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Domingo, 14 Junio 2020 - 7:41am

El coronavirus les brindó una nueva oportunidad

Antiguos habitantes de calle encontraron durante el aislamiento y en el Centro Vida de Cúcuta una circunstancia para crecer.

La Opinión
En el Centro Vida, quienes vivían en la calle han encontrado una oportunidad para salir de ese mundo.
/ Foto: La Opinión
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Por orden expresa del presidente Iván Duque, para contener los contagios masivos por coronavirus, desde el 16 de marzo todas las personas debían obligatoriamente quedarse en sus hogares y cumplir un confinamiento que, hasta el sol de hoy, no ha terminado, o por lo menos no oficialmente. 

Las calles debían estar desoladas y solamente podrían salir aquellos a los que les es estrictamente necesario. Pero, ¿qué hay de aquellos para los que su hogar es la calle?

Pues dada la emergencia sanitaria, desde la Alcaldía de Cúcuta se tomó la decisión de atender las 24 horas del día a esta población que no contaba con un techo ni mucho menos con recursos para evitar el contagio por el virus. 

Fue así como el Centro integral para la atención del habitante de calle o Centro Vida, prestó sus servicios de atención a aquellos que voluntariamente decidieron estar en este lugar todo el día, con el fin de evitar exponerse al contagio y permanecer bajo observación.

Alejandro Martínez, coordinador del Centro Vida o Centro de oportunidades, como prefieren llamarlo sus beneficiados, explicó que desde el inicio de la cuarentena el alcalde Jairo Yáñez y el director de Bienestar Social, René Diazgranados Villamizar, estructuraron un plan de acción sanitario para que los habitantes de calle fueran atendidos todo el tiempo y no solo media jornada como estaba sucediendo.

Lo anterior, con el fin de brindarles a ellos mejores servicios sanitarios, alimentación y por supuesto, evitar que esta población se fuera a convertir en un foco de propagación del virus, entendiendo que son pocos los que deciden recibir atención médica.

El coordinador de este centro argumenta que desde que inició el aislamiento social obligatorio, existe un número significativo de personas que deliberadamente aceptaron el confinamiento en ese lugar y para sorpresa de los funcionarios, familias e incluso de ellos mismos, muchos lograron salir adelante con procesos de rehabilitación, dejando de lado el consumo de drogas.

Las guías espirituales, terapias, el compañerismo y el apoyo que estas personas han recibido en el centro de oportunidades, les ha hecho ver la importancia de disfrutar de sus familias y las cosas esenciales de la vida. 

Y aunque muchos reconocen que no ha sido difícil superar la ansiedad, la meta de poder disfrutar con sus seres queridos en estos momentos tan difíciles, les motiva a seguir en su proceso de cambio.

Es de precisar que la Secretaría de Salud está desarrollando controles constantes en las instalaciones de este centro que tiene una capacidad máxima de 80 personas. Tamizajes, lavado de manos con frecuencia, uso de tapabocas, entre otras acciones, hacen parte de los protocolos de bioseguridad que se implementan para salvaguardar sus vidas.

Si bien es cierto muchos no son capaces de soportar la abstinencia y terminan yéndose, a pesar de que se brinda apoyo con profesionales, la dirección de Bienestar Social también ratificó que hay otro grupo dispuesto al cambio y las actividades lúdicas, recreativas y apoyos de grupos como los barristas del Cúcuta Deportivo, que han influenciado positivamente en muchos de ellos, demostrando que sí existen las segundas oportunidades y los cambios son posibles cuando hay disposición y voluntad. 

Y aunquue es verdad que el coronavirus trajo muchos efectos negativos en la economía y las relaciones sociales, y que muchas de las rutinas diarias se vieron afectadas por los cambios provocados por este virus, para muchos habitantes de calle fue necesaria una pandemia para poder recapitular sus vidas y volver a iniciar. La COVID-19 les presentó un nuevo estilo de vida.

Migración: pérdida y reencuentro

Jonathan González, venezolano.

Cúcuta, frontera con Venezuela, ha sido una de las ciudades del mundo que más ha recibido migrantes de este país durante los últimos años. Algunos contaron con buena suerte y lograron rehacer su vida en la capital nortesantandereana, a otros no les fue tan bien.

