Blanca Romero tiene una pequeña tienda en su casa, vende helados y atiende semanalmente a los adultos de su asociación Mis Queridos Abuelos Sonrientes.
Pide ayudas para aliviar las cargas de los abuelos más necesitados de Nuevo Horizonte
“Yo soy una limosnera sin sueldo”, dice Blanca Romero cada vez que le preguntan sobre su labor social.
Aunque vive en un viejo rancho con piso de tierra en Nuevo Horizonte y la han amenazada por su labor comunal, su mayor preocupación es el bienestar de los adultos mayores y las madres de las asociaciones que dirige.
Cada vez que alguno de los viejos necesita medicinas, pañales o bastones para poder movilizarse, Blanca no escatima esfuerzos para ayudarles. Acude a conocidos, toca las puertas de empresa privada o simplemente llama a una emisora local para pedir a los oyentes su colaboración.
Ha conseguido muletas, medicinas, caminadores, entre otros implementos por estos medios. Esta semana recibió un par de muletas para uno de sus vecinos que iba a ser operado de una pierda.
“Nunca me vi pidiéndole plata a nadie, y mire que ahora lo hago para ayudar a otros, y ahí si pierdo la pena”, explica la mujer de 54 años, mientras termina de seleccionar los documentos de los viejos para gestionarles el subsidio o una cita médica.
Romero tiene una pequeña tienda en su casa, vende helados y atiende semanalmente a los adultos de su asociación Mis Queridos Abuelos Sonrientes. Divide su tiempo entre sus negocio, sus quehaceres del hogar y las diligencias para los abuelos.
Una de las habitaciones de su vivienda, que también es de madera, les sirve de salón de reuniones. Reubicó a su hija en otro lugar para poder disponer de este espacio.
En el salón provisional guarda con recelo una nevera que ganó para sus viejos en una actividad municipal, al igual que las sillas plásticas que ha logrado comprar en la última década.
Sueña con poder construirles una sede propia a sus niños como ella los llama. Por lo que momentáneamente les abre un espacio en su hogar.
Con parte de sus ahorros compró dos parlantes y los instaló en un árbol de su patio para dar los avisos comunales, pese a que no hace parte de la junta de Nuevo Horizonte.
“Mis abuelos ya están pagando los subsidios. Mis mamitas mañana tenemos reunión para los talleres laborales”, dice pausada utilizando el micrófono.
Hace un par de semanas se enteró por la redes sociales de una convocatoria laboral para unas obras que se iban a ejecutar en la vía a Boconó y contactó a la encargada del personal.
Romero le preguntó sobre los requisitos, tipo de contrato y pagos, y volvió a tomar el micrófono, esta vez para avisarle a sus vecinos sobre 100 cupos de trabajo de albañiles.
“Yo cumplí con avisarles y ellos se pusieron las pilas y 60 quedaron trabajando en la obra”, explicó complacida.
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