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Domingo, 7 Julio 2019 - 3:35am

Historia de sicarios tipo exportación

Asesinan en Europa y regresan al país. 

Colprensa
Estas redes envían a jóvenes que hayan prestado servicio militar, sepan manejar armas o tengan experiencia criminal. Pero, sin antecedentes judiciales.
/ Foto: Colprensa
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En el fondo de su corazón, William Alexis Zapata Tamayo sabía que cobrarle dinero al jefe de una red de sicarios implicaba un enorme peligro, así que buscó acompañantes. Invitó a alias 666 y a Japo, dos feroces integrantes de la banda Los Triana, y se los llevó como escoltas a una cita de la que podían salir millonarios o en tres ataúdes.

Con ellos abordó un taxi en el barrio Santa Cruz, nororiente de Medellín, la noche del 6 de marzo de 2017, y salió rumbo a San Joaquín. Allá lo estaría esperando Santiago, el hombre que, según él, lo contrató para coordinar los homicidios de unos ciudadanos árabes en Europa.

Durante el trayecto, Zapata recibió varias llamadas de la esposa de aquel personaje, quien le preguntaba las placas del vehículo y por dónde iban.

A las 8:30 p.m. arribaron al vecindario y un automóvil rojo le cerró el camino al taxista. De una tienda aledaña salió un desconocido, alto y flaco y se paró detrás del taxi. Nadie pudo reaccionar.

El mercenario los acribilló a través del vidrio trasero. En la silla de atrás iban Japo y 666, quienes llevaron la peor parte. Zapata, que estaba de copiloto, abrió la puerta y rodó al asfalto. Corrió lo más rápido que pudo, y con el rabillo del ojo alcanzó a ver cuando una moto BWS roja y negra recogía al pistolero.

Apenas cesaron las detonaciones, el taxista, acurrucado en su asiento, se percató de que ninguna bala lo había traspasado. Tardó un momento en comprender el milagro, pero los gemidos de los pasajeros lo sacaron del trance. 

Enseguida, aceleró y los condujo hasta la Policlínica. Horas más tarde, los médicos registraron los decesos de Jeison Stiven Cano Pérez (666) y Nelson Alexander Ruiz Botero (Japo).

Zapata llegó al CAI de La Macarena y los policías lo llevaron a la sede de la Sijín, donde dio una versión falsa de la historia. Según el expediente, dijo que era albañil y que había acudido a la reunión porque su jefe le pagaría $4 millones que le debía por labores de construcción.

Tras el entierro, los días siguientes fueron de máxima tensión para Zapata, quien vivía escondido. 

Santiago estuvo dando vueltas por su casa en una camioneta gris, preguntando si él también había muerto en el ataque, y de Los Triana llegaron amenazas en su contra para que guardara silencio.

La situación enfureció a William Alexis, quien se presentó en la Fiscalía dispuesto a contar todo lo que sabía. Su relato, que dejó boquiabiertos a los investigadores, expuso los secretos de una presunta empresa criminal dedicada a reclutar mercenarios del nororiente de Medellín para mandarlos a aniquilar extranjeros al Viejo Continente.

La red

En su declaración del 15 de junio del 2017, con 21 años cumplidos y bajo la gravedad de juramento, William Zapata contó que se crió en la comuna 2 (Santa Cruz) y que apenas estudió hasta los 12 años, retirándose cuando cursaba segundo grado de primaria.

“Empecé a trabajar con Los Triana en Santa Cruz, haciendo mandados y transportando vicio. Ya en 2013 mi función era celar las calles, prestando seguridad de las 7:00 p.m. a las 6:00 a.m., me pagaban $60.000 semanales, todos los martes”, narró Zapata, a quien sus compinches rebautizaron en ese entonces con el mote de Chumilito.

