El Cúcuta Deportivo a pesar de haber mostrado otra actitud en la cancha, con más movilidad, rápido y deseoso de ganar, volvió a pecar al igualar 2-2, ante Orsomarso, en compromiso por la séptima fecha del torneo la B, juego disputado en el estadio Los Ziapas de Zipaquirá.

Es el tercer empate que cede la tribu rojinegra en casa, tras el (1-1) ante Atlético FC y Real Santander. La suerte no le sonríe al Cúcuta, que no puede ganar en casa.

Como la canción de salsa de Henry Fiol, anda “salao, salao”, ni siquiera  Robatto pudo espantar ese fantasma en su debut.

Dos errores defensivos y un penalti marrado por James ‘Taganga’ Castro, apagaron la ilusión de los hinchas y de los jugadores. 

La inyección anímica y de fútbol que le aplicó Robatto a sus muchachos estaba dando los frutos esperados cuando se puso en ventaja a los 21 minutos de la primera parte con  anotación del  atacante Yeisen Núñez, quien aprovechó un pestañeo de los defensores palmiranos para poner a ganar al Cúcuta.

El gol fue un impulso para el equipo que fue incisivo en ataque, donde James Castro y Cristian Álvarez eran los encargados de generar el fútbol ofensivo, sumado a la proyección del lateral Jhonatan Pérez, otro de los destacados.

El once fronterizo tomó la iniciativa desde el pitido inicial, puso las condiciones y todo atinaba a que se quedaría con los tres puntos. Orsomarso reaccionó por pasajes y se acercó con algo de peligro, pero sin contundencia.

Sin embago, a escasos minutos de ir al descanso, en un descuido el visitante consiguió la igualdad, con Junior Murillo.

En la segunda parte, de nuevo el Cúcuta se fue encima de Orsomarso, y al minuto 75, Juan Carlos Balanta, marcó el 2-1 para tranquilidad del técnico. 

La alegría volvía al corazón de los cucuteños. Pero, en otra falla defensiva a los 80 minutos, Junior Murillo les cobró por ventanilla y emparejó las acciones. El juego se hizo intenso y a tres minutos de final en una falta dentro del área contra Darwin Carrero, el árbitro Sebastián Bernal pitó penalti a favor del Cúcuta, cobró que desperdició Castro, dejando un sabor agridulce en las huestes rojinegras.