Llegar a Florencia (Caquetá) es experimentar en cada poro de la piel el ansia sincera de paz de un departamento que ha sido golpeado por la violencia por décadas, dejando sangre y dolor.

Caquetá, también llamado ‘La puerta de oro a la Amazonía’, constituido por cuatro comunas en su área urbana y siete corregimientos en su área rural, entre 1980 y 2000, sufrió los horrores de la guerra.  

Los habitantes del corregimiento El Caraño, a media hora de Florencia, ven en la espesa y húmeda selva tropical sus recuerdos manchados con violencia.

Diecisiete años han pasado desde la última vez que Neira Plazas miró florecer los cultivos en su tierra de 40 hectáreas en el corregimiento de Belén de Santaquina, en Florencia. Veinte años han pasado desde que vio a su hermano partir hacia las filas de las Farc por voluntad propia dejando a su madre en depresión.

“Nosotros nos escapamos cuando las milicias de las Farc llegaron, nos salvó que conocemos los caminos que llevan a la salida de la selva. Esas personas llegaron buscándonos a la vereda para asesinarnos y como no nos encontraron se llevaron todo lo que con tanto trabajo nos había costado tener. Somos 24 hermanos los que tuvimos que dejar todo atrás y perder lo nuestro”, relató Neira.

Era el 2000 cuando la familia Plazas tuvo que dejarlo todo para salvar sus vidas y aunque ella volvió en dos ocasiones a su parcela, tuvo que abandonarla definitivamente en 2002, cuando llegó a la zona otra incursión armada amenazando la vida de sus hijos.

“Aunque ya están las cosas un poco más tranquilas y uno no se va a dormir con el temor de un bombardeo, aún persiste cierta incertidumbre de que no se cumpla con nada y volvamos a lo mismo”, narró la mujer.

Según el Centro Nacional de Memoria Histórica, en Caquetá hay 3.324 registros de personas desaparecidas por el conflicto de las cuales aún no se sabe nada y de esa cifra hace parte el hermano de Neira.

Sembrar la ilusión

Hace siete años Neira llegó junto con 500 familias en la misma situación a uno de los 16 asentamientos ilegales de Florencia. ‘La Ilusión’ sería el nuevo hogar de víctimas y victimarios que por tantos años sintieron la vulnerabilidad y el olvido de un país centralizado.

“Sabemos que nos apropiamos de estos terrenos, pero no teníamos para dónde irnos, los campesinos somos los paganos de las consecuencias del Gobierno y ellos nos dejaron a la suerte”, contó José Rodrigo Villamil, secretario de la Junta de Acción Comunal de La Ilusión mientras sacude el polvo de su sombrero.  

La montaña rodea a La Ilusión mientras sus polvorientas calles son transitadas desde las cinco de la mañana por los niños que emprenden un viaje por cerca de dos horas para llegar a las escuelas dejando atrás sus hogares. 

Este barrio fue priorizado por Vamos Colombia en alianza con la Fundación Andi, la Usaid y Acdi-Voca en compañía de más de 200 voluntarios de diferentes empresas privadas para hacer remodelaciones en su salón comunitario e implementar huertas con material reciclado.

Retos del posconflicto

De acuerdo con un estudio económico de la Andi, los retos que trae el posconflicto para Colombia están clasificados en dos grupos: el primero, la construcción de bienes públicos, vías terciarias, carreteras, escuelas y hospitales en las zonas que fueron afectadas por la violencia. El segundo radica en incluir realmente en las cadenas de valor a las poblaciones y territorios para hacer sostenible y competitiva la paz.

Sin embargo, lo más maravilloso de ver a Caquetá resurgir es llegar sentir y entender que, para cada uno de estos hombres y mujeres de espíritu libre y soñador, los malos tiempos son solo un mal recuerdo porque ellos han tomado la ferviente decisión de no amilanarse ante la oscuridad y de convertir en luz de esperanza la sonrisa y la inocencia de sus hijos.