Aunque hace 20 días, la Secretarías de Gobierno y de Planeación de Cúcuta dedieron un parte positivo a la comunidad sobre el traslado de los vendedores de las casetas de El Natilán a las nuevas estructuras de cemento, y la demolición de las antiguas casetas metálicas, nada ha cambiado.

Los vendedores de comidas rápidas siguen cocinando y atendiendo en las viejas estructuras mientras que las nuevas, 19 en total, permanecen vacías y sin usar.

Oscar Gerardino, secretario de Gobierno, dijo que aún está pendiente que Centrales Eléctricas de Norte de Santander ponga los contadores de los locales para poder entregarlos, y proceder a la demolición
de las casetas.

Gerardino no dio fecha exacta de cuando se hará la entrega, lo que tiene a la expectativa a vendedores y vecinos de la Primera Etapa de Atalaya, que llevan cerca de cuatro meses esperando el traslado.

Igualmente quedó pendiente la construcción de baños públicos en la plazoleta, otra de las promesas hechas a los vendedores para que accedieran a una reubicación voluntaria.

Luis Pineda, presidente de la junta de la Primera Etapa, reprobó la demora municipal y aseguró que las nuevas casetas no tienen seguridad alguna por lo que los habitantes de la calle las frecuentan.

“Los locales no tienen candado y la gente se mete como si nada. Acá se ve de todo un poco”, explicó el líder comunal.

Además de la demora en la reubicación, la comunidad está preocupada por la continuidad de las obras del Paseo Rojo y Negro, puesto que  las casetas viejas, que están invadiendo el espacio público desde hace unos  30 años, impiden desde principios del año pasado que el proyecto de $5 mil millones finalice.

La Opinión