Madre e hija, de 55 y 28 años, fueron capturadas por la Policía, acusadas de extorsionar a una mujer, con el argumento de ser mediadoras para blindar a los familiares de la víctima de un supuesto trabajo de brujería.

Las implicadas lograron ganarse la confianza de la afectada aduciendo que eran desplazadas por la violencia. Además, afirmaban que varios familiares suyos fueron asesinados por grupos al margen de la ley.

Aprovechando que uno de los familiares de mujer extorsionada atravesaba por una penosa enfermedad, las supuestas delincuentes le propusieron a su víctima intermediar con una bruja del Putumayo para salvarle la vida a su allegado.

“De 20 a 500 millones de pesos exigían para que una supuesta bruja del Putumayo se ‘teletransportara’ para practicar intervenciones quirúrgicas y con ello librar a varios integrantes de la familia de supuestos tumores cancerígenos originados por supuestos trabajos de brujería”, informó la Policía.

Ante lo particular de la propuesta y la insistente exigencia de la fuerte suma de dinero, la víctima interpuso la denuncia en el Grupo de Antiextorsión y Secuestro Gaula de Santander. 

Con labores de verificación y la recolección de elementos materiales probatorios y evidencia física, se logró la expedición de las órdenes de captura.

Madre e hija fueron arrestadas en el municipio de Barbosa y puestas a disposición de la Fiscalía Segunda local, por extorsión agravada y estafa agravada. 

Un juez legalizó las capturas y les dictó detención en centro carcelario en la Reclusión de Mujeres de Bucaramanga.

Un menor 

En otros hechos, la Policía reportó que en una vivienda del asentamiento humano Villa Paraíso, ubicado en Lebrija, fueron detenidos un menor de edad y tres hombres, entre los que se encuentra alias Tupa.

Este hombre, de aproximadamente 30 años de edad, era investigado por las autoridades porque utilizaba a personas consumidoras de estupefacientes para hurtar motocicletas. 

Cuando se las entregaban les pagaba con dinero en efectivo o sustancias sicoactivas.

Posteriormente, estos vehículos eran llevados hasta el sur de Bolívar, donde serían canjeados por droga, la cual se comercializaba en las calles del municipio piñero, obteniendo ‘jugosas’ ganancias que alimentaban las arcas de la estructura criminal.