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Sábado, 21 Noviembre 2020 - 7:01am

Damnificados de la ola invernal revivieron su tragedia

En Cúcuta hay aproximadamente 80 sitios que han sido afectados por las lluvias. 

La Opinión
San Rafael, 23 de Enero, el conjunto cerrado Los Arrayanes y Brisas de Arkamar son algunos de los lugares más afectados por las lluvias. /Archivo/ La Opinión
/ Foto: La Opinión
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En medio de lágrimas, con la mirada perdida y desde el lugar donde hoy solo quedan escombros, las víctimas abrieron su corazón para contar cómo cambió su vida en cuestión de minutos. 

A Don Hermes, la Tonchalá le dejó una gran deuda

Hermes Ramírez es natural del corregimiento Guamal (Convención) y desplazado. Estuvo en Venezuela durante algún tiempo y retornó por la crisis que se vive  en el país vecino. 


Se dedicaba a vender frutas y verduras que compraba en Cenabastos, en una carreta por los barrios de Valles del Rodeo, Belén de Umbría, Belén, Gaitán, Cundinamarca, entre otros.

Compró un lote en el sector del 23 de Enero, con el fin de mejorar sus condiciones de vida y empezó a construir su casa, haciendo un préstamo para poder levantarla. 

Megahueco tapado por la lluvia se ‘tragó’ una moto en Cúcuta La noche de la tragedia solo pudo salir con lo que tenía puesto, porque la quebrada se llevó su casa, sus enseres, cerca de 2 millones de pesos que tenía guardados para pagar las cuotas del banco y un pequeño bolso donde guardaba el dinero de su trabajo, quedando literalmente en la calle.

Vivía solo, ya que la esposa y los hijos se fueron. Está enfermo y dice que no sabe cómo va a hacer para responder por la deuda y además dónde refugiarse.

“Llegaron a tocarme la puerta y a mí me dio fue rabia porque no me dejaban dormir. Cuando yo me desperté y prendí el bombillo, ya el agua estaba por la pared encima, cuando salí, ya todo el mundo estaba corriendo. A mí me rescataron, pero yo no pude rescatar nada”, recordó el señor Hermes con la profunda tristeza que lo embarga, pues a sus 61 años quedó con deudas y sin un techo bajo el cual dormir.

Ramírez contó que, en medio de la tragedia, lo único que pudo hacer fue correr junto a sus vecinos, pues la furia del agua los perseguía con la intención de llevárselos. Llegar al otro lado de la calle fue su salvación.

Durante estos días, ha sobrevivido en la casa de su hermana donde por ahora se refugia, sin embargo, está considerando la idea de aceptar la ayuda de la administración municipal y quedarse en uno de los albergues que esta ha proporcionado, con el objetivo de no quedar en el olvido y que de alguna u otra forma, lo ayuden a salir adelante, pues por ahora, una de sus mayores preocupaciones es la deuda que tiene con la entidad financiera.

“Fui al banco y me dijeron que tenía que pagar la cuota y que tenía que arreglar algo de la póliza. Yo vivía muy bien aquí, pero me quedé sin nada, solo con el pantalón que llevaba puesto. Yo no sé que hacer”, añadió. 

Sigue el temor entre los habitantes de las zonas de alto riesgo Sin embargo, agradece a Dios por la nueva oportunidad de vida que le brindó, ya que, a pesar de haberlo perdido todo, logró salvarse y, en medio de la incertidumbre y la desolación de estar sobre los escombros de lo que un día fue su hogar, sabe que debe continuar.

El río Táchira dejó las casas en el aire

“Más o menos a la 1:30 de la mañana se escuchó un estruendo fuerte, que fue cuando se cayó la pared que encerraba el condominio. Nosotros no sabíamos qué hacer, si abandonar nuestras viviendas o quedarnos a recuperar lo que teníamos”, relata con tristeza Alexander Urbina, habitante del conjunto cerrado Brisas de Arkamar, ubicado en la Vía Boconó, entre Villa del Rosario y Cúcuta. 

Un lugar donde muchas familias construyeron sueños, pero que jamás imaginaron sería atacado por la furia del invierno y del río Táchira, que luego de varios días, tiene a varias viviendas al borde del colapso y de ser arrastradas por las caudalosas aguas. 

Él, como alrededor de 37 familias, es damnificado por la ola invernal que atraviesa la ciudad. Sin embargo, su situación empeora al no ser de Cúcuta y no tener familia cerca a la cual acudir, por lo que no ha podido desalojar su casa. 

Lo anterior ha hecho que cada noche,  con cada precipitación, por leve que parezca, sea una tortura. Alexander no puede conciliar el sueño al pensar que su familia sigue estando en un lugar inseguro, ese que iba a ser su hogar por décadas, pero que ahora está en el limbo. 

“Se acabó la tranquilidad”

Cúcuta: el drama no cesa tras la tragedia por las lluvias La noche del martes 9 de noviembre todo transcurría normal, hasta que la lluvia irrumpió la tranquilidad. Sobre la 1:00 de la mañana, Pedro Pacheco, también residente del conjunto cerrado Brisas de Arkamar, recibió una llamada; esa que le indicó que la tragedia estaba cerca y que muy posiblemente los ahorros que había destinado para darle un techo digno a su familia podrían estar en riesgo. 

