El trompo, la coca y las canicas no han muerto, gracias a los comerciantes de juegos autóctonos en el centro.
Abuelos cucuteños mantienen vivos los juegos tradicionales
Ninguno recordó, exactamente, cuándo fue la última vez que puso a bailar un trompo; sin embargo, todos están juntos, volviendo a ser niños, rememorando el pasado.
Son las 10:00 de la mañana, del jueves, y algo empieza a llamar poderosamente la atención de los transeúntes y conductores que pasan por la avenida séptima con calle 13, en pleno centro de Cúcuta. Son varias figuritas de palo, pintadas como la bandera de Colombia que giran sobre su punta metálica, bajo un sol radiante.
Para los curiosos, es raro que haya trompos girando en la avenida séptima, una de las más congestionadas de la capital, pero lo curioso es ver que dos viejos, de más de medio siglo de vida, estén divirtiéndose tanto con ese juguete.
En ese sector vivió Carlos Celis Carrillo, exsenador de la República. Si estuviera ocurriendo en aquella época, hace más de 50 años, fuese normal, porque era una calle polvorienta y tranquila, donde en vez de carros había niños.
-¿Cómo fue posible que tan macondiana escena de viejos jugando trompo se hiciera realidad?
(El yoyo se juega más al estilo de exhibición. Es menos competitivo.)
Poco antes de que los objetos giraran, Edilberto Ruiz, dueño de un pequeño almacén de juegos autóctonos, llamado El Tejista, habló de lo mágicos que resultan sus juguetes. Aunque tiene 65 años, nos reta, diciendo que con sus trompos puede divertir a chicos y grandes.
Para probarlo, desenreda unos trompos, unas cocas, varios paquetes de metras y unos yoyos que tiene en exhibición. De paso, desafía a los presentes, y a toda la gente que pasa por la calle, diciendo que el trompo, las canicas, el parqués y los otros juegos ancestrales que comercia, no han muerto.
De inmediato incita a jugar una partida: presentes están su nieto, el joven Richard Fernando y Álvaro Carreño, de 67 años, que según dice, es la leyenda del minitejo. La alegría de Edilberto, Álvaro y Richard Fernando parece florecer cuando se animan a enrollar y a tirar, cada uno, a sus bailarines juguetes de madera.
(La alegría de ver bailar trompos fascinó a Rosabel Ortiz. Dice que le gustan todo tipo de juegos autóctonos desde que era niña.)
“Me acuerdo cuando hacíamos campeonatos en el barrio Cundinamarca y jugábamos a darle una vuelta a la manzana arrastrando un trompo”, rememora la leyenda del tejo local, quien con gran esfuerzo y apretando los labios, ruega para que su trompo, algo tatareto, coja estabilidad y baile sobre su mano.
Ya comenzada la exhibición, conductores y transeúntes parecen absorbidos por el encantador baile de los pequeños conos de palo. También los conmueve que quienes juegan son un par de viejos.
Ver los trompos girar y la sonrisa a desparpajo de todos hacen que Raúl Triana, taxista hace 46 años, hunda el pie derecho en el freno del Chevrolet Spark y se recueste en el volante de su carro, casi hipnotizado.
-¿Quiere jugar?, aproveche y se echa el tirito, grita Edilberto al taxista.
-Bueno, yo me bajo, pero qué apostamos si les gano, responde Triana. (Sueltan una carcajada)
Ya con otra persona la partida se empareja. Son cuatro jugadores y se pueden repartir por equipos de dos. El juego consiste en tirar un trompo dentro de una moma, que es círculo pintado con tiza, llevarlo a golpes, con otro, hasta una pared y volverlo a meter en el círculo, explica Richard Fernando.
Aunque lo intenta, a Edilberto el trompo no le quiere ‘andar’, parece que los años han cobrado factura a su potencia y luce lento.
A la leyenda del tejo, Álvaro Carrillo, el trompo no le es estable. Su cintura está tan rígida, que parece partirse con el solo movimiento; y al taxista, el cordón se le embolsa, porque parece que olvidó cómo enrollarlo. Quien tiene agilidad es el nieto de Edilberto, de apenas 16 años.
Rosabel Ortiz, ama de casa y comerciante independiente, que pasa por el lugar, queda embelesada con los trompos. Sin pensarlo, suelta una bolsa de harina pan sobre el andén y se mete en la partida sin pedir permiso.
La mujer, imponente, enrolla el pedazo de madera con gran agilidad y tira acertadamente. Luego hace posar el elemento giratorio sobre su mano derecha, demostrando que el juego no solo es para los hombres.
Diez minutos después de aciertos y desaciertos, gana el nieto de Edilberto y las impresiones del juego fueron varias.
—Fue muy divertido, dice Triana. “El juego le hace falta a uno porque el manejo del volante no lo es todo, me faltaba la diversión”. Revela que quizá hace 40 años no tiraba trompo.
Rosabel señala que le gustan todos los juegos y que enseñó a jugar trompo a sus hijos porque eran muy hiperactivos. “Estos juegos ayudan porque los niños se relajan”. Cree que hace unos 20 años atrás no tiraba un trompo.
—Álvaro Carreño, 67 años, quien tendría 50 años sin jugar trompo, dice que las costumbres han cambiado tanto que ahora los niños no saben divertirse como los de antes, porque ahora se la pasan solos en su casa mirando el celular.
-Edilberto Ruiz Araque, dueño del negocio, afirma que volver al trompo es retornar a las raíces de una juventud maravillosa. “Desafortunadamente todo eso ha desaparecido por motivo de la tecnología”. El comerciante todas las mañanas se levanta a limpiar su tienda de juegos autóctonos porque dice que mientras viva, no los dejará morir.
(Los juegos infantiles del ayer son usados como reliquia en los hogares.)
Algunas reglas de cada juego
El trompo: Son variables las reglas. A veces se juega a ir chocando y dejando fuera de juego trompos rivales mientras todos giran. La mayoría de las veces se deja un trompo en un círculo que debe ser arrastrado hasta un punto y devuelto a la moma o círculo.
El yoyo: Su competencia se mide en el nivel de destreza. La vuelta al mundo, pasear el perrito, el columpio y otras figuras de exhibición son las pruebas. Quien logre las mejores figuras gana.
Las metras o canicas: Son diversas las formas de juego. En Cúcuta se solía jugar a la culebrilla o vuelta a Colombia, que consiste en arrastrar una canica con otra a través de un túnel que los jugadores fabrican en tierra. Otra forma de juego es el triángulo, que consiste en ubicar varias metras sobre una figura geométrica y quien logre sacar más metras de esta área, gana.
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