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Jueves, 5 Noviembre 2015 - 7:21pm

Construyen un nuevo Armero, a salvo de avalanchas

Con antiguas fotografías y relatos breves, algunos habitantes arman la historia cotidiana del pueblo destruido hace treinta años.

Colprensa
Los habitantes comparten antiguas fotografías.
/ Foto: Colprensa
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Un puñado de sobrevivientes de la tragedia de Armero comenzó a reconstruir su pueblo, hace unos dos años, en un lugar dónde ninguna catástrofe natural lo volverá a destruir: internet.

El sitio se llama Armero Virtual. Es una página de Facebook donde los armeritas van armando, como si se tratara de un rompecabezas, el mapa de su pueblo arrasado hace treinta años por el alud de piedras y lodo que sepultó a unos 25 mil de sus vecinos, familiares y amigos.

En esa reconstrucción cartográfica, los sobrevivientes mezclan las nomenclaturas de sus casas con los recuerdos de los años vividos en ese poblado. Y como internet se los permite, cada vez que un detalle regresa a su memoria, se lo agregan a la página.

“La (dirección) de mis queridos y amados viejos era la carrera 11 No. 5-93, al ladito de la carrilera; mi viejita me decía: corra Nelson a espantar las gallinas, que me las mata el tren…”, escribe Nelson Beltrán Acosta. Otra sobreviviente, Janeth Correa, anota: “Yo vivía por el parque infantil. Mi casa era una amarilla, grande, donde mi abuelo sacaba muchos gallos afuera, frente al parque, por toda la 10”.

Así, de a poquitos, han ido reapareciendo los recuerdos, los números de las casas, los apodos, los nombres y apellidos de quienes habitaban en Armero el 13 de noviembre de 1985. Esa noche, una erupción del volcán Nevado del Ruíz provocó un deshielo que descendió, monstruoso, por el lecho del río Lagunilla e irrumpió, devastador, en la planicie donde a esa hora dormían los armeritas.

Armero Virtual es en realidad la segunda fase de la reconstrucción del pueblo. El proyecto comenzó hace unos cinco años con una página denominada Memorias de Armero.

“Inicialmente compré un croquis en el Instituto Geográfico Agustín Codazzi y con un par de amigos de Armero, los hermanos Camilo y Oscar Castro, enumeramos cada manzana y cada lote, con el fin que la gente colocara los datos y se ubicara espacialmente”, cuenta Hernán Darío Nova, el autor de la página.

Hernán Darío Nova no es un sobreviviente en el sentido estricto de la palabra. El día de la tragedia se encontraba en una zona rural del Ecuador. Se enteró a la noche siguiente, cuando, durante una correría, llegó a la casa de un amigo que tenía televisor. Estaban pasando el noticiero. Vio las imágenes de un helicóptero sobrevolando el lodo; los socorristas con camillas; cientos de personas rescatadas, como estatuas de barro y decenas de damnificados agitando los brazos desde los techos de las casas.

¿Dónde ocurrió eso?, preguntó compungido. Pero los campesinos no le dieron razón. Hasta que el periodista mencionó ‘La ciudad blanca’. Se estremeció. Así llamaban a Armero por los cultivos de algodón que rodeaban el pueblo.

“Inmediatamente recordé que un mes atrás había recibido un telegrama de mi madre desde Guaduas. Decía algo así como: ‘Nos sacó corriendo el volcán’. Mi mamá y mi tía se habían ido a La finca de un tío en el Alto de la Mona, a varios kilómetros de Armero. Después supe que el fin de semana anterior a la avalancha estuvieron en Armero. Dejaron listo el trasteo y regresaron al Alto de la Mona con la idea de ir a recogerlo a la semana siguiente, así que la avalancha se llevó las cosas empacadas. Mi familia fue una de las poquitas que huyeron antes de la tragedia. Mi mamá y mi tía se habían alarmado por las señales evidentes que comenzó a dar ‘El Nevado’, como siempre lo llamamos en Armero, y nunca nos enseñaron en los colegios que era también un volcán. Mi mamá y mi tía sí sabían algo, porque una anciana profesora en Victoria, Caldas, les había dicho en la escuela primaria que era ‘el león dormido’, que a sus tiempos se despertaba y rugía.

“Por eso, ellas se alarmaron mucho como un año antes, cuando se incrementaron los temblores, el agua del Lagunilla bajaba sucia y había que hervirla y los peces se murieron. Mi tía, que hoy tiene Alzheimer, relataba que se encontraban cucarachas por todos lados, incluso en los tarros de galletas que dejaban tapados. Recuerdo que cuando iba a haber alguna tormenta en Armero las cucarachas salían volando de cualquier rincón. También el pájaro trespiés, con su canto de mal agüero, las tenía espantadas. Mi mamá y mis tías les dijeron a las amigas y vecinas que se fueran de Armero, pues algo terrible iba a pasar; pero las trataron de locas y de querer acabar con el pueblo”.

 

La memoria en fotos

Aquella noche, en Ecuador, Hernán Darío Nova permaneció petrificado por varios minutos frente al televisor. Trató de regresar a su casa y salir para Colombia, pero había comenzado a caer un aguacero tan fuerte que sus amigos no lo dejaron, porque el camino de regreso se tornaba muy peligroso y debía recorrer varios kilómetros.

Al día siguiente, cuando volvió a su casa, encontró un telegrama enrollado en el candado de la puerta. “Era de mi mamá y decía: ‘Yo, la tía y Arnaldo (mi hermano menor) estamos bien’. Los que sí murieron esa noche fueron mi tío Alfonso Vargas, su esposa y sus dos hijos, al igual que otros quince primos. Mi tío estuvo muy activo en los días previos. Alertó a la gente y distribuyó fotocopias de advertencia, pero se quedó en el pueblo”.

