“La Séptima Papeleta fue un momento único para la historia de Colombia”
En 1990, un grupo de estudiantes universitarios decidió unirse para que fuera incluida una papeleta adicional en las elecciones de ese año, mediante la cual se proponía convocar a una constituyente.
En la reciente historia de Colombia, 1990 pasó como el año que logró superar de manera importante a otro que marcó de forma violenta al país.
En medio de la desazón que había producido para los colombianos la muerte de varios candidatos presidenciales, entre ellos Luis Carlos Galán, en 1989, el inicio de esa nueva década le abrió paso a un momento político muy especial: la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente.
Un proceso que arrancó con la recordada Séptima Papeleta, ese voto adicional que se depositó en las urnas durante las elecciones del 11 de marzo del 90, y que si bien no tenía ningún valor jurídico ni vinculante, fue el que terminó dándole fuerza a la idea de convocar una constituyente para renovar la vieja Constitución de 1886 y así incorporar una normatividad más moderna y garantista.
Uno de los protagonistas de este hecho fue el entonces líder estudiantil, Fernando Carrillo Flórez, actual procurador general de la Nación, quien hoy, 30 años después, recuerda cómo fue esa gesta que el país sigue rememorando con entusiasmo, porque fue impulsada por un grupo de jóvenes universitarios que se enfrentó a la vieja clase política que no quería cambiar.
Carrillo habla de lo que fue ese momento, de las luchas que tuvieron que dar y del posterior sueño hecho realidad, cuando se votó por la Constituyente y esta sesionó para hacer realidad la Constitución de 1991 que actualmente rige al país.
¿Cómo fue que Colombia llegó a esa Séptima Papeleta que terminó en la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente?
La Séptima Papeleta fue un momento único y probablemente irrepetible para la historia de Colombia. Fue un momento en que la realidad política tocó fondo: tres magnicidios de candidatos presidenciales, una cantidad de jueces asesinados, como también policías, y una crisis institucional que no tenía salida. Ese era el escenario. Y apareció esta idea, que en un comienzo se le consideró quijotesca, pero que generó las consecuencias que todos sabemos.
Fue una bola de nieve. La Séptima Papeleta nace con una columna mía en el periódico El Tiempo, en febrero, en donde se habló de meter el papelito en el sobre, como se votaba en esa época.
¿De qué forma lograron que no solo fuera la idea de unos estudiantes de universidades privadas, sino que la acogiera mucha gente?
En ese momento ya habíamos vivido por lo menos siete frustraciones con las reformas a la justicia y política, entre ellas la última que se dio en el gobierno de Virgilio Barco. Lo que primaba era entonces la desesperanza, y más porque en diciembre del 89 se cae esa reforma, cuando los narcos pretendían meter la prohibición de la extradición y quedamos en cero. Nos sintonizamos con lo que la gente estaba pidiendo en las calles, una reforma profunda de las instituciones, para fortalecer la justicia y redireccionar el Estado.
¿Quiénes los respaldaron?
Esto se convirtió en una iniciativa que arrancó en una columna en un periódico y tuvo el gran respaldo de los medios de comunicación, y de la noche a la mañana, de todos los grupos políticos, salvo algunos, estuvieron montados en el carro de la Constituyente. Hubo una sintonización de todas las fuerzas políticas con lo que se quería en la calle.
¿Y cómo lograron que la gente saliera a votar de forma masiva en medio de esa situación?
De cierta manera, la gente ya no tenía qué perder, entonces, lo que la gente vio fue la luz al final del túnel, y así como lo tituló un periódico que dijo,
“Por ahí puede ser la cosa”, eso nos dio el espaldarazo. La gente abría los periódicos y veía la Séptima Papeleta, la recortaba y entendía que eso tenía sentido.
¿Por qué cree que se votó de forma masiva por la Séptima Papeleta y no tanto por la Constituyente?
Realmente, la Séptima Papeleta se votó en tres partes: la primera, el 11 de marzo del 90, que fueron todos los jóvenes, con una votación informal. En segundo lugar, fue el 27 de mayo, cuando por primera vez se vota con tarjetón electoral y se incorpora la pregunta en la papeleta para convocar la Asamblea Nacional Constituyente. Después ya vinieron los acuerdos políticos y la ‘bendición’ de la Corte Suprema y las elecciones para la Asamblea. La euforia fue bajando en estos tres momentos electorales, sin embargo se logró convocar la Asamblea y a partir del 4 de febrero de 1991 sesionó, terminando el 4 de julio.
En julio de 1991 ustedes, los promotores de la Séptima Papeleta, ¿se sintieron satisfechos o les quedó alguna frustración?
La única página oscura de la Constituyente fue el momento en que el narcotráfico trató de influir y logró que se prohibiera la extradición en la Constitución; eso yo lo voté en contra, yo era el presidente de la Comisión de Justicia. Esto luego se enmendó con una reforma constitucional.
¿Por qué Gabriel García Márquez no fue constituyente?
Los estudiantes quisimos que Gabo fuera nuestra cabeza de lista, pero vino de nuevo una andanada de violencia en 1990, entre ellos el secuestro de un grupo de periodistas, que dio luego paso al libro de Gabo ‘Noticia de un secuestro’. Ese hecho impide que él sea cabeza de lista de los estudiantes.
¿Cree que la Séptima Papeleta hoy no se podría repetir?
A diferencia de Chile, que ha tenido protestas sociales, nosotros sí tenemos una Constitución progresista, tenemos los derechos incorporados en la Constitución, a diferencia de Chile, que tiene instituciones autoritarias que vienen desde la época de Pinochet. La Constitución Política colombiana fue el consenso político más importante del último siglo, más que el Frente Nacional, que excluyó a muchos sectores.
¿Las protestas del 21N no estaban encaminadas, de alguna forma, a repetir la hazaña que ustedes lograron en los 90?
Qué razón tienen quienes estuvieron en las manifestaciones del 21 de noviembre, en que hoy hay una sociedad a diferentes velocidades en la garantía de los derechos. Colombia sigue con regiones en donde los derechos de la primera generación son fundamentales. Por ejemplo, a los líderes sociales los siguen matando, ahí el derecho a la vida no se protege. Por otro lado, derechos de segunda generación, los económicos y sociales, que son en este momento la nuez de lo que piden quienes salen a protestar en América Latina.
Cinco meses después de esas manifestaciones, ¿cree que hay algo que se haya logrado o fue un fracaso la Conversación Nacional propuesta por el Gobierno?
Quedó un reclamo que el Gobierno tuvo que registrar, pero además quedó una cantidad de nuevas ciudadanías que están sacando la cabeza en el país. Acá hubo una gran coincidencia entre grupos ciudadanos que les fue muy bien en las elecciones de octubre y que en noviembre trataron de salir a la calle. En ese momento se hundieron los extremos de izquierda y derecha, y eso es muy positivo. Estas nuevas ciudadanías van a seguir actuando en el escenario nacional y ojalá se articulen en esas protestas ciudadanas para que se traduzcan en garantía de derechos.
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