permaneció más de una semana. “Allá me tenían bajo un estricto aislamiento, la única forma de comunicarme con mi familia era por el celular y cuando la enfermera entraba lo hacía rápido y se iba, fue algo muy extraño”.

Afirmó que fueron los peores días de su vida, pues poco a poco fue sintiendo que no podía respirar, por lo que le tuvieron que poner oxígeno; y aunque no lo llevaron a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), las enfermeras le decían que debía dormir boca abajo porque así podía respirar mejor.

“Eso fue terrible, tuve cuatro días de crisis en los que no era capaz de moverme; es más, perdí hasta el control de los esfínteres. No me daban ganas ni de comer, las enfermeras eran las que me animaban y los mensajes de mi familia. Comencé a orar y a pedirle a Dios que me ayudara, pero eso si no entré en pánico ni depresión, pues sabía que era peor; poco a poco las fuerzas me volvieron y pude recuperarme”, indicó.

Lo peor de todo, dice José, es que a pesar de que lo tenían bajo aislamiento y con todos los protocolos para alguien que podría tener el coronavirus, nadie se lo confirmaba, pues los resultados de las pruebas no llegaban. “A mí lo único que me dijo el médico que me recibió es que podría ser una neumonía, pero como estamos con esta pandemia, decidieron hacer como si yo tuviera la COVID-19”.

Confirmación y salida de la clínica

Hacia el 1 de abril, luego de estar una semana en el centro asistencial, el médico le informó que ya lo veía bien y que por lo tanto debía darle de alta para que siguiera el tratamiento y en aislamiento en la casa, aunque José le pidió una y otra vez que no lo sacara porque no se sentía bien; el galeno le respondió que era imposible que se quedara y que el protocolo así lo determinaba.

Ese mismo día, Barrera recibió los resultados de las pruebas que le hicieron el 25 de marzo en la madrugada, y que dieron positivo para COVID-19. “Yo no sabía si ponerme feliz porque ya me venía para la casa o si llorar porque me decían que había sido infectado por ese virus; todo fue muy raro”.

El jueves 2 de abril llegaron un par de enfermeras a alistar todo para que José Barrera* fuera llevado de nuevo para su casa, pero antes de que se le diera la salida, una persona entró a la habitación y le tomó otras pruebas; estas serán las que dirán si ya el virus salió de su cuerpo.

Hacia el mediodía, dos enfermeros entraron al cuarto y luego de subir a José a una camilla y ponerle un plástico totalmente hermético, lo sacaron. “Cuando salí de la habitación me llevé una sorpresa, pues las enfermeras y los médicos me hicieron una calle de honor y comenzaron a aplaudirme mientras me movían; de lo que no me di cuenta, y no me gustó para nada, es que me hicieron un video y lo publicaron”.

Y es que no era para más, José Barrera* en ese momento se convertía en la primera persona contagiada con COVID-19 que se curaba en Cúcuta. Pese a toda la zozobra e incertidumbre que este caso causó en la clínica, el personal médico podía dar un parte de victoria.

Soledad y estigmatización

Hacia las 2:00 de la tarde, de ese jueves, José ya estaba en su casa, donde lo llevaron hasta la habitación en la que hoy permanece aislado de su esposa e hija. Este hombre sostiene que en medio de este terrible episodio de su vida, ha sentido una estigmatización y el rechazo de muchas personas, cuando no debería ser así.

“En esto uno espera que la gente lo apoye y le dé aliento para mejorar, pero no, hay personas que lo llaman a uno para saber el chisme o para ver si yo los pude contagiar; cuando eso pasa prefiero no hablarles o decirles que no se preocupen que cuando me empezaron los síntomas yo me aislé, es algo terrible. Es más, acá en el conjunto también hay vecinos que están preocupados por lo que les pueda pasar, mientras que hay otras personas que si me llaman o me escriben para darme fortaleza”, señaló.

Aunque Barrera hoy se siente bien y cree que ya no tiene el virus, aún le faltan los resultados de las pruebas que le hicieron antes de salir de la clínica para tener certeza de que se curó. Además, le preocupa la salud de su esposa, hija, padres, hermano y otra gente con la que alcanzó a tener contacto antes de ser ingresado al centro asistencial, pues hasta el momento el IDS tampoco les ha hecho llegar los resultados.

Por ahora espera salir del aislamiento en su misma residencia para ir a jugar con su hija y poder sentarse cerca de su esposa para hablar de todo lo que está pasando con esta pandemia, que ya deja 41 personas contagiadas, 4 fallecidos y 6 recuperados en Norte de Santander, hasta el cierre de esta edición.

*Nombre cambiado por petición del entrevistado.

Cristian Herrera

cristian.herrera@laopinion.com.co

Periodista judicial e investigativo. Trabaja en Q'hubo y La Opinión

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