Antes de salir a pedalear por Villa del Rosario, Félix Soto alista su viejo cuaderno de poemas y su inseparable guitarra. No tiene sitio de destino, pero su misión es clara: ayudar a los más afligidos con sus letras.
“Yo no escribo bobadas. Me gusta escribir algo que haga sonreír y ponga feliz a la gente”, explica sin rodeos.
Aunque solo cursó primero de primaria y escribe sin dejar espacio, él mismo transcribe sus composiciones y las guarda con recelo. Solo le muestra este material de antaño a quienes se ganan su confianza, los demás deben conformarse con escucharlo recitar.
“Duré un tiempo largo yendo a la cárcel modelo. Llegaba con mi guitarra para levantarles el ánimo a los presos. Unas veces recitaba poemas y coplas y otras me dedicaba a cantarles alabanzas”, explica sin soltar sus escritos.
Don Felix empezó a escribir poemas hace 21 años, cuando un lápiz y un pedazo de papel le sirvieron de paño de lágrimas tras una pena amorosa.
“La escritura me permitió salir de la tristeza y la soledad y me acercó más a Dios”, dice un poco más serio.
Sus primeros escritos tenían que ver con versículos bíblicos, luego empezó a escribirle a todo lo que le rodeaba, incluyendo sus 8 hijos.
Quienes conocen su talento para levantar el ánimo con solo recitar un poema o tocar su guitarra lo buscan con frecuencia en su casa en Juan Frío, donde entre cacaoteros y estanques de cachamas, en medio del campo que se niega a abandonar, se sienta a componer.
Gran parte de sus poemas son dedicados a alguien en particular. Cada vez que se entera de que alguien necesita de su ayuda, se sienta a escribir el poema o la canción con la que lo visitará.
Cuando los poemas no son suficientes, acude a su vena musical y compone un par de estrofas. Luego se cuelga la guitarra en la espalda y empieza a pedalear a toda máquina.
“Para mí, es grato saber que con mis humildes letras puedo ayudar a las personas que están en el abismo en el que yo estuve”, explica al tiempo que afina su guitarra.
Soto asegura que esta labor lo mantiene más activo y le ayuda a superar sus propias penas. Su testimonio y sus poemas han llegado a hospitales, ancianatos y los sectores más olvidados de Cúcuta y Villa del Rosario.
“El ser humano tiene tropiezos en la vida hasta que deja de ser, y eso es lo que le muestro a la gente con mis composiciones, que una simple caída no significa el fin de todo”, dice con delicada voz, “Uno se cae y se levanta”.
Sus escritos han tenido eco a nivel nacional y con orgullo muestra las contestaciones que los expresidentes Andrés Pastrana, Álvaro Uribe Vélez, y el presidente Juan Manuel Santos le han enviado tras conocer sus poemas dedicados a un país en paz.
*La Opinión