Creo que el enorme flujo migratorio dejó en (mayor) evidencia las dificultades que tiene la ciudad.
La Cúcuta que conozco

Debo confesar que me cuesta imaginar a Cúcuta en una situación de “normalidad”.
Desde la primera vez que la visité, a principios del año pasado, conocí a una ciudad de la que se podría decir que se encuentra revolucionada, desbordada o abrumada por la situación que sucede en Venezuela.
Es, sin dudas, la principal “ciudad testigo” del fenómeno migratorio más grande de los últimos 50 años en América Latina y aquello puede ser un privilegio, pero acarrea enormes dificultades al mismo tiempo.
Postales como la de mujeres vendiendo envases de plástico y botellas viejas de ron Cacique (que seguro guardaron durante años en sus despensas para alguna ocasión especial que nunca llegó) fueron las primeras que me impactaron cuando pasé por el parque Santander.
También la de los muchos jóvenes y adultos mayores ofreciendo fruta, cajas de cereal o lo que sea en la ruta que lleva desde la salida de Cúcuta hasta el puente Simón Bolívar.
Venezolanas vendiendo su cabello, voceadores ofreciendo a los migrantes boletos para viajar por tierra hacia más de seis países de Sudamérica en verdaderas odiseas y un joven que hace carteras con bolívares que ya eran inservibles para la inflación también me vienen a la mente.
Sin embargo, lo que más me impacto fueron los caminantes que bordean la carretera y saben que su travesía podrá durar semanas.
Yo creo que cualquier cucuteño podría narrar la historia del drama venezolano desde sus vivencias, desde lo que vio en las calles todos estos años.
El parque Santander, el mayor sitio de concentración de los migrantes venezolanos.
Como digo, eso puede considerarse un privilegio, pero no significa que las enormes dificultades que vive la ciudad por ellos sean menos importantes.
Creo que el enorme flujo migratorio dejó en (mayor) evidencia las dificultades que tiene la ciudad en lo que se refiere a servicios e infraestructura.
Los problemas de Cúcuta eran conocidos antes de todo esto, pero la ola de venezolanos ingresando en la ciudad hizo que el país entero conozca de ellos. Tal vez puede ser una oportunidad para pedir más atención y pedir soluciones a los problemas.
Pese a todo este panorama, también me quedan postales muy notables de esta ciudad que ya es la que más he visitado desde que vivo en Colombia.
La mayor de ellas es la de las enfermeras y médicos asistiendo venezolanas en diferentes condiciones, muchas al borde de dar a luz y en situación de desnutrición.
Los esfuerzos que ha hecho la ciudad en varios ámbitos para apoyar a sus vecinos en dificultades es algo de lo que Cúcuta deberá sentirse orgulllosa durante años.
En medio de las carencias, esta ciudad se comportó mucho mejor que otras de Colombia y el resto de Sudamérica, pese a que fue, como ninguna, la más rebasada por el paso de los venezolanos que huyen de su país.
Ojalá algún día, cuando todo esto pase, pueda volver a Cúcuta y conocer qué tal es esta ciudad en “un día normal”.
*Por: Corresponsal de la BBC en Colombia
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