Jonathan es uno de los que no contó con mucha suerte. Su historia comenzó hace ocho meses cuando salió de su país con un plan de vida para comenzar en la ciudad, pero sintió que se le cerraron las puertas. Todo esto, sumado a los problemas que traía desde Venezuela, influyó para que cayera en las drogas.

Por fortuna, su deambular en las calles no fue muy largo, aunque menciona que los tres meses que estuvo en ese flagelo fueron suficientes para reflexionar y decidir que no quiere volver a ello.

Así que, tan pronto escuchó del centro dirigido por la Alcaldía, decidió acogerse a sus beneficios y abandonar la droga, por él, por su familia y su pequeña hija de nueve meses.

“Llevo 90 días aquí internado en un proceso de rehabilitación y me siento muy bien, tengo la posibilidad de ser el cocinero de la casa y bueno, estoy en la lucha y agradecido por este tiempo y la oportunidad que me han brindado”, puntualizó. 

Confiesa que el acompañamiento de los líderes religiosos que hacen trabajos con ellos dentro y fuera del centro, ha sido fundamental para ese cambio, pues ahora entiende lo valiosa que puede llegar a ser su vida.  

Ayudado para ayudar a otros

Wilkin Romero, 31 años.

La historia de Wilkin es de las que más impresiona a los funcionarios del Centro de Oportunidades, pues durante el tiempo de confinamiento logró superar su depresión y adicción a la base de coca, la marihuana y la cocaína. Se ha destacado tanto entre sus compañeros, que el equipo de atención decidió llevarlo a hacer acompañamiento a las jornadas nocturnas de servicio a los habitantes de calle. 

Este joven lleva tres meses en confinamiento en las instalaciones del centro y aunque es de Puerto Santander, comenta que llevaba muchos años viviendo en Bogotá, ciudad a la que prácticamente huyó para escapar de las drogas. 

Sin embargo, quería volver a ver a su familia y viajó a Cúcuta hace aproximadamente cuatro meses; fue allí donde volvió a caer, afirmando que su consumo era constante, día y noche. “Empecé a fumar base cuando estaba hospedado en un hotel, luego empecé a vender mis cosas, mi ropa, todo. Estaba muy mal”, comentó.  

Por fortuna, se encontró con la ayuda de los funcionarios del centro, los cuales lo acogieron y empezaron un proceso de rehabilitación. Wilkin precisa que quiere volver a ser una persona normal, lograr el perdón de su familia y recuperar a su hija de 8 años que vive en Arauca, y que lleva mucho tiempo sin verla. 

Su más profundo sueño es ser guarda de seguridad y por eso trabaja con disciplina para ser mejor, conseguir su trabajo y ser apoyo para su niña.

Reinicio en tiempo de pandemia

Javier Hernández, 30 años

Conoce las calles de Cúcuta a la perfección, pues desde muy pequeño las ha sabido recorrer por causa de las drogas. Antes de llegar al Centro de Oportunidades, vivía en el canal, consumía y vendía bazuco, robaba y todo el día la pasaba en la “calle haciendo lo malo”. 

Pero afirma que ahora sus pensamientos son diferentes, quiere ser una persona de bien, ayudar a la comunidad y salir adelante porque también tiene unos hijos por los que quiere luchar.

Dice que llegó al centro por un amigo, así que decidió acudir a ellos. Le gustó el lugar, y por primera vez en mucho tiempo, se dio cuenta de que no necesitaba de pastillas para estar bien.

Mis hijos no sé si están bien o están mal, hace mucho no los veo. Tengo una niña de tres años, otro de dos y una de un año y dos meses. A mi familia no la veo como hace seis años, casi toda la vida he estado en la calle, relata con tristeza. 

Sin embargo, con gran entusiasmo, cuenta que se quiere graduar como bachiller ya que el colegio lo dejó cuando iba en octavo; luego añora estudiar una carrera técnica para tener un sustento y poder recuperar a sus hijos. 

“Son tres meses sin consumir, este lugar me ha dado una nueva esperanza y este tiempo me ha ayudado a reflexionar. Gracias a Dios tenemos todo, los implementos de aseo, tenemos juegos y actividades, no nos da tiempo de pensar en droga, estamos enfocados en lo que es importante”, finaliza. 

Sara Barrera | sara.barrera@la.opinion.com.co

La Opinión

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