Incansable, así se define Pilar Serrano Hellal, presidenta de la junta directiva de la Fundación Sanar que trata a los niños con cáncer de Cúcuta para brindarles una mejor calidad de vida, lucha a diario junto a sus pequeños angelitos para ganarle la batalla a la enfermedad.

Se considera una mujer sensible  y desde muy joven se dio cuenta de la satisfacción que sentía al ayudar a los demás con sus actos y desde entonces ha estado vinculada a diferentes instituciones como La Cruz Roja. Sanar llegó a su vida hace 10 años por invitación de una amiga quien sabía de su vocación y la llevó a conocer la fundación.

“Fui al hospital y vi la situación de todos esos niños y quedé impactada, conmovida, con mil sentimientos, así que le dije a mi amiga: le agradezco en el alma, pero no puedo, no soy capaz. Llegué a mi casa llorando, totalmente afectada, pero después me puse a pensar, si todo el mundo piensa como yo y se acobarda nunca va a cambiar nada”, recordó Pilar Serrano.

Después de ese golpe emocional que recibió se dio cuenta que hay que ser valientes, dejar los sentimientos dormidos, pero sin perder la sensibilidad que a fin de cuentas es lo que nos caracteriza como seres humanos. “Después de 10 años todavía lloro cuando veo un niño de la fundación muriendo porque llegan tarde, porque no han recibido tratamiento, porque  los diagnostican mal, por indiferencia de los papás, sea la razón que sea, no se me ha endurecido el alma, aún me afecta”.

Antes de entrar a Sanar, era una ama de casa  dedicada a su familia, una mujer cariñosa que se casó a los 17 años perdidamente enamorada y que conserva ese sentimiento intacto al lado de su esposo Tonino Botta, con quien tuvo dos hijas.

Pilar permanece al 100% todo el día, siempre en función de buscar ayudas, generar ideas para conseguir fondos, por lo que vive agradecida con la ciudad, porque un niño con cáncer mueve fibras. “Tengo mucha energía, no me acuesto al medio día, ni me quito los zapatos. Mi marido me dice que me desenchufe, que me ponga en off, pero no puedo”.

Los fondos los consiguen con actividades de reciclaje como las ‘tapitas de vida’, con lo que se elaboran accesorios para vender, gracias a un convenio con madres cabeza de familia artesanas de Bogotá, que hacen los bolsos, los ‘mugs’, y otras manualidades. Sanar también vende manillas, tarjetas, hace rifas de carros, motos, cuatrimotos, venden programadores a las empresas, organizan bingos, entre otras ideas que tenga en mente y quieran desarrollar.

Su compromiso se hizo mayor al padecer la enfermedad de cerca con su papá, un guerrero que le ganó la batalla al cáncer. Por esto está convencida que el cáncer es una enfermedad que compromete todo el entorno familiar, no solo al paciente.  Las enseñanzas de vida que le ha dejado su paso por Sanar son numerosas. Algunas satisfactorias y otras terriblemente duras, como la de Jhon, un niño de cuatro años, que murió en 2012. “Para nosotros fue un angelito, nos marcó y nos enseñó que el día hay que vivirlo siempre como si fuera el último, por eso les hacemos tantas fiestas a los pequeños porque no sabemos en qué momento nos abandonan esos angelitos”.