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Domingo, 2 Agosto 2015 - 10:58am

Familias de colombianos presos en China piden que sean repatriados

En China todos los convictos deben trabajar en jornadas de más de 12 horas diarias al interior de la prisión.

Temas - ChinaPresos
Colprensa
Los último presos en China fueron dos jóvenes de 22 años.
/ Foto: Colprensa
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Juliana y Esteban, ambos de 22 años, fueron detenidos entre el 20 y 22 de julio pasados en Guanzhou, capital de Guangdong, sur de China, por tráfico de drogas.

Ella, aficionada al fútbol y modelo y él, su exnovio y estudiante de Negocios Internacionales, están ahora en un reclusorio especial de la cárcel Dongguan en espera de que se determine su culpabilidad y, si es el caso, se dicte sentencia.

Ambos podrían enfrentar la cadena perpetua o la pena de muerte. Ambos, ahora, hacen parte del total de 138 colombianos presos en ese país.

En China todos los convictos deben trabajar en jornadas de más de 12 horas diarias al interior de la prisión, pues las cárceles producen elementos como lámparas y audífonos que se venden a proveedores de multinacionales. Les pagan tan poco que los salarios apenas alcanzan para que compren sus implementos de aseo y solo tienen un día a la semana de descanso.

Presos, también, significa sin derechos. En septiembre del 2013, Luis Germán Arciniegas, quien pagaba una condena de 12 años, murió en una cárcel de Macao por complicaciones de una enfermedad terminal. Había sido detenido en octubre del 2011. Su hermano también está detenido por llevar droga a China, en la población Guangzhou.

Harold Carrillo, condenado a muerte, sufre de cáncer de garganta y no ha recibido atención médica. Tampoco José Fredy Henao, que purga una pena de 14 años en la prisión Stanley de Hong Kong y padece tres enfermedades degenerativas.

“Nos tratan como perros, como si no valiéramos nada”, dice uno de ellos en una carta enviada a su familia en Pereira.

Aquí, en Colombia, sus familias los esperan, los sufren cada día, toleran su ausencia y se niegan a la certidumbre de una muerte.

Luz Miryam, contra lo inevitable

Lo que sorprende, a primera vista, es su capacidad para alimentar la esperanza. O tal vez, casi lo mismo, una obstinada ceguera ante lo desesperado de su situación.

Su nombre es Luz Miryam, tiene 59 años y hace dos vive en Guangzhou, capital de Guangdong, sur de China.

Llegó a ese país desde Pereira para estar cerca de su esposo e hijo, el primero condenado a muerte y el segundo a cadena perpetua por narcotráfico. Ambos están en la prisión Dongguan, la cárcel que alberga mayor número de extranjeros en China.

Luz Miryam vive en un apartamento de colombianos. No tiene visa sino un permiso que otorga el Gobierno de ese país para que extranjeros puedan visitar a sus parientes presos.

Trabaja vendiendo tamales, arepas, empanadas. También corta cabello, pinta uñas, arregla casas, si es necesario. El dinero que recoge, 7 u 8 mil yuanes cada mes, es apenas suficiente para sus necesidades y para llevarle algo a su hijo y esposo a la cárcel en las visitas de media hora que le permiten mensualmente. Sí, debe llevarles dinero.

Aunque trabajan más de doce horas diarias, no ganan nada y el jabón, la crema de dientes, el papel higiénico, deben comprarlo. “Todos los días le pido a Dios que los manden a Colombia, a una cárcel, pero en Colombia”, dice.

Harold, formas de la ausencia

Tiene dos hijos, Michael y Diana, con Luz Farid, su esposa. En 2010, sin que su familia lo supiera, salió hacia China. En 2011 Luz Farid se enteró de que estaba en ese país preso y condenado a muerte. Dos años después, hundido en prisión, le empezaron los primeros dolores del cáncer de garganta que padece.

Luz Farid lo conserva todo intacto: en el armario sus camisas perfectamente limpias y planchadas, su lugar en la cama de ambos; los zapatos, impecables al lado de los suyos.

También están las fotografías sobre el clóset: Harold con su bigote cuando era taxista; Luz Farid, más joven; el cumpleaños de Diana, la primera comunión.

Michael, que tiene 23 años, ya es padre. Durante las llamadas que Harold hizo mensualmente hasta principios de este año, se enteró de que era abuelo, de que sus hijos terminaron el bachillerato, que ahora trabajan.

Lo último que supieron es que el cáncer está tan avanzado que ya no puede hablar mucho y menos trabajar.

Si no trabaja, entonces, el derecho a la llamada mensual se modifica: ahora solo tiene cinco minutos cada dos meses para hablar con ellos.

La última vez le dijo a su esposa: “Por favor, no me dejen morir aquí solo”. Luz Farid reza todos los días, mañana y noche, para que el milagro ocurra.

Diana, la voz de cientos

Los últimos 2 de septiembre Diana y su madre compraron el pastel, cantaron y, en medio de lágrimas, rezaron.

Fueron los últimos dos cumpleaños de su padre, Luis Pérez, que los ha pasado en la prisión Qing Pu de Shangai, China. Luis vendió su finca en Quindío debido a las deudas que había adquirido por sus cultivos y luego viajó al país asiático con droga. Fue detenido en 2013 y condenado a muerte.

La pena le fue suspendida por dos años y la suspensión venció el pasado junio.

Ahora tiene 56 años y tres hernias discales. Como todo preso en China es obligado a trabajar durante jornadas de cerca de 12 horas. Cada mes, si quiere hablar con su familia, debe pagar por una llamada de máximo cinco minutos.

Ha contado, en los breves diálogos con Diana, que duerme sobre planchones de cemento que simulan ser camas y solo le dan dos sábanas. En verano puede usar una de ellas como colchón.

En invierno, ambas son insuficientes para tolerar el frío. Diana, en medio de la impotencia, decidió crear una iniciativa que presiona al gobierno colombiano para que inicie un proceso que permita establecer un tratado de repatriación de presos entre ambos países.

Las 138 familias de los colombianos presos en China cifran su fe en Diana. Diana dice que reza, mucho, cada día, que no se cansará de esperar.

Carta de angustia

Enviada por José Fredy Henao desde Hong Kong. Como él, varios de los condenados envían cartas a sus familiares porque no tienen la posibilidad de llamarlos.

Las denuncias constantes que se pueden leer en esos documentos, son las violaciones constantes al derecho a la salud y las agresiones de guardas y otros reclusos. José Fredy Henao no puede llamar a sus familiares por la falta de dinero para pagar el derecho 

*Cali, El País | Colprensa

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