Los usuarios del transporte público solo tienen que levantar para abordarlos en cualquier parte de la ciudad.
Cúcuta no tiene paraderos de buses
Abordar o descender de una buseta de transporte público urbano en Cúcuta es algo que se puede hacer en cualquier parte de la ciudad, sin temor a que el conductor se niegue.
Esto sucede no por preferencia de los pasajeros o por gusto de los conductores, sino, sencillamente, porque no hay una política oficial de paraderos de bus urbano que obligue a las 13 empresas que prestan este servicio en la capital nortesantandereana a recoger y dejar pasajeros en sitios seguros y acondicionados para estos fines.
La falla, que ya se volvió costumbre, porque las actuales lechuzas cucuteñas llevan más de 20 años sin contar con paraderos, se produce también porque las distintas administraciones de turno, incluida la actual, no le han hecho inversión a esta necesidad, salvo los siete que hace 11 años se instalaron durante el mandato de Manuel Guillermo Mora.
Los pasajeros son los más afectados por la ausencia de paraderos, por un lado, porque deben soportar las inclemencias climáticas a la espera de los buses, y por el otro, enfrentarse a la incertidumbre de verse accidentados por abordar o descender en sitios no aptos para ello.
Lo preocupante de esta falencia que le tiene puesta una fachada a Cúcuta de ciudad desordenada es que en el corto plazo la administración municipal no tiene planes para invertir en paraderos de buses, como sí se conocen en otras ciudades capitales, como Medellín, donde se avanza en la construcción de 750 paraderos de bus a un costo de $14.000 millones.
Pero no solo la ciudad está afectada en su entorno urbanístico y en su imagen, también en la movilidad, porque ante el desorden que protagonizan las busetas parando a recoger y a dejar pasajeros en cualquier sitio, el tráfico automotor se convierte en un caos, dice Carlos Alberto Sánchez, director ejecutivo de Asoempresas, la agremiación que aglutina a las 12 empresas de taxi que operan en Cúcuta.
Hace 11 años cuando se instalaron los últimos siete paraderos de bus, hoy deteriorados y en el más completo abandono, la administración municipal argumentó que la inversión hacía parte de una estrategia encaminada a dotar la ciudad de espacios dignos para los pasajeros, pero también en dirección a ir garantizando el acoplamiento con el proyecto del transporte masivo integral de pasajeros de Cúcuta.
Sin embargo, de esas buenas intenciones no se volvió a hablar. Hoy, en una ciudad de cerca de un millón de habitantes, por cuyas calles circulan no menos de 265.000 vehículos y 60.000 motocicletas, la imagen que se ofrece en materia de paraderos es de negligencia y atraso.
El parte que entregó a La Opinión el actual director de Tránsito, Carlos Villadiego, cuando se le preguntó por los planes en materia de paraderos de buses, es el mismo que rindió el año pasado su antecesor, Ricardo Villamizar: “No están en los planes. Lo uno, porque no contamos con personal suficiente para controlar el cumplimiento del uso de los paraderos y, lo otro, porque hace falta mucha cultura ciudadana tanto en conductores de busetas como en los usuarios”.
Conductores de busetas aseguraron que los paraderos se han reclamado desde muchos años atrás, pero el responsable de instalarlos, el municipio, no ha dado cumplimiento a esta necesidad.
El mal se ha mantenido a lo largo de la última década y por ello hoy resulta normal ver que los conductores de transporte urbano, sin ningún control de las autoridades de Tránsito, recogen y dejan a los viajeros en cualquier parte, sin importar los trancones que produzcan en el tráfico de los demás automotores.
Pero también es común que los pasajeros nunca busquen los pocos y destartalados puntos que existen para abordar los vehículos hacia sus lugares de destino. “Da pena que en una capital tan importante como Cúcuta las autoridades nunca se hayan interesado en dotar la ciudad de paraderos, lo cual nos deja expuestos al peligro”, dijo la enfermera Rosa Pérez.
Ejemplo de todo lo contrario a lo que sucede en Cúcuta, en donde tampoco se conoce del primer comparendo a un conductor de bus urbano por dejar o recoger personas en cualquier sitio, ocurre en Medellín y Bucaramanga, ciudades que cuentan con más de 1.000 paraderos modernos y ajustados a las exigencias de transporte, todo sin que las administraciones municipales hayan invertido un peso para ello.
Cómo se hizo en otras ciudades
Las concesiones son, a juicio del arquitecto Carlos Mario Rodríguez, la opción más viable para dotar las ciudades de paraderos.
Es el caso de Medellín, donde la alcaldía no invirtió un peso en la instalación de los 750 paraderos que se anunciaron el año pasado, el proceso de suministro, instalación, montaje, mantenimiento y reposición del mobiliario urbano que se construye en esa ciudad, cuyo presupuesto fue estimado en 14.000 millones de pesos, se realiza por medio este sistema.”, dijo este profesional.
Explicó que la concesión se pactó a 12 años y para el municipio, en lugar de invertir, le representa regalías por el tema de comercialización de publicidad, dado que por cada paradero hay un panel publicitario.
Además, el concesionario está obligado a incluir un 7,5 por ciento de información institucional en los paraderos, “lo cual representa otra ganancia para la administración municipal, como quiera que tiene la oportunidad de exhibir sus planes de gobierno.
Un proceso similar se cumplió en Bucaramanga, tras la puesta en marcha en 2010 del transporte masivo Metrolínea. En la ciudad de los parques hay instalados cerca de 450 paraderos.
*La Opinión
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