El buen humor de los colombianos no se enferma ni en pandemias como la que estamos viviendo.
Asustados, pero recochando
El buen humor de los colombianos no se enferma ni en pandemias como la que estamos viviendo.
Como la primera recomendación es la del aseo frecuente de las manos, la mamadera de gallo empezó con nuestros dirigentes y aprovechadores del erario. En efecto, según los bromistas, si hay alguien experto en lavarse las manos es un político.
Luego, otro objeto de la burla son los tapabocas o mascarillas. En las redes sociales muestran imágenes de tapabocas hechos con la mitad de un coco; algunos se han valido de prendas femeninas como la copa de un brasier o unos pantis; pero el que más da risa y riso – como diría el dictador Maduro- es la instrucción que alguien da sobre la forma como se debe usar el adminículo, insistiendo en que si no cubre la nariz equivale a que el hombre se ponga el calzoncillo por debajo del pene. La semejanza entre la nariz por fuera y el pipí por fuera es supercómica. Confieso que cada vez que veo a alguna persona con la nariz descubierta se me viene a la mente aquella imagen y no puedo evitar reírme.
Otra imagen graciosa ilustrando la obligación de llevar siempre el tapabocas es la del sujeto tirado en la calle que lo lleva puesto, con el siguiente mensaje: borracho pero responsable.
Y la alcaldesa de Bogotá no se libró de la mofa con motivo de su decreto por el que organizó la salida de las personas - en casos que son excepción a la obligación de quedarse en casa -, según el género, de modo que unos días podrán salir las féminas y otros, los varones. ¡Ajá! ¿Y los gais y lesbianas, como la misma Claudia López y su digna esposa, qué? Pues el mismo decreto resuelve la duda: el género lo definen ellos mismos, esto es, según el sexo que cada uno cree que tiene (ya una reina de belleza sentenció hace años: hombre con hombre, mujer con mujer y viceversa). Pero la burla en las redes la formaron a raíz de que cualquiera de esas personas podría hacer trampa y salir un día con atuendo de caballero y llamarse, por ejemplo, Ricardo, y al otro día salir con minifalda y zapatillas y llamarse, digamos, Enriqueta. Al simpático decreto capitalino le salieron más sugestiones: que la salida a la calle sea por el tamaño de las personas, o por el número del calzado.
En cuanto al distanciamiento físico ya un costeño creó un aro con puyas largas para colocarse en la cabeza y así mantener a la gente alejada; y otro invento para la próxima Navidad: el baile se hará con dos varas largas que la pareja tomará en cada mano de las puntas.
En fin, que a pesar del tremendo azote de la COVID-19 nuestro pueblo no se entrega del todo a la aflicción, sino que, para mitigarla, le jala a la recocha.
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