Lo que muchos aún ven como una enfermedad más, para otros ha significado enfrentarse a un nuevo adversario con el que deben lidiar en medio de quimioterapias, radioterapias y controles para hacer frente no solo al cáncer, sino también al coronavirus. 

Aura Bastos, directora de la Fundación Pequeños Guerreros encargada de apoyar a niños con cáncer en todo el departamento de Norte de Santander, manifestó que la llegada del COVID-19 al país ocurrió de forma inesperada, afectando mayormente a los niños y a sus familias, puesto que son uno de los sectores más vulnerables. 

Bastos precisa que ellos al ser pacientes oncológicos son mucho más frágiles a cualquier tipo de infección. Si cuando no existía el coronavirus debíamos cuidarlos de cualquier cosa, ahora con la pandemia con mucha más razón tenemos que extremar sus cuidados. 

La representante de la fundación aseguró que, debido a la situación, se les ha dificultado en gran manera adquirir las ayudas para los niños, ya que, en la cuarentena han escaseado algunos productos como tapabocas, geles antibacteriales, jabón líquido y pañitos húmedos que forman parte del kit de aseo, complicando así la entrega a sus guerreros. 

De igual forma, Aura sostuvo que el aumento en los precios de los elementos de protección como los tapabocas aumentaron de una forma exorbitante. “Antes un tapabocas se conseguía en $200 y un N95 en $5.000. Para nosotros como fundación nos es imposible adquirirlos a precios tan elevados como los de ahorita”. 

Aunque gracias a los padrinos de la organización y otras personas de buen corazón, los pequeños guerreros han podido recibir tapabocas en tela antifluido y caretas de protección, Bastos señala que estos no han sido suficientes, porque no solo necesitan proteger a los niños, sino también a sus familiares para evitar cualquier riesgo de contagio.  

Pacientes en frontera 

(El apoyo brindado por la Fundación también alberga a niños provenientes del otro lado de la frontera.)

El apoyo brindado por la Fundación también alberga a niños provenientes del otro lado de la frontera, que desafortunadamente debido a la crisis económica y social que vive Venezuela desde hace años no tienen acceso a una atención médica, digna y segura que les permita recibir su tratamiento de quimioterapias. 

Antes del cierre fronterizo, los niños venezolanos pasaban con normalidad por los puentes limítrofes que atraviesan el Río Táchira, sin embargo, las condiciones de muchos cambiaron a causa de la pandemia, y algunos han tenido que cruzar por las famosas “trochas” para llegar al otro lado, exponiéndose de manera significativa. 

Por ahora, los niños que están recibiendo tratamientos han contado con la atención oportuna y el servicio de transporte privado en la ciudad, el cual les permite movilizarse de manera segura hasta su centro asistencial. 

Los niños, familiares y en especial Aura, esperan que poco a poco se vayan solucionando los inconvenientes presentados con la realización de exámenes especializados, citas con especialistas y pequeños que están pendientes para trasplantes y citas de control fuera de la ciudad.