Un ronroneo despertó a los habitantes de la calle 25 del barrio Magdalena de Cúcuta. Antes de que despuntara el sol en los cerros del sur, los tejados crujieron y en el húmedo suelo quedó el rastro de un enorme gato.
El ladrido insistente de un perro cuando el reloj marcó las siete de la mañana, fue el presagio de que algo extraño estaba pasando. Los niños cambiaron las comiquitas por una escena de Animal Planet cuando los vecinos alertaron de la presencia de un felino de dos metros, acorralado en un ramal por el diminuto y feroz can.
Era 13 de abril de 2013, la tranquilidad del sábado se vio alterada por la extraña aparición y en menos de media hora la cuadra era la más visitada de Cúcuta. Lejos de los bosques del Catatumbo, ahora él era la presa. Su defensa era gemir para ahuyentar a la multitud, que corría despavorida al ver los enormes colmillos.
Hugo fue alertado por la Policía y él, a media hora, dejó el Centro Hogar de Paso de Fauna Silvestre de Corponor en El Zulia para atender la emergencia. “Pensaba que se trataba de un tigrillo y al atravesar el río humano que me recibió, observé un puma”.
Se necesitaron varios técnicos y veterinarios para sedarlo. Luego, Hugo Alexander Velasco García, quien tiene 18 años atendiendo a la fauna silvestre en Corponor, lo llevó al Hogar de Paso, donde se sometió a exámenes que determinaron que no estaba en cautiverio y el estado de salud era excelente (garras y dentadura).
Desde entonces, han pasado cuatro años y el puma no podrá volver a los bosques por el conflicto que la especie tiene con los humanos. Ellos cazan en solitario y se camuflan entre la vegetación, la misma que ha sido arrasada por la mano destructiva del hombre, reduciendo su hábitat y obligándolo a desplazarse en busca de alimento en granjas y zonas urbanas.
Vida ligada al cautiverio
Lo mejor para ‘Nico’, como fue bautizado el fortachón puma concolor, es vivir en cautiverio. A las selvas del Catatumbo no volverá. Se presume que salió en búsqueda de alimento, llegó al Carmen de Tonchalá y de ahí a los cerros del sur de Cúcuta, donde cazó cabras.
El médico veterinario de Corponor, Julio José Llinas Guerrero, argumentó que el plazo máximo para regresar un animal silvestre a su hábitat es de 180 días. Sin embargo, en el caso de los felinos, no deben tener contacto con humanos.
“En el bosque el puma subsiste por sus medios y ‘Nico’ salió por la destrucción del hábitat y está improntado, es decir, se acostumbró a que los humanos son quienes le dan comida y es difícil liberarlo, por tanto sería presa fácil de los cazadores y de otros animales de su especie. Además, la tendencia es a que regrese y las personas al verlo se asustan y podrían matarlo”, dijo.
La historia de ‘Nico’, de 6 años, es la realidad que se vive en los bosques del departamento, donde la tala, la quema no controlada, la ganadería y la agricultura no sostenibles, desplazan a las especies de las que normalmente se alimenta.
‘Nico’ llegó al Hogar pesando 33 kilos y está en 65. Tiene 2 metros de largo y una dieta balanceada con un kilo y medio de carne al día, variada con pollo para que con los huesos ingiera minerales. También le dan concentrado y omega para el pelaje.
Además, cada seis meses es sometido a exámenes. El ciclo de vida de un puma, en cautiverio, es de 10 años y en los bosques, de 20. Sin embargo, eso varía dependiendo del cuidado y estado de salud.
Deforestación y hábitat
Desde 2005 se han tenido reportes de pumas en zonas urbanas y en el último año se han incrementado en el departamento, ampliándose el corredor natural del puma del Catatumbo y zonas protegidas, a nueve municipios. (Ver gráfico)
La bióloga María Paloma Villamizar Corzo, argumentó que la causa es la destrucción del hábitat y la caza de venados, guartinajas y coatis, de los que el puma se alimenta en el medio natural. Ese hecho está obligando a que los pumas se desplacen y encuentren vacas, ovejas y cabras en fincas.
De acuerdo con la bióloga, la importancia del puma radica en que es un controlador biológico y su presencia es indicador de la conservación de los bosques. Los desplazamientos llevan a que se pierda la especie y se altera el equilibrio en los ecosistemas.
Ahora, ‘Nico’ está destinado a vivir en el Hogar de Paso, donde le brindan todos los cuidados para mantenerlo sano. Él pasa los días sobre paja de un lado a otro, extrañando las aventuras que tenía en la selva, pero también recordando que en las antiguas culturas su especie era sinónimo de sigilo y de actuar con inteligencia para evitar consecuencias, como las que se ven en los bosques descapotados por el hombre.
