“Seré bombero hasta que muera”, dice el apagafuegos con 47 años de servicio.
Agustín Díaz, el bombero más antiguo de Cúcuta
Una mañana de diciembre en Cúcuta, sentado sobre el camión de bomberos, junto a su maquinaria, se encuentra Agustín Díaz, capitán del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Cúcuta.
Mientras frota sus brazos por culpa del lluvioso día que cubre la ciudad, Díaz se embarca en la máquina del tiempo para revivir momentos de adrenalina, angustia, dolor y felicidad en su ardua labor como bombero.
Lo que comenzó como un juego y deseo de niñez, se convirtió en una pasión de vida.
El 10 de agosto de 1969 dio sus primeros pasos en su profesión. Se inició como voluntario y en tan solo un año fue ascendido.
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A sus 66 años tiene claro que su vida es la institución, y hasta su último aliento estará disponible para ella, “con amor, entrega y fe”. Pese a que es una labor que no cuenta con un salario, pero sí “con mucha vocación”.
Su vida transcurre, pero no como cualquier otra, sino con la zozobra de que los casos de accidentes aumentan y que no respetan hora ni fecha de calendario.
El 17 de marzo de 1988 empezó como un día tranquillo, sin imaginar que sería la fecha que recordaría para siempre, y no por un evento especial sino porque se avecinaba una gran tragedia que lo marcaría.
Llega el aviso y le dicen: ¡Emergencia! Ajusta su uniforme, alista su equipo y emprende camino hacia el lugar de los hechos.
Tras dos horas de recorrido, lo que ve lo deja pasmado y sin palabra… Frente a sus ojos estaban pedazos de un avión de Avianca que había chocado contra el cerro El Espardillo.
Después de un par de segundos reacciona y procede a actuar junto con todos los socorristas.
“Como si no fuese suficiente con ver un avión destruido, me entero de que habían más de 130 personas allí”, relata con tristeza.
En medio del desastre estaban la Cruz Roja, la Defensa Civil y el Cuerpo de Bomberos… Las ganas de ayudar no dejaban ver con claridad la magnitud de la tragedia.
“Muchos guardábamos las esperanzas de salvar vidas”.
Aprieta sus manos, su mirada se cristaliza, enojado y con un tono de voz alto dice: “la realidad era una, y ya no se podía hacer nada para cambiarla. ¡Más de 130 muertos!, cientos de familias destrozadas de dolor por ese lamentable accidente y yo… Con un nudo en la garganta, no pude evitar sentir tristeza, más allá de ser bombero soy un humano; esas situaciones no son fáciles de presenciar”.
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“Vi más la otra vida que esta”, recalcó. “Las personas estaban esparcidas por todo lado, fue terrible”.
Los brigadistas continuaron el rescate, y hasta donde supo, fueron pocos los restos humanos que se encontraron. La mayoría de ellos murieron quemados.
Fue un hecho lamentable. Pese a ello, continuó su vida y su labor con la esperanza de que el carro de bomberos solo ruede para desfiles, bonitos actos y no para tragedias. “Desearía que las tragedias no tocaran más al mundo”.
Díaz no niega que el miedo siempre está allí y más, cuando una emergencia se presenta, pero sus ganas de ayudar, sin importar los 12 kilos que pesa su equipo personal, superan cualquier temor que siente.
Pese a tantos momentos difíciles, con orgullo afirma que si tuviese la oportunidad de elegir nuevamente una profesión, sería bombero sin pensarlo dos veces.
“A mi equipo de trabajo y a la gente les dejo mi servicio y respaldo incondicional”.
Los casos más comunes que ha tenido que atender son los incendios en lotes. Ha visto muchas personas quemadas y que mueren por la misma causa.
En un incendio, al momento del rescate, vio a una madre junto a su niño de tres años muertos, encerrados en un baño. Solo buscaban esconderse del fuego, sin imaginar, que los gases letales los asfixiarían. Relata con tristeza.
Un día se dejó llevar por su amor y ganas de salvar vidas, e hizo lo “más loco” de su vida como bombero.
“Me metí de civil a apagar un incendio sin equipo en el centro comercial La Estrella. Entraba y salía sin ninguna protección”.
Agustín, junto con su equipo ha salvado un sinnúmero de vidas, pero también ha tenido que ver cómo otras terminaron trágicamente.
“Los bomberos no tienen fronteras”, dice con orgullo.
Las recomendaciones
Aunque las tragedias son un cuento de nunca acabar, Agustín espera que las familias se preparen y hagan simulacros, ya que Cúcuta está en alerta amarilla por sismos.
Además, espera que dejen de lado la pólvora a un lado y que sus pupilos actúen con dedicación, valentía y siempre lo den todo “como lo dimos nosotros”.
Por fortuna, en medio de tantas desgracias, ningún compañero ha muerto en servicio.
Díaz tiene claro que su institución es sinónimo de aprecio y benevolencia, por ello exclama con nostalgia que es su segunda familia.
Después de 47 años de servicio, prestados con orgullo, Agustín Díaz seguirá con su pensión a cuestas, portando su uniforme y con la vocación intacta junto a ese brillante camión “hasta que muera”.
Bitácora profesional
¿Ha superado algún récord de tiempo para atender una emergencia?
Sí, rompí el récord de aquí a San Cristóbal. Era de 55 minutos y yo me eché 48.
¿El Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Cúcuta atiende emergencias en Venezuela?
Sí. Siempre y cuando se haga la solicitud de comando a comando.
¿Cuáles eran los uniformes de los bomberos cuando usted inició?
No se contaba con los equipos tecnificados de hoy en día. Usábamos un caucho negro en la cabeza, un casco y unas botas negras.
¿Un bombero recibe salario?
El sueldo solo se le daba al bombero que estaba al servicio 24 horas, y este no alcanzaba el salario mínimo. Para conseguir esos recursos, la institución prestaba diferentes servicios a la ciudad, como vender agua en carro-tanques. Desde 1995 la Alcaldía destina una parte de recursos propios para la institución.
¿Cuáles reconocimientos ha tenido como bombero?
La Alcaldía me dio el reconocimiento como mejor bombero del año en 2011. Otro me lo dio la institución por mi mérito y gestión como comandante.
¿Por qué no continuó como comandante?
Por cuestiones de salud. Tengo hernias en la columna.
¿Desde qué edad un bombero deja de ser operativo?
A los 65. El que desee continuar, lo puede hacer como administrativo.
Astrid Genes | Practicante de periodismo
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