Descanse en la paz de su humor, Don Lucas, un autor para antes, en y después de la pandemia.

El humor nació en agosto
Cumplía años el 6 de agosto, el mismo día que su ciudad, Bogotá. No es ninguna audacia afirmar que ha sido el humorista más importante que ha parido la tierra Locolombiana.
Hace un montón de años (parece que fue mañana), Lucas Caballero Calderón, Klim, abrió el paraguas e ingresó a la inmortalidad (15 de julio de 1981) llevándose consigo la receta de humor más demoledora que “lengua mortal decir no pudo”.
A Klim le bastaban su levantadora perpetua, piyama eterna, máquina de escribir, dosis personal de soledad, que no falte la timidez, pantuflas de abuelo, televisor en blanco y negro (blanco y Bula, decía en alusión a un político cordobés), dos escuálidos dedos índices que le dieron un máster en chuzografía, tinto o su pariente rico el whisky, mucho cigarrillo, pocos kilos que lo asimilaban a un Don Quijote liberal, chivera, y unos ojos vivarachos que, como lupas, penetraban en los intríngulis de la vida diaria.
Todo esto adobado con dignidad y mucha información, de la común y corriente, y otra privilegiada, que manejaba para hacer sonreír, pensar y asombrar a sus lectores. Y temblar a los poderosos, que pagaban escondederos a peso cuando el escritor se ocupaba de sus pecaminosas biografías.
No sólo era dueño del más irónico y devastador humor. También era un escritor castizo de altísimo turmequé. Conocía los recovecos del idioma como el que más.
En realidad, no sabe uno qué admirar más en el maestro: Si su sorprendente sentido del humor, su exquisita factura literaria, su integridad, o su valentía para denunciar los lapsus de los del gajo de arriba.
Fueron famosas las columnas de Klim en El Tiempo donde colaboró por espacio de 37 años, El Espectador y Cromos. Lo esperaban hasta el último segundo del cierre para que tuviera la caridad de dejarse venir con su maná literario. Esos medios, sin Klim, eran como un ajiaco de pollo sin pollo.
Patentó una forma exclusiva de hacer humor y arrojó la receta al mar. Sólo una persona escribía como él: él mismo.
Su hermano, el novelista Eduardo Caballero, recuerda en algún prólogo que “como el niño con un juguete nuevo, el humorista todo lo tiene que desbaratar y volver pedazos para saber lo que tiene por dentro”.
También dijo que “Lucas es tal vez el más libre, el más acendradamente liberal de todos los liberales colombianos”.
Era propiedad privada de todo el que lo había leído. Era la voz de los que no tienen emisora y la rotativa de los que no tienen periódico. Era imprescindible como el agua y la luz. Don Lucas era un servicio público más.
Descanse en la paz de su humor, Don Lucas, un autor para antes, en y después de la pandemia.
Comentarios
+ NOTAS
Duque sostuvo encuentro con Lenín Moreno en la frontera
El mandatario sostuvo conversaciones con Lenín Moreno sobre diferentes temas.
Antes de morir, Ana Benilda Becerra salvó a sus vecinos
Un cortocircuito provocó la tragedia en el barrio La Castellana.
La avenida del Río será más deportiva y familiar
El centro de pensamiento del Área Metropolitana tiene unos 61 proyectos estructurados para Cúcuta.
COVID-19, en aumento en la región de Pamplona
Se conocen casos de gente de los municipios de la provincia y de Toledo que llegan a la región a hacerse la prueba de coronavirus.
La delegación regional que estará en la Vuelta al Táchira 2021
Tres equipos representarán a Norte en la edición 56 de esta clásica del continente.
La muerte sigue rondando por La Parada
Jonathan José Seijas llegó hace unos meses a La Parada a trabajar pasando gente y mercancía por las trochas.
Desde hoy, alcaldía empieza a expedir paz y salvo de predial
La Secretaría de Hacienda informó que en esta oportunidad el documento se entregará mucho más pronto que años anteriores.