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Domingo, 5 Abril 2020 - 7:36am

Coronavirus ‘flagela’ la Semana Santa

“Es un sacrificio muy grande no poder celebrar los ritos, el fundamento de la fe”, expresó el obispo de Cúcuta.

Laura Serrano y César Obando
Los sacerdotes no tendrán quien los acompañe a escuchar el sermón. En esta ocasión no habrá ramos, agua ni fuego qué bendecir presencialmente. Todo será virtual.
/ Foto: Laura Serrano y César Obando
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Este domingo, los ramos con los que tradicionalmente se recuerda la entrada solemne de Jesús a Jerusalén y que marcan el inicio formal de la Semana Santa no ondearán por montón en las iglesias. 

A las afueras de los templos y capillas no habrá tumultos y los vendedores ambulantes tampoco estarán haciendo sus mejores ofertas, porque no habrá feligreses a quién atraer. Las puertas estarán cerradas por completo y las grandes bancas que por lo general nunca dan abasto para albergar a tantos fieles católicos, permanecerán vacías.

Los nazarenos esta vez no harán gala de sus atuendos morados, negros o blancos; esos  que desempolvan cada año para las grandes procesiones que marcan una de las tradiciones más importantes de la fe cristiana en el mundo. 

En las calles no desfilarán imponentes las imágenes de Jesús y María, y  en Pamplona los turistas ya no podrán disfrutar de las representaciones infantiles, ni de la majestuosidad de la Última Cena que es paseada en hombros por un poco más de 30 hombres, cada Jueves Santo.

Lo más fieles no participarán del lavatorio de los pies, ni saldrán en grandes caminatas para acompañar las estaciones del Viacrucis que representan el camino que Jesús tuvo que recorrer antes de ser crucificado. 

Las reflexiones que se recogen en el Sermón de las Siete Palabras, tal vez la ceremonia más larga de la Semana Mayor, esta vez se tendrán que hacer en casa y en familia, o escucharlas  frente a un televisor.

El sábado en la noche, las iglesias no retumbarán con el grito del gloria que se anticipa a la resurrección de Cristo y el domingo San Juan, la Magdalena y San Pedro no saldrán a las tradicionales carreritas con la que se celebra la Pascua.

Por primera vez en la historia reciente, la Semana Santa, uno de los símbolos más importantes del catolicismo, la religión que congrega actualmente a 1.300 millones de personas en el mundo,  tendrá que seguirse virtualmente, por radio o televisión.

El coronavirus, la pandemia que tiene en jaque a la humanidad y que obligó a ordenar el confinamiento de los ciudadanos para evitar que se siga propagando rápidamente, le dio un giro a esta tradicional celebración religiosa.

“Para la Iglesia Católica es un sacrificio muy grande no poder celebrar sus ritos, el fundamento de la fe, pero ese sacrificio lo hacemos pensado en que es necesario garantizar la no difusión de la enfermedad”, señala monseñor Víctor Manuel Ochoa, obispo de Cúcuta.

El prelado considera que aunque es doloroso lo que está ocurriendo, también es una oportunidad para reflexionar sobre la importancia de la espiritualidad y para encontrar el verdadero valor de esta dimensión en el ser humano.

“La humanidad está de rodillas y eso nos tiene que hacer mucho más responsables con la naturaleza, con el tratamiento de las enfermedades, de la salud; nos tiene que hacer mucho más solidarios con nosotros mismos como humanidad”, advierte.

Sí habrá celebración, aunque de otra manera

(Las tradicionales imágenes que son preparadas cada año para la celebración de la Semana Mayor, esta vez no tendrán quién las adore, ni las cargue.)

El obispo de Cúcuta asegura que aunque por bioseguridad este año la Semana Santa no contará con la presencia del pueblo,  esta de todas maneras sí se celebrará y se podrá seguir a través de la emisora de la Diócesis, Vox Dei, y las redes sociales del periódico La Verdad. Inicialmente, el Canal TRO también transmitirá desde las iglesias.

“Tendremos los distintos ritos de la Semana Mayor en las parroquias, capillas y oratorios, pero sin la presencia del pueblo. Las celebraciones se harán todos los días como está mandado en la liturgia católica. Esta Semana Santa no se aplaza ni suprime. Solo que la harán únicamente los sacerdotes, a puerta cerrada en las iglesias”, explicó el prelado.

Hoy Domingo de Ramos, por ejemplo, la misa se oficiará a las 9:00 de la mañana. Habrá una pequeña procesión con integrantes de la comunidad religiosa al interior de la Catedral San José, se leerá el evangelio y se hará la bendición del signo del día.

