“Cuando me sentía con algún síntoma de enfermedad me iba más rápido a tocar y me alentaba. Aún lo hago, no me dejo de las enfermedades. Soy feliz tocando”, éstas fueron algunas de las palabras que esgrimió el maestro Manuel Alvarado en una entrevista con nuestra periodista Celmira Figueroa, en agosto de 2006.  

Él era el primer clarinete de la Banda Departamental, de la cual fue su director durante 20 años. Alvarado, aseguraba que la música lo mantenía vivo. Pero lamentablemente ese elíxir se le acabó a los 86 años, cuando se despidió del mundo terrenal, este lunes en la clínica San José de su Cúcuta natal, en donde nació el 21 de enero de 1929.

El amor que sentía el maestro por la música era hereditario, pues desde que nació escuchó las notas del clarinete, porque su padre Anselmo Alvarado tocaba sin cesar y se convirtió en su único profesor y mentor. Cuando cumplió 14 años ingresó a la Banda Departamental en la primera categoría de este instrumento, seis meses después fue ascendido al puesto de clarinete solista.

Manuel Alvarado es designado director de esta organización en 1968, cargo que desempeñó de manera ininterrumpida hasta 1988. También integró las orquestas Santander y Tennis Club. En 1953 se fue a Bogotá, en donde permaneció durante dos años.

Murió el músico Manuel Alvarado

Ésta es mi orquesta: Manuel Alvarado

A su regreso a la capital nortesantandereana le pone su nombre a la orquesta, por sugerencia de los demás integrantes y amplía la nómina a 18, con la que inicia un sendero de éxito en la música, dejando un legado que permanecerá presente.

Este hijo del barrio El Llano y su agrupación adquirieron gran fama, tanto así que los clubes de varios departamentos lo requirieron para amenizar las fiestas. En la feria de Cali de 1965 le otorgaron la Carreta de Plata. Además cambió el clarinete por el saxofón.

El Club Alemán de Barranquilla lo contrató como orquesta de planta para distintos carnavales y era obligación presentarse en el Festival de Orquestas que se organizaba en el Coliseo Humberto Perea.

Alvarado hizo de la música su estilo de vida y su sustento familiar, porque de allí sacó para criar a los cinco hijos que tuvo con su esposa Teresa. Manuel, el mayor, no quiso enrumbarse por ninguna carrera distinta a la música y se quedó como trompetista en la orquesta; Martiza se inclinó por la medicina, Aidé por la Química y Farmacia; Édgar por la Economía y Oscar, el menor, por la Medicina, pero todos aprendieron a tocar instrumentos.

A fines de los años 60 y comienzos de los 70, en Cúcuta, compartió tarima con reconocidos conjuntos venezolanos como Los Melódicos, de Renato Capriles, La Billo’s Caracas Boys, del maestro Billo Frómeta, y otras que ponía en ritmo los diciembre. También alternó con otras orquestas como la de Pacho Galán, Lucho Bermúdez y Wilfrido Vargas.

Solía viajar a Santa Marta cada ocho días con su orquesta, la cual tuvo miembros peruanos, panameños y venezolanos. En Montería, Sincelejo, Manizales y la isla de San Andrés se deleitaron de las presentaciones y la buena música que llevaba Alvarado. Venezuela tampoco fue ajena a su talento, por lo que participó en eventos en San Cristóbal, Maracay y Barquisimeto.

‘Nostalgia campesina’, ‘Así, así’, ‘La guacherna’, ‘Micaela’, ‘Mosaico Alvarado’, ‘Timba y tambo’, ‘El toro balay’, ‘Mosaico colombiano’ y ‘Cuando estemos viejos’ fueron algunos de sus éxitos musicales.

Fue compositor, arreglista y considerado una institución en la frontera; ‘Abanico de brisas’ y ‘Linda cucuteña’ son sus creaciones más destacadas y por su estilo sobrevivió a la llegada del reaggetón, vallenato, pop y rock.