Diez años después, el día de la conmemoración de la tragedia, Hernán Darío Nova se paró por varias horas en el monumento a Armero ubicado dentro del Parque de los Fundadores, en el centro del pueblo, para tratar de reunir las primeras memorias. El experimento no funcionó y Nova dejó el asunto quieto por un tiempo.

Hasta que se familiarizó con Facebook. “Pensé que esa era la mejor forma de recopilar la información, dadas las características de dispersión de los sobrevivientes, debido a la diáspora”, dice.

Hasta ahora solo un puñado de familias se ha reportado. Pero con ellas comenzó la reconstrucción, cuenta Hernán Darío Nova, quien ahora es un artista plástico.

Los armeritas suben a la página fotos ajadas y desteñidas que quién sabe cómo lograron rescatar. Allí se los ve, en las fiestas de colegio, a ellos de traje y corbata y a las mujeres de tacón alto y vestido largo. Pero también aparecen con pinta de balneario en paseos de río o caminando por el puente sobre el río Sabandija. Como Isabel Montaño y Emilia Molano, a quienes se las ve, sonrientes, con su uniforme del colegio Carlota, en septiembre de 1975.

Algunas personas ponen las fotos de su matrimonio, de la jornada cultural del colegio, del baile con el amor de los quince años. Y recuerdan que a muchos de quienes allí aparecen se los llevó la avalancha.

“En honor a mis 30 familiares desaparecidos en la tragedia de Armero”, escribió el 10 de noviembre de 2011 Liliana Valderrama, sobre una foto en la que aparece un grupo de niños, al parecer en una celebración familiar. Vive en Armero Guayabal, el pueblo donde se asentaron cientos de damnificados.

Como casi todo quedó sepultado bajo el lodo, para los armeritas cualquier objeto que haya sobrevivido a la tragedia es un tesoro. En los días previos a la conmemoración, un grupo de ellos utilizó la página web para recolectar recuerdos de su pueblo y exhibirlos en ExpoArmero, desde este 5 de noviembre, en la Casa del Tolima, en Bogotá.

Allí, los armeritas y sus descendientes podrán ver el reglamento Interno del Club Campestre de Armero, de 1976; un trozo de árbol petrificado recogido en el cauce del río Lagunilla y un destapador publicitario de Gaseosas La Bogotana, una de las empresas más emblemáticas de pueblo. Los objetos fueron donados por damnificados.

Los peces fosforescentes

La página también ha servido para que algunas víctimas de la avalancha, que perdieron todo contacto con sus familiares, intenten recuperar al menos una parte de su vida.

Ese es el caso de una niña que terminó bajo protección de ICBF. “No sé muy bien mi antiguo nombre: Luz Marina Aguirre o Mary Luz Aguirre. A mi mamá yo le decía Nelly. Nací en la Virginia, Risaralda, el 23 de agosto de 1982, tengo manchas café con leche en el cuerpo y recuerdo haber estado a orillas de un río el cual estaba lleno de lodo y muchos escombros; yo hablaba mucho de un señor Germán, que tenía un camión, pero no sé de dónde es él”, escribe Yenny Juliana Aguirre, con el nuevo nombre que le dieron.

Las características del sitio virtual ya han permitido reencuentros o, al menos, acercamientos de antiguos armeritas que se dispersaron por todo el país. Nayid Ochoa Beltrán, quien vive en Medellín, por ejemplo, creyó reconocer a un vecino suyo al ver el nombre de Fernando Tovar Cala en la página: “Si mal no recuerdo, sos ‘El Mono’. Mi hermano me parece que estudió con vos, se llama Aristóbulo Ochoa. Mi padre tenía un almacén en la calle 11, en la casa de Arturo Gutiérrez, creo que tu madre se llama Melba”. Cuatro días después, desde Cartagena, le contestó Fernando Tovar Cala: “Mi hermano era ‘El Mono’ y él murió en la tragedia. Yo soy mayor y estudié con ‘El Tolo’. Recuerdo a tus papás, no los volví a ver”.

Las noticias que antes corrían de boca en boca entre los habitantes de Armero, o que eran anunciadas con toques de campana, como los fallecimientos, ahora aparecen en internet: “Hace unos minutos murió Enrique Basto Nieto, hijo de don Luis Basto y doña Arsenia Nieto, armeritas que vivieron en el Barrio Santander. Falleció en Ibagué”.

Hernán Darío Nova dice que la página les ha permitido a los armeritas ir juntando los recuerdos del pueblo. “Mis recuerdos de Armero giran, sobre todo, alrededor de la acequia que pasaba a dos cuadras de la casa, era un brazo del río Lagunilla. Se usaba para riego. Armero estaba rodeado de agua. Esa pasaba por el sur del pueblo y otra pasaba por el norte. Por el oriente había otra. Había unos pozos con agua cristalina y peces fosforescentes, pequeñitos, de colores. Allí las mujeres lavaban ropa que ponían a secar en los prados y en las cercas de alambre”.

De esa manera han ido pegando en el muro virtual fragmentos de la despedazada Armero. Nova tiene la esperanza de que durante el regreso de las víctimas a su pueblo, en noviembre próximo, logre armar una buena parte del mapa. Que cada uno señale el lugar donde vivió y cuente algo de su historia familiar, para que así, al menos, Armero siga existiendo en un lugar donde los armeritas y sus descendientes puedan ingresar desde cualquier lugar del mundo y el sitio esté a salvo de erupciones y avalanchas.

*Bogotá | Colprensa

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