La familia Valderrama salió de su finca huyendo de los paramilitares y vieron en la basura una fuente de ingresos.
De desplazados de La Gabarra a recicladores en Cúcuta

Falta poco para el mediodía y la casa de los Valderrama está llena de costales. Aunque los cuatro adultos de la familia duraron 15 días en recolectar 136 kilos de plástico, solo recibirán $39 mil pesos,
Carlos Valderrama y su familia pasaron en un abrir y cerrar de ojos de recoger yuca y plátano en su finca en La Gabarra a recolectar cartones, plásticos y vidrios de la basura de sus vecinos.
El desplazamiento al que se vieron obligados por la presión de paramilitares y la necesidad los llevaron a optar por el reciclaje como forma de vida.
Aunque esta actividad les genera pocos ingresos les permite seguir adelante en familia. Al mediodía, cuando la mayoría de las familias están sentadas a la mesa almorzando, Carlos, su esposa Ligia, su mamá Gloria y su hermano Juan, alistan sus carretas para empezar el recorrido.
Durante por lo menos seis horas recorren Zulima, Los Pinos, La Ceiba, Guaimaral y Niza, entre otros sectores. A eso de las 4 p.m., Ligia recoge a cinco hijos en la guardería y los lleva a seguir con el recorrido para no dejarlos solos en la casa. Así que el papá les acomodó un espacio en su carreta para llevarlos.
A los Valderrama les tocó perder el asco por la basura a la fuerza, pues deben buscar en ella cualquier material que puedan revender, ya que son muy pocas las personas que les entregan los cartones y plásticos por separado de los residuos orgánicos. Además, deben lidiar con el desprecio de la gente.
“Hay personas muy colaboradores y otras no tanto. La gente cree que uno trabaja en esto por gusto y le gritan que busque trabajo”, explica con tristeza Carlos. “Estar más de seis horas en la calle aguantando sol y lluvias, empujando una carreta bien pesada, metiendo las manos en la basura, ¿les parece poco trabajo?”.
Además de la pobreza, los Valderrama viven en una lucha constante con sus prestadoras de salud. Una hija de Carlos sufre problemas del corazón y su mamá necesita una operación en el oído.
Hace dos días, a Carlos se le ocurrió poner unas fotos de su trabajo en su cuenta de Facebook pidiendo ayuda a los cucuteños. Buscaba desde un mercado hasta una cama en desuso o unas cuantas piezas de cartón, vidrio o plástico para vender, y encontró apoyo en unos y ofensas en otros.
“No estoy aquí por gusto”, explica mientras señala el rancho en el que vive junto a sus numerosa familia en El Salado. “Yo era feliz en mi finca, y ahora me tocó adaptarme”.
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