Los líderes piden dinero casa por casa y entre todos los vecinos colaboran para el entierro.
En El Carmen de Tonchalá no se paga por el sepelio
Cuando un habitante de El Carmen de Tonchalá muere, es todo un suceso en el corregimiento. De inmediato se accionan las alarmas comunales y los líderes empiezan a pedir, casa por casa, dinero para el entierro.
Un sepelio no es algo que se vea todos los días en este sector, pues hasta hace un par de días, con la muerte de Luis María Hernández, de 88 años, rompieron el récord de cinco años sin enterrar un paisano en el campo santo local.
“Este cementerio no tiene más de 40 tumbas en pie y eso es un gran orgullo para nosotros, porque acá hace rato que no sucede nada malo. La gente se muere de forma natural”, explica Nelson Hernández, líder comunal.
Cuando un habitante fallece, se hace la colecta para los gastos funerarios. La bóveda no tiene consto alguno, incluso los vecinos llegan pala en mano para ayudar a construirla. Los dolientes se alcanzan a ahorrar hasta un millón de pesos, lo que vale el sepelio más barato en Cúcuta.
“Acá lo que sobra es voluntarios. La gente que muere acá se queda acá. Son muy pocos los que se llevan a sepultar a Cúcuta”, asegura Hernández, quién se dispone a enterrar a su padre.
Familiares y vecinos trabajan en la bóveda. Unos traen cemento y arena y otros unos cuantos ladrillos. En un par de horas todo queda listo para el nuevo huésped del campo santo de El Carmen de Tonchalá.
Esta iniciativa comunal busca aliviarles el bolsillo a los vecinos y no dejar desaparecer el histórico cementerio, que según sus habitantes tiene alrededor de 300 años.
En medio de las ruinas de las tumbas más viejas se puede ver una placa de enero de 1927, perteneciente a Matilde Molina, otras tantas lápidas enterradas en la tierra no se alcanzan a leer.
Algunos de los antiguos residentes vuelven a El Carmen de Tonchalá tras su muerte, tal es el caso de un reconocido gallero que fue enterrado en este cementerio en cumplimiento de su última voluntad.
Buscan ampliar el cementerio
“En los años 70 el cementerio se redujo a la mitad porque la gente empezó a irse del corregimiento a la ciudad y el campo santo permanecía vacío. Ahora buscamos ampliarlo de nuevo porque han llegado nuevas familias”, explica Hernández.
Para rehabilitar el cementerio que vive de puertas abiertas de domingo a domingo y que solo es custodiado por una imagen de la Virgen del Carmen, la comunidad acudió a la ayuda de particulares y empresarios.
Adecuar el lote contiguo para las nuevas tumbas y reconstruir el encerramiento del campo santo, el cuál está a medias, hacen parte de las reparaciones.
“No queremos que la Alcaldía meta la mano acá para que no sea privatizado, y podamos seguir enterrando a nuestros muertos sin tener que pagar”, explicó el líder comunitario.
*La Opinión
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