Un líder social por vocación promueve, protege y defiende los derechos humanos; es quien une a las comunidades y agrega valor a los territorios. Además, tiene un compromiso natural con la gente, por lo que está preparado para oír sus propuestas y articular sus ideas.
Y aunque la vida de estos promotores está siendo golpeada por la violencia en Colombia, donde se superan los 300 líderes asesinados, la labor incansable de los que permanecen luchando por sus comunidades merece respeto y un reconocimiento.
Por ello en Norte de Santander, uno de los departamentos con el mayor número de líderes sociales asesinados, se pone un grano de arena para mitigar este flagelo junto a La Opinión y el PNUD logrando reunirlos este 10 de diciembre en Cúcuta, para escuchar #SusVoces.
La misión, proteger a quienes defienden los ideales de las comunidades, buscando medidas preventivas para disminuir las agresiones a esta población, cuya gestión es vital al interior de una comunidad.
En el marco del Día Internacional de los Derechos Humanos, queremos visibilizar la labor de quienes por vocación promueven, protegen y defienden sus territorios. Participe en nuestros comentarios con el hashtag #SusVoces ⬇️ pic.twitter.com/IiqbExHyMQ
— Diario La Opinión (@laopinioncucuta) December 9, 2019
A denunciar agresiones
Vale recordar que el programa Somos Defensores, organización no gubernamental que vela por reivindicar la labor de los defensores de Derechos Humanos, así como por la protección de su integridad en contextos conflictivos, en su más reciente informe, expuso las diversas modalidades de violencia contra estos líderes.
Vea el informe aquí: Defensores ¿El juego final?
“591 agresiones registramos de enero a junio desde nuestro Sistema de Información sobre Agresiones contra Personas Defensoras de Derechos Humanos en Colombia, la cifra más alta que se haya conocido en un semestre desde la creación de nuestro sistema hace diez años”, muestra el informe.
También hizo un llamado a la comunidad para que denuncie e identifique esta violencia, que no debe ser medida por el número de asesinatos, sino que se debe tener en cuenta todo el encadenamiento de acciones que, de no ser reportados, terminan en la muerte de un defensor de DD.HH.
"Con la muerte de cada líder se pierde parte de la identidad y del respeto".