Esta psicóloga que nació en Cúcuta y ahora vive en Madrid, envía un mensaje para que no bajemos la guardia ante el COVID-19.
Cucuteña en España: Hace una semana reíamos la 'coronahisteria', hoy vivimos una pesadilla
*Este texto fue escrito por María Cecilia Machicado Villamizar, cucuteña que reside desde hace más de 15 años en Madrid, ciudad que por estos días está en el epicentro de la crisis el alto número de casis de coronavirus.
Todos se sienten en capacidad de hablar de una realidad que en efecto han afrontado, pero si no, simplemente la evaden, no se tiene en cuenta. “Si a mí no me ha tocado, no creo que sea verdad… Es solo en Asia, hay mucha distancia, la gente está en pánico, no es para tanto”, fueron los comentarios que se escuchaban en Europa sobre el coronavirus, según mismos testigos (muchos de ellos colombianos). En Latinoamérica, estos comentarios siguen abundando.
No habría que ir lejos, en Cúcuta pese a las medidas que se han tomado, hay quienes no han podido darse cuenta de una realidad que es inminentemente, que está tocando de una u otra forma a la región. Por eso, paisanos que están en uno de los países (España), que reportó más de 2.000 casos en 24 horas, quieren contar su historia.
María Cecilia Machicado Villamizar, es una de ellas e inicia su relato así:
Hace sólo una semana estaba riéndome de la “coronahisteria” (que existe), de los mensajes apocalípticos y de la gente “alarmista”. Lo teníamos al lado, en Italia, el mensaje oficial llamaba a la calma, ¡lo estamos conteniendo! y la mayoría en España lo vivíamos como espectadores, desde las terrazas de bares y restaurantes, manifestaciones, centros comerciales, reuniones con amigos y puestos de trabajo.
“Es un catarro fuerte”, “igual nos contagiaremos todos y no nos daremos cuenta”, “sólo muere gente muy viejita y con otras patologías” y un largo etc. Mientras tanto, ese 15 % de la población infectada de coronavirus que necesitaba ayuda hospitalaria y el 5 % de pacientes críticos que necesitaban ir a la UCI (Intensivos), no paraban de llegar a centros de salud y hospitales. Los demás, la gran mayoría de los casos, efectivamente pasarían desapercibidos o con síntomas leves, parecido a un catarro, guardando reposo en casa.
Y de repente… como un tsunami, nos enfrentamos a la realidad, con los hospitales colapsados, no porque la gente estuviera gravísima o porque el número de casos fuera muy grande proporcionalmente al número de habitantes, sino porque los hospitales están preparados para atender el volumen habitual de pacientes, no tantos nuevos a la vez. A partir de ahí, cada pocas horas cambiaba todo y teníamos que ajustarnos psicológicamente, en tiempo récord, a las nuevas medidas que se tomaban desde el gobierno y que condicionarían tanto nuestros hábitos, el día a día ¡y nuestra vida!
Se empezaron a abarrotar los supermercados, la gente corría buscando abastecerse sin saber realmente para qué ni por cuanto tiempo.
Vi cerrar, sin haberlo previsto, ni remotamente, las empresas con las que colaboro como psicóloga externa (lo que aquí llaman autónoma), con lágrimas en los ojos y con la incertidumbre de si sobrevivirán esta crisis y tendría trabajo a la vuelta. Afrontar que es cierto eso de que la vida cambia en un minuto, que los planes y proyecciones que tenías pueden quedarse en el aire y te tendrás que reinventar.
Pasé de abrazar y saludar de besar a mis amigos (doble, además, por acá), mis pacientes, mis alumnos y a todo el que siento que lo necesita, a mirar a todos con recelo, a guardar las distancias y tratar de cuidarme y cuidarles de esta manera, porque solo hasta entonces nos empezamos a tomar en serio la distancia de seguridad, la extrema higiene, etc. Es impresionante como hace de falta el contacto, era muy raro verse y contenerse y aprender a abrazar con el alma y los ojos a quien tienes al lado (bueno... a un metro o dos).