Para vincular a los feligreses desde sus casas, la iglesia está invitando a que en las puertas de cada vivienda se cuelgue un ramo o se ponga una planta. Esta iniciativa ha empezado a tomar fuerza en las redes sociales y cada vez más personas se han mostrado receptivas a la propuesta.

“Esta situación nos ha mostrado la fragilidad humana.  Es por eso que los invito a reflexionar frente a lo que nos está pasando, porque, por lo general, esta era una época de vacaciones, se llevaba una vida disoluta. Que este sea un momento en los hogares para que se encuentre un espacio para la espiritualidad”, es la reflexión de monseñor Ochoa.

Dolor entre los feligreses

El giro que este año tuvo la celebración de los días santos  produjo un impacto mayor entre los feligreses que viven y celebran con pasión esta época y quienes en esta ocasión no podrán acudir a los templos ni participar de las diferentes actividades programadas, como por ejemplo la tradicional visita a los monumentos.

Con lágrimas en sus ojos y una evidente tristeza que le entrecorta la voz, Carmen Guerrero Rodríguez, una asidua asistente a la Parroquia Nuestra Señora de Fátima, en el barrio 11 de Noviembre de Los Patios, reconoce que ha sido muy difícil aceptar que tendrán que seguir la Semana Santa de manera virtual o por televisión.

“Las personas que no asisten mucho no lo sentirán tanto como nosotros los que vamos con más frecuencia, porque no poder ir es doloroso. No poder recibir la comunión es terrible.Aunque todo se está transmitiendo, no es igual, porque el contacto con Dios y con la gente en una iglesia  es indescriptible”, comenta.

Guerrero recuerda que este año estaban preparando todo para hacer una Semana Santa única en su parroquia y “sí que fue única”, asegura.

“Clamo a Dios que nunca más vuelva a suceder una cosa como esta, porque es muy difícil, muy duro tener que ver todo desde un televisor o desde las páginas web”, dice con un marcado sentimiento de tristeza.

Germán Darío Suárez García, coordinador de la Iglesia Nuestra Señora de las Angustias, también ha sentido el impacto del cambio que tendrá la Semana Santa por cuenta del coronavirus.

“Vivir todos estos ritos santos de forma virtual, como se van viviendo desde el auge de los medios tecnológicos las relaciones interpersonales, es dejar de estar en el sitio donde ocurren los hechos como tal,  es poner una pantalla en medio y dejar de recibir el pan de vida como lo es la Comunión”, lamenta.

Sin embargo, considera que esta será también una oportunidad para darle sentido y valor a lo que se tiene. “Esto nos permitirá valorar lo que muchas veces ha sido una celebración más en la vida y darnos cuenta de la fragilidad del ser humano que ante la presencia de una especie microscópica debe resguardarse y no poder vivir los misterios de Dios”, considera German.

‘Estábamos listos’

Y si para los feligreses ha resultado doloroso tener que vivir la Semana Santa en casa y seguirla desde un televisor o una red social, para los nazarenos que por años han dedicado su vida a esta tradición, lo que está ocurriendo es completamente estremecedor.

Así lo ve Serafín Maldonado Vera, presidente de la hermandad de Nazarenos de Pamplona, quien por primera vez en los 35 años que lleva en este oficio, no cargará una imagen sobre sus hombros ni saldrá a una procesión vestido con su túnica color púrpura.

“Para nosotros como nazarenos no es nada fácil; da tristeza y ganas de llorar todo esto que está ocurriendo. Pero todos nos debemos poner en manos de Dios y hacer oración para que todo esto salga de la mejor manera y poder volver a salir a la calle y decir ¡estamos vivos!”,  afirma.

Maldonado recuerda que en alguna ocasión las procesiones se tuvieron que aplazar en Pamplona por las lluvias, pero nunca habían dejado de salir.

Dice que como ya es costumbre, desde hace varios meses estaban listos y preparados para empezar con las celebraciones, pero el 15 de marzo una llamada todo lo cambió. Ese día, teniendo en cuenta las directrices presidenciales que se empezaron a tomar para hacerle frente al virus, los actos de la Semana Santa quedaron suspendidos hasta nueva orden.

Aunque la esperanza estaba puesta en que el panorama podría mejorar, con el paso de los días todo se ha hecho más difícil y tanto Serafín como los 250 compañeros que hacen parte de su hermandad tuvieron definitivamente que volver a colgar sus trajes. En esta oportunidad ya no habrá desfiles por las principales calles de la Ciudad Mitrada. Este año solo les queda la oración.

La Opinión

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