Hace más de una década Cúcuta es sede del Congreso Internacional de Derecho Procesal, cuya celebración anual ha sido puntual. En los once que se han realizado en la ciudad ha estado en forma presencial el jurista español Jordi Nieva Fenoll, prestigioso tratadista de derecho, catedrático titular de la Universidad de Barcelona y de otras instituciones académicas de enseñanza superior en Europa y América Latina. Es también autor de más de diez libros y un activo defensor de las garantías que protegen la libertad y la democracia.

El 1 de agosto de este año Jordi Nieva Fenoll fue conferencista del XI Congreso Internacional de Derecho Procesal. Trató sobre ‘Oralidad, inmediación y valoración de la prueba’. También sacó tiempo para hablar con La Opinión.

El tema de los derechos humanos es muy sensible para la comunidad internacional. ¿Cómo ve, en general, su aplicación?

La aplicación de los Derechos Humanos es irrenunciable. Hay que respetarlos bajo cualquier circunstancia, aun en los casos de quienes los violan. Se trata de una garantía fundamental.

¿Cree que los Estados garantizan el respeto a los Derechos Humanos?

Mi percepción es la de que los Estados están respetando cada vez menos los Derechos Humanos. En especial, el derecho a la privacidad, a la intimidad. Hay muchas agresiones en la esfera personal. Lo más preocupante es que bajo la presión de la seguridad la gente quiere que le pongan cámaras, o micrófonos, que la observen, que entren en su vida a través de las redes sociales, que puedan controlar su correo electrónico. Todo eso lo utilizan algunos gobiernos para ejercer control con fines políticos. Lo cual puede derivar en dictadura, sin que se tenga una clara percepción de ese hecho.

Después de la Segunda Guerra Mundial, en el caso de Europa, ¿cuál es su opinión sobre el desarrollo de la democracia?

Después de la Segunda Guerra Mundial surgió un sentimiento de rechazo al fascismo y contra los totalitarismos en general.  Se pretendía luchar frente a un enemigo muy potente que era la Unión Soviética y su sistema de opresión, como lo tuvieron los perdedores de la guerra. La democracia  alcanzó entonces un impulso muy importante por parte de los gobiernos que se empeñaron en mantener las libertades.

En los últimos tiempos, tras la desaparición de la Unión Soviética, parece que eso importa menos y por lo tanto se hacen vulnerables los Derechos Humanos, con el agravante de que la gente no es consciente de ello. Y si se lo explican no lo entiende.

¿Hay paz en el mundo?

No la hay. Tal vez están tranquilos algunos lugares. Pero hay guerras estratégicas, como en el África, originadas por el interés en los recursos minerales, entre los cuales están los diamantes y el coltán. Otros conflictos armados surgen por razones económicas. Y me preocupa que no se hayan encontrado otros mecanismos para el manejo pacífico de asuntos de común interés.

¿Cómo ve usted el aporte de las universidades para el desarrollo y la comprensión de los derechos en el mundo?

Es una obligación fundamental. Si no existe la universidad no se va a enseñar el derecho y si este no se enseña dejará de existir como lo conocemos. Tiene que haber gente formada para que explique cómo son los Derechos Humanos, lo cual es fundamental.

Esa es la razón por la cual algunos gobiernos menosprecian la universidad, por ser un espacio de libre pensamiento. Y tal es el motivo para que surjan universidades privadas acomodadas a la conveniencia de sus patrocinadores.

A pesar de la civilización y de la asimilación y la defensa que se hace de los derechos, en Europa todavía hay sectores con tendencia a la discriminación racial.  ¿Qué piensa de esto?

Afortunadamente cada vez hay menos racismo. Ese problema se ha ido corrigiendo poco a poco. Las relaciones con personas de color ya no generan las extrañezas que provocaban en otro tiempo.

Y en materia de racismo siempre hay muchísimo camino por recorrer, porque en Europa cando se habla del desempleo, de las personas que pudieran ocupar los puestos de trabajo, o de la delincuencia, el europeo medio todavía tiene muy presente la figura del inmigrante. Y eso es falso, porque estadísticamente no es cierto que este cometa más delitos que los nacionales. De todas maneras, racismo hay menos pero sigue existiendo y hay que seguirlo combatiendo.

¿El islamismo es realmente una amenaza para el mundo?

Cuando alguien ve cortar la cabeza de una persona a sangre fría se desconcierta mucho. Pero  hay que pensar también que ese es el efecto que busca el Estado Islámico. Esa es una guerra en la que los dos bandos intentan asustarse mutuamente para minar la moral del enemigo. Es una vieja táctica.

Hay movimientos muy importantes en contra de las acciones fanáticas del Islam. Sin embargo, al final los fanatismos  triunfan y esto me preocupa. Es una masa de más de mil millones de personas, algo peligroso y por lo tanto un tema que debe tratarse con mucho cuidado y reflexión y no pensar que la mejor solución es bombardear y exterminar. Eso ya se ha hecho varias veces y no se ha conseguido nada. No es asunto de tratar en una comida con brindis de vino entre cuatro Jefes de Estado que no saben nada. Hay que pensar muy bien lo que se haga y tener claridad sobre su finalidad.

¿Si ha tenido aproximación a las negociaciones de paz entre el Gobierno de Colombia y las Farc en La Habana, cuál es su percepción?

Desde afuera se tiene una buena percepción. Pensamos que esto va a acabar bien. Desde luego, no va a ser satisfactoria la salida para todas las partes.

En las Farc hay personas que llevan muchos años en la selva luchando por unos ideales y su reintegración a la vida civil no va a ser comprendida o aceptada por sectores de la sociedad. Pero aquí lo que se quiere es que se acabe el conflicto.

Y en cuanto a la llamada justicia transicional que se aplicaría a los  actores del conflicto armado, ¿cuál es su pensamiento?

Es una justicia que busca satisfacer a todas las partes y la  comprensión del fenómeno. Se ha aplicado en España para la ETA y en Irlanda del Norte. Es cuestión de perdonar y amar al enemigo, que es lo más cristiano.

Usted ha sido un fiel participante en el Congreso Internacional de Derecho Procesal que se realiza anualmente en Cúcuta. ¿Qué importancia le concede?

El Congreso Internacional de Derecho Procesal de Cúcuta es uno de los más importantes del mundo. Y no es una exageración. Y la ciudad ha ganado porque mediante este evento se le conoce. No hay ningún procesalista, en diferentes países, que  no lo sepa. Y es una importante contribución al estudio del derecho y de la Justicia. Podrían llevarse a cabo, con el mismo éxito, otros eventos semejantes en diferentes áreas del conocimiento.

¿Cómo está la influencia de España en el mundo en el siglo XXI?

La influencia de España es escasa. Tiene la suerte de que los latinoamericanos la siguen considerando bien a pesar de algunas situaciones históricas. Es una relación que debe cuidarse y promoverse con sentido de igualdad. Hay mucho que enseñar y mucho que aprender. En Europa la cuestión es distinta. Se le toma en cuenta por su cultura y su economía pero no es el país más esencial en la toma de decisiones.