La locura por las imágenes de gatos no se la inventaron los millenials, tampoco surgió con Internet. El síndrome lo empezó el fotógrafo inglés Harry Pointer, a finales del siglo XIX, quien retrató a sus gatos en distintas posiciones, imitando comportamientos humanos.
Los llamó los Brighton Cats y se hizo rico e inmensamente famoso por ese trabajo. No tanto como podría serlo hoy, en los tiempos de YouTube e Instagram. Según la consultora Three, en la actualidad los usuarios suben más del doble de imágenes de gatos que de selfis. Tan solo en Inglaterra a diario se comparten 3.8 millones de fotos con estas mascotas.
Son unas celebridades en internet, y entre todas, Maru, de raza Scottish Fold, es la más popular. Sus videos han sido reproducidos más de 325 millones de veces, un récord Guinness: es el animal más visto de YouTube.
¿Qué tienen los gatos que no nos resistimos a ver sus imágenes en la web? Konrad Lorenz, premio Nobel de Fisiología y Medicina, concluyó que algunos animales, entre ellos los mininos, comparten rasgos con los bebés humanos y esto nos despierta el instinto de cuidarlos. Esto podría explicar por qué nos parecen tan irresistibles.
Verlos en nuestras pantallas es bueno para la salud. En 2012, un estudio de la Universidad de Hiroshima (Japón), concluyó que ver imágenes de animales lindos aumenta los niveles de concentración, aún en la jornada laboral.
En 2014, la investigadora social Jessica Gall Myrick, de la Universidad de Indiana (EE. UU.), encontró que ver videos de gatos es una especie de terapia que reduce la ansiedad y llena de optimismo.
Así que la próxima vez que en su pantalla se asome un lindo gatico, mírelo, no se resista.