Uribe, el titiritero, ha logrado amasar un poder enorme.
El jefe
Esta semana fue tendencia la entrevista que la W Radio le hizo a Alicia Arango, secretaria privada de Álvaro Uribe, en la que afirma que Duque es solo el presidente electo, “pero Uribe es nuestro jefe”. Es un hecho probado en medios de comunicación, vallas publicitarias, declaraciones de prensa, trinos en twitter y elogios recíprocos, que Iván Duque es el títere de Uribe, como antes lo fue Zuluaga, y antes, al menos en campaña, lo fue Santos.
Uribe, el titiritero, ha logrado amasar un poder enorme con el que ha logrado, poco a poco, acabar con las grandes conquistas libertarias de la civilización: desde la estigmatización de los derechos sindicales (para Uribe todos los trabajadores son una plaga a la que hay que recortarle las horas de sueño) hasta la fractura a una vértebra de la Constitución para hacerse reelegir de manera fraudulenta (de ahí vine la “yidispolítica”) y continuar ahora en cuerpo ajeno con el desmantelamiento de la justicia, la simplificación de las Cortes, la aplicación del fracking y la composición de un gabinete medieval en la corte de gelatina de Iván Duque.
-¿Pero, no había Duque propuesto una renovación en este gobierno? Sí, pero fue una propuesta de campaña, un saludo a la bandera, una comidilla para el respetable. En realidad, Duque sabe que no puede haber ningún tipo de renovación, y, muy por el contrario, habrá una profundización de los males que ya existen.
Y no solo porque el presidente electo reencaucha a la señora Arango en el ministerio de cultura por órdenes de Uribe, sino porque detrás de su cuello sopla el vaho mohoso de Ordóñez, el aliento de vidrio molido de Pastrana, el soplo fétido de Gaviria y la sílaba podrida que crece en la cabeza de José Obdulio: pero Uribe es el jefe. El presidente eterno. El benefactor. El que maneja a todos con la mano derecha de amansador de caballos, de amansador de potros, de amansador de gallos. Uribe ve a Colombia como una finca: como su potrero personal, en cuyo criadero (al lado de los caballos mejor mantenidos y mejor alimentados y mejor tratados que los niños hambrientos y enfermos de la guajira), crecen silvestres las babillas y los sapos y los duques, y los joseobdulios, y los zuluagas, y los arangos, y los pastranitas, y los gavilanes y toda la fauna de especies raras que vimos en campaña y que maman de sus pechos, comen de su mano y tiemblan con el zurriago de sus improperios: “si lo veo, le doy en la cara marica”.
Es fácil suponer que en este gobierno muchos delincuentes de cuello blanco saldrán libres por vencimiento de términos. Que la historia se reescribirá a favor de Uribe, que los 12 apóstoles son solo una referencia bíblica y la masacre de las bananeras forma parte de la narrativa comunista. No sé si Iván Duque aguante. Si de pronto su propio gobierno le produce náuseas y renuncia, queda el jefe, que echará mano de su colección privada de babillas para que siga gobernando el país.
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