Y ahora, todo esto que parecía imposible que pasara, ¡está sucediendo! Ya estamos todos en casa, con las salidas limitadas, no solo porque es el mandato oficial, sino porque es lo más responsable y amoroso que se puede hacer en estos momentos, por todos.
Esta será nuestra realidad por un tiempo indefinido (esperamos que no muy largo), estar en casa, consumir lo mínimo, lo realmente indispensable y aprender a convivir 24 horas al día en pocos metros cuadrados con los que más quieres.
Todas esas prisas frenéticas en que vivía los últimos años, el ir de un lado para otro a trabajar y arañar el tiempo para dedicarle a mis hijos, se acabaron. Ahora tendremos tiempo, mucho tiempo de compartir en familia, de jugar, de reírnos, de hablar, de querernos y también será un reto. Un reto que agradezco al ver sus caritas y sentir desde lo más profundo que mientras tengamos salud, lo demás puede esperar.
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La curva sigue subiendo en España y se espera que suba al menos un par de semanas más, para empezar la fase de meseta hasta empezar a remitir, gracias a la responsabilidad colectiva de quedarse en casa excepto para ir al supermercado, a la farmacia o a los sitios de trabajo que se mantienen abiertos. Con el corazón encogido y agradecido con los profesionales de la salud que trabajan en turnos de hasta 36 horas, esperamos que así sea.
“Y ahora… me siento en parte como repitiendo una película de suspenso, está pasando en mi amado país y una parte de mi vuelve a vivirlo con miedo. Pero también veo que los gobiernos que están empezando a vivirlo, han aprendido de la experiencia. Además tenemos equipos de investigación en todo el mundo trabajando para entender mejor el virus, su comportamiento y la forma de vencerlo. En Colombia ya se están tomando medidas, dependerá de toda su población, luchadora y echada para adelante, acatarlas.
No puedo permitirme caer en juzgar, criticar o enfurecerme con las personas que aún no siguen las medidas de prevención o que todavía no se lo terminan de creer. ¡Claro que es una irresponsabilidad!, pero lo veo como un proceso de adaptación psicológica en tiempos de crisis, nadie está preparado para algo así y cuesta creerlo, pero finalmente se va llegando en poco tiempo a un nivel de conciencia de que lo mejor que podemos hacer por el mundo entero, es cuidarnos.
Cuidar nuestro cuerpo y nuestra salud, claro, pero también cuidar nuestra mente huyendo de información difundida sin el fundamento que se requiere, sin ser contrastada, también es nuestra responsabilidad no difundir dichos mensajes.
Tampoco es tiempo de buscar culpables, de enfurecernos entre nosotros mismos ni discutir sobre quién tiene la razón, esto nos desgasta, nos consume una energía que necesitamos para volver hacia adentro, para querernos, para protegernos, a nosotros mismos y a los demás.
En la medida de lo posible, quedémonos en casa, evitemos espacios y reuniones con mucha gente, auto aislémonos en caso de tos, fiebre o resfriados, tomémonos la higiene en serio, mantengamos la distancia de seguridad, no nos saludemos de beso ni demos la mano, no acudamos a los centros de salud ni a los hospitales si podemos dar un manejo en casa, no reunamos a los niños en parques o eventos (ellos no suelen presentar síntomas, pero si son transmisores), no expongamos a nuestros mayores, ayudemos a los médicos en su labor de cuidarnos. ¡Esto no durará para siempre!”
“Elevo una oración por Cúcuta y por el mundo entero, que ahora parece tan vulnerable pero que en la realidad es fuerte, muy fuerte, porque está surgiendo un amor y una solidaridad que transforma los tiempos de crisis y nos ayudará a salir de esta mejor de lo que éramos antes, más unidos y conscientes de cuidarnos mutuamente. ¡Ojalá para siempre!
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