“En la llamada me pedían que corriera el carro que ya el río se había llevado toda la zona social y la piscina del conjunto residencial, cuando fui, me di cuenta de la magnitud del daño. No pudimos volver a dormir después de eso”, relató Pedro.

Después de ese día, todo es zozobra. Ya la comunidad tiene certeza de que si las lluvias continúan, las casas van a seguir viéndose afectadas e infortunadamente, la constructora a cargo no les ha dado respuesta oportuna, por lo que, así como Pedro, decenas de personas temen perder los ahorros de su vida, en un proyecto habitacional que no les brindó seguridad. 

Una tragedia anunciada 

Fanny Villamizar tiene aproximadamente 40 años viviendo en el barrio Santo Domingo, comuna 10 de Cúcuta. La noche del pasado martes 17 de noviembre,  el esfuerzo de mantener su casa en pie se desvaneció. El cerro de la parte trasera se vino encima de la vivienda.

El garaje que ella había convertido en dormitorio quedó bajo arena, rocas y los escombros de la casa. “Cuando eso ocurrió todos estaban durmiendo. Eran seis personas dentro y alcanzaron a salir de milagro; solo lograron sacar una maleta, porque lo demás quedó destrozado. Se les vino el cerro encima”, dijo la propietaria del inmueble llorando.

La situación de riesgo en la que se encontraba su casa, Fanny la viene exponiendo ante las autoridades desde hace años. “Vengo pidiendo que levanten el muro de gaviones hace mucho tiempo, incluso, dijeron que me iban a reubicar, pero eso nunca ocurrió y en la ola invernal pasada solo me dieron para un arriendo momentáneo”, explicó.

Fanny manifiesta que llevó cartas y peticiones ante los organismos competentes, pero nadie reaccionó.

“Esta casa es lo único que yo tengo y con ella ayudo a los venezolanos y me ayudo yo misma, porque no tengo trabajo y ya con más de 60 años quién me va dar empleo”, manifestó Villamizar, quien arrienda una parte de la vivienda a un grupo de migrantes.

La afectada indicó que el cuerpo de bomberos estuvo en el lugar y manifestó que la casa debía ser evacuada porque sigue corriendo riesgos de que otra parte del cerro se deslice. Sin embargo, ella dice que no saben a dónde van a ir todas esas personas.
Entre los inquilinos hay aproximadamente 7 niños y una mujer gestante, a punto de parir. 

“La situación es difícil para todos, no solo para mí que estoy a punto de perder el único patrimonio que tengo sino para las personas que de alguna forma también ayudo, porque a veces tienen para pagar completo, pero otras no, porque luego no les queda para comer”, reconoce Villamizar, quien vivió en Venezuela por 20 años.

Las lluvias siguen amenazando la casa de esta mujer, quien solo pide auxilio para no perderla. Ella asegura que no tiene cómo costear las reparaciones.

“Esta ola invernal vino otra vez a traer mucha tristeza a tantas familias en Cúcuta, porque no es solo mi casa la que está en riesgo sino la de muchas otras personas que viven en zozobra cuando apenas se asoma para llover”, precisó. 

Los animales también perecieron 

Mientras escuchaba su programa de noches navideñas, Rodolfo se percató que el agua estaba entrando a su casa. Ya era muy tarde para salvar a sus animales, tan solo quedaban vivos un pollo y un gato, pues su cabrita y otras aves murieron ahogadas. 

Según relata este habitante del sector de El Rodeo, en cuestión de minutos el agua sobrepasó sus caderas y todo lo que tenía en casa ya estaba flotando. Los electrodomésticos se dañaron y la vivienda donde ha pasado gran parte de su vida estaba totalmente llena de agua.

“Vivo solo, mi única compañía era mi mamá, pero hace unos años que ya no está conmigo. La tristeza de ver toda mi casa inundada, mis animalitos muertos y todo perdido, me causó lágrimas. Solo vengo a cuidar mi casa para que no se lleven lo poco que me quedó, pero de noche no puedo dormir ahí, el peligro está latente y la quebrada se puede volver a crecer”, mencionó Rodolfo. 

Él, al igual que decenas de familias en El Rodeo perdieron su sustento. Los animales con los que trabajaba a diario, principalmente cabras y pollos, quedaron ahogados. Ahora piden ayuda para una reubicación, o un proyecto que les permita rehacer sus vida de nuevo. 

El presidente de la Junta de Acción Comunal (JAC) de la zona, Nelson Contreras, mencionó que las pérdidas son cuantiosas y que las familias que no pueden desalojar viven con el miedo de que una nueva crecida vuelva a causar estragos.

“Yo también perdí muchas cosas y así estamos todos aquí. Las autoridades no han venido a verificar los daños y los damnificados siguen sin ayuda, por eso pedimos que las autoridades locales nos atiendan”, precisó Contreras. 

La Opinión

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