Docente universitario y consultor en temas de educación habla sobre la importancia de la lectura.
Leer ayuda a ser un poco más libres: Carlos Sánchez Lozano
Se ha dicho que la lectura es uno de hábitos de mayor goce del ser humano. Desarrolla el conocimiento, irriga la inteligencia y contribuye a la comprensión de la vida. La falta de ese ejercicio es una resta que se la hace a la cultura y genera preocupaciones. Por ello se están promoviendo campañas en establecimientos de educación, o desde las bibliotecas públicas y en los mismos hogares. Carlos Sánchez Lozano, docente universitario, consultor en temas de educación y estudioso del arte y la literatura trabaja en el fomento de la lectura. La semana pasada vino a Cúcuta para dictar un taller en el Área Cultural del Banco de la República. Es el tema de esta entrevista que concedió a La Opinión.
Las estadísticas muestran un bajo índice de lectura de libros en Colombia. ¿Cuál es la realidad al respecto?
Los estudios cuantivativos sobre hábitos de lectura han sido relegados porque no permiten valorar cambios en el concepto dinámico de lo que los historiadores de la alfabetización denominan lectura. Del último estudio elaborado por el Dane en 2005 quedó en claro que se estaba leyendo más en pantallas que en papel y que la lectura de libros literarios de los niños entre 7-12 años iba en crecimiento. Posteriormente programas para la primera infancia como Fiesta de la lectura –en el que por los menos 50 mil madres comunitarias de todo los municipios y veredas de Colombia les leen diariamente a los niños de 2 a 6 años– hablan de que es mejor observar las prácticas de lectura in situ, que ponerse a contar cuántos libros leen las personas por año.
Hay campañas tendientes a promover el hábito de la lectura. ¿Qué tan eficaces han resultado y qué más puede hacerse?
Colombia tiene programas reconocidos y exitosos en promoción de lectura tanto en el ámbito público (el Plan Nacional de Lectura y Escritura dirigido por el Ministerio de Educación Nacional y el Ministerio de Cultura), como en el privado (el caso de cajas de compensación familiar en Bogotá, Cali y Medellín). En general tienen eco, sobre todo en el sistema escolar. Ya incluyen a población en discapacidad, presos en cárceles e incluso a habitantes de la calle. Está clara la idea de que una de las formas de inclusión democrática es la lectura para todos.
¿Desde los centros de enseñanza cómo se está contribuyendo a la lectura?
En las instituciones de educación básica y media todavía falta una política concertada del Estado, pero se están desarrollando programas y hay recursos en ejecución. El principal problema tiene que ver con que muchos docentes no son mediadores de lectura, esto es, ellos no forman lectores ni guían a los niños y jóvenes a serlo. Incluso, muchos docentes no son lectores activos ni de prensa, ni de literatura, ni de información especializada en sus áreas. Y si bien usan las redes sociales, ello no comporta necesariamente una actitud lectora crítica. Un actor clave en la formación de lectores en la escuela son los bibliotecarios escolares. Pero eso va lento porque no hay plata para crear el cargo en las instituciones educativas públicas.
¿Medellín está a la vanguardia del empeño por la lectura?
Sí, Medellín es un caso particular en el país. Tiene un plan de lectura municipal bien organizado, tiene programas excelentes de gran impacto como el Juego literario, realizado de forma anual, donde miles de niños y jóvenes de todas las escuelas públicas leen a autores que se invitarán posteriomente para que conversen con los estudiantes. Tiene además una potente red de bibliotecas públicas y de cajas de compensación familiar con programas barriales que hacen que la comunidad las valore enormemente.
¿Cómo les va a las bibliotecas?
La Biblioteca Nacional, que está a cargo de las bibliotecas públicas de 1.060 municipios, tiene programas activos de promoción de lectura más o menos estables con bibliotecarios locales que están en proceso de profesionalización. También hay que reconocer el esfuerzo de la red de las 22 bibliotecas del Banco de la República que logran poner a disposición de los lectores más de dos millones de libros impresos que tiene la Luis Angel Arango en Bogotá, al igual que cajas viajeras para que maestros o promotores de lectores las usen en zonas rurales donde no llegan los libros. El tema complejo siguen siendo las bibliotecas escolares (debería haber una por cada institución escolar. En Colombia hay más de 25 mil instituciones educativas públicas). En eso estamos muy retrasados. La dotación ha crecido (la Colección Semilla con 270 libros literarios e informativos dirigidos a los niños y jóvenes de todos los grados escolares), pero a veces se pudre en los colegios porque los maestros tienen temor de usarlos, porque temen que se pierdan –o se dañen– y les inicien un disciplinario.
¿Cuál podría ser el futuro?
Hay que dotar mejor las bibliotecas (públicas y escolares). Hay que invitar a los maestros a formarse como lectores. Hay que abrir nuevos espacio de lectura como Libro al viento, los clubes de lectura, los Biblioparques, etc. para que los ciudadanos se acerquen sin temor ni reverencia a los libros. Hay que hacer énfasis en la lectura –impresa y electrónica– con jóvenes. Hay que crear programas para que las víctimas del conflicto armado y en general de todas las personas que están en situación de pobreza o exclusión pueden acceder a programas de lectura y escritura.
Defina la importancia de la lectura.
Leer ayuda a ser un poco más libres y confrontativos frente al poder, la mentira, la estupidez y los dogmas. Vimos el 2 de octubre que sin lectura y escritura de calidad, no hay ciudadanía.
¿La buena literatura ha perdido atractivo?
Estamos en una época de fin de los cánones. Ya nadie se puede arrogar el derecho de qué deben leer los otros. Es necesaria la mediación y las recomendaciones, pero la prescripción vertical terminó.
¿Cómo está Colombia en producción literaria?
No estoy al día en el tema, pero celebro que hay nuevas voces, sobre todo femeninas. Lo que haya que decir de nuevo, lo dirán las mujeres.
¿La crisis de la lectura afecta el conocimiento y el desarrollo cultural?
Sin duda y está verificado por entidades como la OCDE. Bajos niveles de hábito lectura y de circulación de libros se reflejan en economías con baja movilidad y una transferencia dependiente del conocimiento.
¿Y usted qué lee y cuánto lee?
Gracias por la pregunta. Leo poco. Unos 40 minutos o una hora diaria, entre las 5 y las 6 de la mañana acompañado de mi sagrado café. Las responsabilidades de maestro universitario limitan mis oportunidades de leer tranquilo. En este momento estoy viviendo un periodo de fiebre lectora de poetas. Acabo de leer El gran amor del estimado Maestro, y ahora estoy metido de cabeza en la obra de un poeta ruso: Joseph Brodsky. No había leído un poeta contemporáneo que me dijera tanto sobre el poder, la pérdida de la razón del mundo, la incomunicación, y el valor del lenguaje para sobrevivir en medio del nihilismo.
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