A los dos años conoció a Chapo, un coordinador de la banda, quien lo introdujo en el despiadado mundo del sicariato y le asignó sus primeros blancos en la ciudad. La confianza que le generó Zapata en esas lides lo motivó a recomendárselo a el Coste, un paramilitar desmovilizado, oriundo del municipio antioqueño de Apartadó, quien involucraría al muchacho en la trama internacional.

“Ese negro se mantiene entre Medellín y Cali y tiene el negocio de enviar personas a Europa a matar árabes”, explicó Zapata a las autoridades. 

“Él se encarga de ir endulzando a los pelaos para mandarlos. Llevan manes y viejas, a ellas las usan para picar arrastre (atraer a la víctima) o para entrar a los negocios (establecimientos) a buscar gente”.

El testigo precisó que a los elegidos les compraban tiquetes aéreos en un mall de la Avenida Oriental, en el centro. Les daban 2.000 euros de viáticos iniciales, les pagaban el pasaporte, los trámites de visado y una dotación de ropa adquirida en un centro comercial de El Poblado, específicamente en una costosa tienda de moda de una marca española. En algunos casos, los jóvenes recibían tratamientos capilares y de ortodoncia.

“Un día me llevaron al centro comercial y me presentaron a Santiago. Me dijo que escogiera 5 millones de pesos en ropa de esa tienda, pagó en efectivo y luego nos sentamos afuera. Me ofreció irme para Europa como jefe de sicarios, yo le dije que sí. Tenía que coordinar a cinco pelaos que estaban en Ámsterdam, París y Barcelona. Mi función era administrar el dinero y la logística que ellos necesitaran para los homicidios”, recalcó en su testimonio.

El 22 de noviembre de 2016 arribó al aeropuerto Charles de Gaulle de París y fue recibido por su enlace, el Monito de Pereira, quien le entregó cinco fotos de dos árabes que debían eliminar, y le presentó a los noveles mercenarios que los ejecutarían: Nando, Sebastián y Jonathan. Un equipo conformado por Nando y el Monito de Pereira, viajó a España para ubicar al primer objetivo. Los demás a Holanda, en pos del segundo. 

Cada semana, Santiago les enviaba una encomienda de 10.000 euros, que Zapata distribuía entre todos.

En esa travesía se enteró que el máximo líder de la cofradía, por encima del mismo Santiago, era un enigmático residente de París que nunca daba la cara. Los demás le decían, con cierta reverencia, el Bueno y el Malo.

La muerte

Zapata regresó a su barriada en febrero de 2017, por orden de Santiago. Por los servicios prestados en el extranjero el botín prometido era de $240 millones.

Un año después del atentado, William Alexis Zapata estaba afuera de un albergue, donde permanecía  bajo un programa de protección a testigos, cuando sujetos en moto lo asesinaron.

Un viejo modelo criminal

Desde los 80, cuando el cartel de Medellín extendía su oscura influencia por fuera de Colombia, se hicieron evidentes los viajes de sicarios de la capital antioqueña para cometer homicidios en el extranjero.

Uno de los crímenes más recordados de aquel entonces fue perpetrado en 1986 en Baton Rouge, Estados Unidos. La víctima fue Barry Seal, un piloto estadounidense que trabajó para el cartel y filtró información a la DEA. Los homicidas fueron Bernardo Vásquez, Luis Quintero Cruz y Miguel Vélez, a quienes arrestaron antes de abandonar ese país; a los dos últimos los condenaron a cadena perpetua.

El modelo criminal fue evolucionando con el tiempo, al punto de que las principales estructuras mafiosas, como el cartel del Norte del Valle, La Oficina, Los Rastrojos y el Clan del Golfo, conformaron células sicariales que permanecían en el exterior. Las autoridades detectaron facciones de este tipo en América y Europa, con énfasis en México, Costa Rica, Panamá, Bolivia, Venezuela, Ecuador, Perú, Holanda y España.

En esta última nación, el fenómeno tuvo auge entre 2013 y 2014, cuando investigaciones conjuntas sacaron a la luz pública la existencia de 8 oficinas de cobro formadas por colombianos. 

Colprensa

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