En Cúcuta decenas de personas libran a diario verdaderas batallas de subsistencia implorando en cada calle, semáforo o plaza pública una moneda para comer.

En el amplio portafolio de menesterosos están los cucuteños, que según la caracterización de la Secretaría de Bienestar Social del municipio, son unos 1.200  habitantes en situación de calle.

Sin embargo, no existen cifras de migrantes venezolanos que, al estrellarse con la realidad del desempleo que galopa en este lado de la frontera, se han dedicado a pedir, multiplicando el fenómeno de la mendicidad.

Entre quienes viven de la caridad se cuentan hombres, mujeres, niños y hasta población indígena, cada uno con una historia que contar y como denominador común el hambre y un cúmulo de necesidades.

Ese es el caso de María Desirey Calderón Fuenmayor, de 25 años, natural de Valencia en el estado Carabobo de Venezuela, quien llegó con su compañero sentimental hace un año, arrastrando una niña de tres y con siete meses de embarazo.

En su estado de gravidez se vio obligada a vender caramelos en los semáforos para ayudarse con la comida y el arriendo de una pieza en el barrio Bogotá.

La situación se le agravó porque antes de cumplir la dieta el marido la abandonó y se vio obligada a pedir limosna en las calles, generalmente en la avenida Cero, frente a un reconocido hotel de ese sector.

Allí se ve a diario llevando en brazos a  su pequeña que en septiembre cumple un año, mientras su hija más grande permanece en un hogar de cuidado diario.

Lo que gana, que no pasa de $20.000, le sirve para comprar siete pañales desechables que gasta la niña al día, pagar los $5.000 del arriendo de la pieza y "lo demás es para medio comer", como dice María, quien un día fue una empleada en una fábrica de plásticos en su Valencia natal, que cerró porque se acabó la materia prima, cuando a ella también se le acabó su tranquilidad.

Los nuestros

Yolit Jesús Arévalo, una cucuteña de 40 años, recibió un impacto de bala cuando tenía 12 y desde entonces quedó atrapada en una silla de ruedas, lo que la obligó a salir a la calle a vivir de la caridad y generosidad de los cucuteños al no conseguir quién la empleara.  

Ella se ubica en el amplio andén de la Catedral de San José frente al parque Santander, junto a otras personas que también extienden la mano a los que caminan por el céntrico sector, muchos indiferentes al drama de sus semejantes a quienes una moneda puede hacer la diferencia entre probar o no alimento.

En las mismas condiciones que Yolit Arévalo hay muchos cucuteños y personas provenientes de municipios del departamento y otras regiones del país, quienes al tener una discapacidad, ser de avanzada edad, estar en las drogas, no tener acceso a un trabajo o dinero para montar su propia venta ambulante y procurarse un ingreso, hacen de la limosna su tabla de salvación. 

Ese panorama se complica con la llegada de venezolanos, hombres, mujeres y niños que, ubicados en los atrios de las iglesias, parques, escenarios deportivos, semáforos, el transporte público, las entradas a centros comerciales y establecimientos oficiales, buscan desesperadamente una mano amiga. 

Es un drama que parece no tener fin, han dicho a este diario personas consultadas, que reclaman acciones urgentes del Estado y de los gobernantes locales para que se asista de manera humanitaria a quienes están en condiciones de vulnerabilidad en las calles, tanto nacionales como extranjeros.

Problema en aumento

Óscar Sandoval Blanco, secretario de Bienestar Social, dijo que el tema de la mendicidad es una situación que preocupa a todo el estamento municipal y que en los últimos años se ha ido incrementando.

Sumado a la problemática social generada por decenas de personas en condición de calle producto de la descomposición familiar, el consumo de sustancias psicoactivas y resultado de la pobreza extrema, está la población migrante que ha llegado a la ciudad. 

Bienestar Social viene adelantando acciones de la mano con el Grupo Especial Migratorio (GEM), que tiene la tarea de hacer las búsquedas activas de aquellas personas que no están en situación regular en Cúcuta. 

La secretaría igualmente trabaja con la población que habita desde hace tiempo en diferentes sectores de la ciudad como parques, canales, la Terminal de Transportes, brindándoles un lugar de paso para prestar la atención integral que incluye alimentación, útiles de aseo, vestuario, asistencia profesional.

La Alcaldía está adecuando un lugar especial frente a la Terminal  que será sede del primer centro noche para habitantes de calle, con capacidad para 80 personas que tendrán hospedaje y alimentación todos los días. 

Mendicidad infantil

En Cúcuta podrían estar dándose casos de mendicidad infantil forzada, en la que niños y niñas menores de 18 años se ven obligados a mendigar por coacción sicológica y física por personas sin escrúpulos. 

La comunidad hace un llamado a las autoridades para que  investiguen, dado el  gran número de niños que se observa en la calle en esos menesteres.