Los venezolanos que huyendo de tanto despropósito gubernamental en su país, llegan todos los días a Cúcuta...
Crisis humanitaria
Cuando estamos a poco tiempo de haber transitado los primeros 20 años del siglo XXI, nunca nos imaginamos que las historias que conocimos por los diferentes medios de comunicación nacionales e internacionales (radio, televisión, medios digitales) después de la segunda guerra mundial de mediados del siglo pasado, se volverían a presenciar.
Las terribles historias de desplazamiento de las guerras en Kosovo, Siria, el Medio Oriente y otros lugares del mundo que desafortunadamente nos ha correspondido ver a la distancia - ¡quién lo creyera! – ahora las estamos viendo y viviendo por cuenta del éxodo de los venezolanos que huyendo de tanto despropósito gubernamental en su país llegan todos los días a Cúcuta, esperando quedarse acá unos, y otros tratando de pasar al interior de nuestro país para encontrar un mejor futuro, pero la gran mayoría, tratando aunque sea de poder comer. Y hasta el momento, pese a esos dramáticos hechos, no se haya hecho lo suficiente para acabar con tan lamentable situación.
En días pasados tuve la oportunidad de viajar en carro hasta Bucaramanga, 5 horas de ida y 5 de regreso, y pude constatar la cantidad de venezolanos (hombres, mujeres, niños y niñas) de diferentes edades que caminaban por esa larga y paramuna carretera.
Esos caminantes son miles y es increíble que frente a la tibia voluntad del gobierno municipal, departamental y nacional e inclusive de organismos internacionales, nadie quiera o haya querido asumir la responsabilidad de esta inmigración que no sólo demanda sino que implora que el ser humano sea tratado como debe ser: con un mínimo de consideración.
A instancias de los gobiernos locales y con una real disposición del gobierno nacional, la comunidad internacional debe tomar cartas en este asunto que tanto nos duele a quienes que de alguna forma conocemos lo que fueron la República de Venezuela y sus nacionales en los años de riqueza y bonanza.
Todos debemos cerrar filas ante el dolor de nuestros hermanos venezolanos, quienes ya sin patria deambulan por nuestras ciudades, pueblos y carreteras mendigando la ayuda de la gente. Es una situación triste y lamentable que ojalá la comunidad y los organismos internacionales (muchos de ellos silentes frente a los atropellos del desgobierno venezolano), muy rápidamente recompongan su posición y con responsabilidad y firmeza tomen todas las medidas que sean necesarias para superar tan difícil y dolorosa situación.
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